jueves, abril 18, 2024
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Lo practico de la ambivalencia

Por Juan Nicolás Gaviria

Ya estamos acostumbrados, lo vemos a diario y tiende a volverse paisaje; incluso lo aceptamos como algo normal en el mundo político, lo dejamos pasar sin pena ni gloria, de hecho, servimos de idiotas útiles ante gestos mezquinos y egoístas que solo buscan perpetuidad en el poder y la construcción para sí de estructuras hegemónicas proselitistas.

Los llamamos lagartos, doble cara, vendidos, etc. Un sinfín de calificativos que poco o nada les importa, pues los votos siguen llegando y los medios siguen haciendo eco de sus “logros” como si se tratase de los padres de la patria.

Una vergüenza. Sobra acudir a nombrar estas figuras políticas, pues todos sabemos de por lo menos uno y podemos ver a diario como van y vienen de partido en partido, de jefe político en jefe, sin el más mínimo asomo de vergüenza.

Pero surge la inquietud ¿Cómo logran engañar a sus bases y mantenerlas cohesionadas ante la ambivalencia conceptual? Creo entonces, que eso nos debe llevar a entender que busca realmente el ciudadano seguidor de esa figura política, pues claramente la solvencia moral no es.

Se me ocurre entonces pensar que, lo que está detrás son intereses económicos de subsistencia; sí, estamos hablando de individuos que van detrás de un contrato o recursos para solventar sus gastos y los de su familia, es decir, seguir y atender lo que sea que ese político designe, es su estilo de vida y fuente de ingreso primario.

Se presenta entonces una lógica de sometimiento económico, un círculo vicioso del cual el ciudadano no puede salir pues, muere de hambre. Triste, pero a eso hemos permitido que nos lleven los grupos políticos que sistemáticamente procuran hacerse al poder; recordemos que el poder no se los da los recursos, se lo damos nosotros los ciudadanos.

Ahora bien, están aquellos que necesitan de ese personaje para solventar su ingreso, pero también los hay quienes están allí por convicción, pues ese personaje representa ideas y principios con los cuales el ciudadano comulga y está dispuesto a invertir su tiempo y capacidades para lograr un cambio en su entorno.

Ese fenómeno si bien transversal a nuestra historia política y conocido como voto de opinión, también es cierto que ha sido incipiente hasta nuestros días, donde ha empezado a surgir como una fuerza capaz de lograr resultados electorales interesantes. Pero es eso, una fuerza, no un colectivo o grupo puntual que se pueda controlar, solo llamar su atención.

Eso me lleva a pensar entonces ¿Qué es lo que sucede con estos movimientos “progresistas” que surgen hoy en Colombia? Esos que surgen como fuerzas “alternativas” políticas, dicen ellos, dispuestas y capaces de lograr los cambios sociales que el país necesita. A partir de discursos comprensibles y ligeros, fundamentando su narrativa en las fallas sociales evidentes, planteando soluciones políticamente incorrectas, pero fáciles de vender en redes sociales por lo mediáticas que resultan.

Esa estrategia logra llamar la atención de la fuerza de opinión, pero no creo que la logre cautivar, pues en la estructura del progresismo político colombiano prevalece la lógica política tradicionalista, esa de estructuras, electoreros, líderes barriales y alianzas políticas. Y son esas alianzas las que rompen la lógica de la narrativa.

A mí que me expliquen, como es posible que el líder del progresismo en Colombia suscribe una alianza con un pastor de iglesia cristiana, quienes abiertamente y con firmeza se opone a lo que supone los principios fundamentales del progresismo ideológico y político, y como si nada.

Si eso no es una ambivalencia ideológica y estructural, no sé que pueda serlo entonces. Eso expone con claridad que de progresismo poco, pero si mucho de política y proselitismo tradicional. Este gesto debe considerarse un llamado de atención a la fuerza de opinión del país, no puede pasar inadvertido.

Amigo ciudadano esté atento y vigilante, son esos hechos políticos los que nos hablan de la esencia y nos muestran la intención real. Si usted considera que su voto es de opinión y usted hace parte de esa fuerza capaz de cambiar el rumbo de un país, párele más bolas a la narrativa y los hechos, y un poco menos a twitter.

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