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martes, abril 30, 2024
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(EDITORIAL) Turismo en lugar de petróleo: ¿hoy es factible?

Suena bonito. Concentrar la actividad económica del país en el turismo, aprovechando la belleza de los paisajes, los dos mares que bañan el territorio, la riqueza hídrica, climática y de biodiversidad de la que goza Colombia; resulta siendo una propuesta llamativa.

Sin embargo, para atraer al turismo internacional, ese que derrama dólares y euros en la economía de un país, se requiere de una serie de condiciones con las que no cuenta el país.

Comenzando por las carreteras, carreteables en pésimo estado en buena parte del territorio, que son óptimos para hacer un viacrucis o una sacrificada romería pero no para recorridos turísticos de grata recordación. Además, al presidente no le gustan las vías de última generación y solo admite la posibilidad de una carretera moderna en los territorios que él estigmatiza como pobres y negros.

De otro lado, las políticas económicas del Gobierno tienen por las nubes las tarifas aéreas, sector que contribuiría enormemente al desarrollo de la actividad turística en Colombia. A lo anterior se suma el obstruccionismo que viene haciéndose para impedir la fusión de Avianca con Viva Air, lo que podría, en gran medida, dejar sin servicio de bajo costo a la aviación nacional. Ni hablar del tren, pues esa modalidad solo está en la lista de sueños del presidente. Así las cosas, lo del transporte de turistas es una asignatura pendiente en el planteamiento populista de cambiar el petróleo por el turismo.

Otro factor determinante tiene que ver con las limitaciones propias del sector hotelero, golpeado no solo por las decisiones económicas del Gobierno, sino por las talanqueras para el desarrollo de la actividad. El cacareado Acuerdo de Escazú será un instrumento decisivo a la hora de torpedear proyectos hoteleros, carreteras e infraestructura para el turismo, de tal manera que entre la presentación de los planes y la materialización de dichos proyectos podrían pasar años o, sencillamente, nunca ver la luz al final del túnel.

Un turismo consciente con el medio ambiente implica la construcción de infraestructura que brinde comodidad a los huéspedes y que les permita sumergirse en una experiencia de comunión con la naturaleza. Justamente esas pretensiones podrían irse al traste, todo por cuenta de los impedimentos que se generarían a partir de Escazú.

¿Y si hablamos de la seguridad? Cada vez que un turista es estafado, asaltado o asesinado, el país se sumerge en la vergüenza, pues alguien que decidió disfrutar de un descanso y conocer a Colombia, resulta castigado por abusadores y criminales en cualquier parte del territorio.

En varias zonas del país, el trato a los turistas es lamentable. Ciudades reconocidas internacionalmente como destinos turísticos en Colombia, no solo abusan de las tarifas sino que además, sus comerciantes informales no permiten disfrutar de los lugares paradisiacos con los que cuenta aquella ciudad. ¿Será que, al mejor estilo cubano, el Gobierno decidiría prohibir el acceso de los ambulantes a determinados sitios? ¿Acaso ejecutará el anhelado capricho comunista del control de precios en aquellos territorios turísticos?

Además, en cuanto a la seguridad, resulta oportuno preguntarse: ¿algún turista querrá recorrer las deficientes carreteras nacionales, asumiendo el riesgo de caer en un «peaje» de algún grupo criminal o en los retenes que instalan unas cuantas comunidades campesinas o indígenas en sus territorios? De golpe, algún turista despistado o desinformado decida jugarse la vida en semejante aventura, pero la realidad es que muy pocos quisieran correr el riesgo de terminar secuestrados en un viaje de placer.

Otra situación que debe considerarse en el mito del turismo tiene que ver con las nuevas realidades del planeta. Los países enfocados en el turismo padecieron –aún padecen– la contracción económica por cuenta de la pandemia, pues los confinamientos cortaron de plano la actividad en todo el mundo.  Mientras tanto, a pesar de la reducción en el consumo por movilización de vehículos y aeronaves, el petróleo siguió ocupando un puesto importante en la economía mundial, pues siguió siendo utilizado en las muchas actividades que requieren del combustible fósil.

Así las cosas, el título de la película resulta atractivo, pero falta mucho para tener, por lo menos, un guion aceptable que permita el rodaje, la edición y el lanzamiento. Entre tanto, el petróleo sigue ahí, disponible para suplir algunas de las necesidades económicas de Colombia, país cuya contribución al cambio climático es, a lo sumo, marginal, casi una anécdota que ni quita ni pone. Es tiempo de responsabilidad y seriedad: es la supervivencia de la mayoría de los colombianos la que está en riesgo.

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