miércoles, marzo 27, 2024
InicioOpiniónEduardo MackenzieEl eje Cali-Buenaventura, objetivo estratégico del narco-terrorismo

El eje Cali-Buenaventura, objetivo estratégico del narco-terrorismo

Por Eduardo Mackenzie

Lo que ocurrió en Buenaventura este 27 de mayo es grave. Hace parte, desde luego, de la cadena de violencias insurreccionales que golpean al país desde el 31 de abril pasado. Sin embargo, en ese episodio hubo un salto cualitativo hacia lo peor. 

Es cierto que el pacto absurdo y humillante que firmó Juan C. Restrepo Gómez, el nuevo comisionado para la paz, fue echado a tierra horas después por el presidente Iván Duque, gracias a las alertas muy acertadas que lanzaron el expresidente Álvaro Uribe y el ex ministro Germán Vargas Lleras. Sin embargo, sería ingenuo pensar que el peligro de lo ocurrido en Buenaventura ya pasó. 

Los señores del “comité del paro” que lograron embolatar al comisionado para la paz volverán a la carga. Al diseñar ese pacto ellos destaparon su juego ambicioso. Y a ese juego no van a renunciar. Volverán a ello utilizando las armas tradiciones de la subversión: la violencia y la mentira.

¿Qué pasó en Buenaventura? 

El comité de paro intentó apoderarse del puerto marítimo más importante de Colombia. Intentó echarle mano al enorme aparato técnico-logístico y a los controles aduaneros de esa ciudad. Hipnotizaron no sabemos cómo al neófito Comisionado de Paz y a Juan Pablo Díaz Granados, viceministro de Relaciones Políticas, a quienes les hicieron firmar un papel en el que ellos –en nombre del Estado— aceptan que el comité del paro co-dirija y co-vigile el puerto de Buenaventura, uno de los más importante de América Latina. 

El Heraldo, de Barranquilla, dijo que ese pacto le “daba licencia a una inspección de particulares a los vehículos que llegan al puerto”.

Tal definición es reductora. Ese pacto tenía alcances más vastos: la Policía Nacional, es decir el Estado, admitía el bloqueo del puerto, perdía su soberanía en la inspección física y documental de los vehículos (sellos de garantía, seguridad de los camiones y de los contenedores) que llegan y salen del puerto, pues quedaría bajo la supervisión de diez afiebrados comisarios políticos de la huelga –lo que el pacto, en lenguaje mistificador, presenta como “10 delegados del comité de paro”–.  

Muy acertado estuvo Vargas Lleras cuando estimó que con esa firma “el Gobierno ha entregado el control y la soberanía sobre el territorio nacional, otorgando a los promotores [del paro] facultades de control y vigilancia sobre la carga, legalizando el bloqueo y tolerando el mal llamado ‘corredor humanitario por la vida y la paz’, donde se podrá transitar en las horas y por las vías que ellos [los promotores del paro] determinen”. El ex ministro concluyó que con ese simple papel “quedan prohibidas las exportaciones y perdido cualquier asomo de autoridad”.

Durante unas horas, el comité sedicioso, que responde a órdenes de una instancia secreta en Bogotá, obtuvo lo que quería. Buenaventura, por donde pasa el 60% del comercio internacional de Colombia (movilizó en 2017 un millón de contenedores), había caído en sus manos.

El “comité del paro” ganó durante unas horas pero cometió un error: dejó al descubierto su plan estratégico. Este consiste en apoderarse del eje Cali-Buenaventura. Los feroces ataques y el clima de terror creado en Cali y en el puerto y en el departamento del Valle del Cauca y en el resto del país –por la acción de pistoleros y milicias incendiarias y bloqueos salvajes en las ciudades y en cientos de carreteras, para desabastecer las urbes, bajo la apariencia de una “movilización de jóvenes” que ejercen el pretendido “derecho a la protesta pacífica”–, abrió una brecha en el edificio institucional.

Ese pacto demente fue el primer logro estratégico de la huelga insurreccional en curso.

Hablemos claro. Si los del paro vandálico logran apoderarse del eje Cali-Buenaventura podrán estrangular la economía del país, chantajear aún más al gobierno y quedar con las manos libres para realizar todo tipo de operaciones nefastas: bloquear las importaciones y exportaciones del país y exportar la droga que quieran e importar las armas, las municiones, los explosivos y los mercenarios que necesitan para tomarse a Bogotá. 

El angelismo del gobierno nacional y de los alcaldes que obstruyen la labor de la fuerza pública para ayudar –a pesar de su demagogia en contrario– al avance de las fuerzas destructivas, le permitió a la subversión alcanzar ese cambio cualitativo de la situación en el Valle del Cauca.

Perdieron ese pacto, es cierto, por el momento, pero seguirán intentándolo, por los medios que estén a su alcance. Contarán con apoyo local e internacional. Ante esa perspectiva ¿es mucho pedirle al gobierno de Duque que diseñe y accione, sin tardar, planes de contención efectivos, fuertes y sistemáticos contra la insurrección en curso? 
Los insurrectos buscan dispersar a la fuerza pública y dividir a la ciudadanía. Tratan de crear las condiciones para establecer una situación de doble poder en el sur del país. Es lo que ellos llaman “legalizar lo que hemos hecho”. La gran manifestación popular en Cali contra el vandalismo y las que harán otras ciudades, frustran los planes subversivos y hay que multiplicarlas. El país debe levantarse contra la minoría violenta y sus jefes.

Hay que recordar que los planes de Alfonso Cano, jefe de las Farc, era tomarse el eje Cali-Buenaventura. Tras la muerte de Tirofijo, Cano dijo que el “desarrollo natural” de las Farc era el sur del país, donde ellas comenzaron. Que debían concentrar sus esfuerzos políticos y militares en esa parte del país. No se trataba ya sólo de controlar los vastos enclaves de cultivos ilícitos, sino de controlar un pasillo hacia el océano Pacifico y Asia. Apoderarse del eje Cali-Buenaventura era esencial para crear un bastión y dividir en dos pedazos a Colombia. Su plan era dominar los sectores que van desde el departamento del Valle del Cauca hasta la frontera con Ecuador y los del oriente hasta la Guainía y las fronteras con Venezuela, Brasil y Perú. 

En abril de 2002, dijeron que su objetivo era romper a Colombia en dos pedazos y quedarse con la parte sur. Le exigieron al alcalde de Cali que abandonara el cargo. Doce diputados de la región fueron secuestrados. Asesinaron a jueces, fiscales, alcaldes y diputados de cuatro departamentos. Fracasaron: Colombia eligió a Álvaro Uribe y la propuesta de Cano de desmilitarizar los departamentos de Putumayo y Caquetá para abrir un “diálogo” fue rechazada por el gobierno. El resto de la historia es más conocida (1).

El pacto de Buenaventura muestra que las Farc saben no solo perseverar sino disfrazar sus planes. El decreto 575, firmado por el presidente Duque en la madrugada del 29 de mayo, para desplegar en Cali militares en respaldo de la Policía Nacional, es un paso en la buena dirección. Ese despliegue debe ser apoyado por la ciudadanía y por los partidos del orden pues busca no sólo asegurar “una asistencia en puntos neurálgicos”, sino restablecer el orden en otros departamentos como Cauca, Valle del Cauca, Nariño, Huila, Norte de Santander, Putumayo, Caquetá y Risaralda y en otras ciudades como Buenaventura, Pasto, Ipiales, Popayán, Yumbo, Buga, Palmira, Bucaramanga, Pereira, Madrid, Facatativá y Neiva.

Como era de esperarse los jefes del vandalismo y su vocero exterior, el chileno, Miguel Vivanco, gritan contra esa medida y piden que Cali y Buenaventura sean desprotegidas y que el gobierno “dialogue”, es decir acepte los dictados de la gente que busca destruir la economía y el sistema democrático. 
Colombia sabe ahora que el paro es una insurrección de minorías violentas y que el “derecho a la protesta pacífica” fue la excusa para llegar a los horrores de hoy. 

(1).-Ver otros detalles de los planes de alias Cano en mi libro “Las Farc, fracaso de un terrorismo” (Random House-Mondadori, Bogotá, 2007, paginas 521/525).

ÚLTIMAS NOTICIAS

Abrir chat
💬 Soy INTELLECTA ¿En qué puedo ayudar?
INTELLECTA
Hola 👋 Soy INTELLECTA, el robot virtual de Inteligencia Artificial de IFMNOTICIAS.COM.
¿En qué puedo ayudarte?