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viernes, octubre 18, 2024
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    (OPINIÓN) El huracán Petro. Por: Coronel (r) Javier Patiño


    Podríamos estar viviendo el inicio de los tiempos del fin, teniendo en cuenta los acontecimientos de orden político, económico, social, guerras y rumores de guerras, además de la manifestación de la naturaleza que afectan en gran manera al mundo hoy, ejemplo claro el huracán Milton, cuyo fenómeno natural que hacía 100 años no se presentaba en Florida EE. UU..

    Un fenómeno natural de semejante dimensión y que hoy apenas están evaluando los múltiples daños materiales y de vidas humanas que ha dejado, teniendo en cuenta que el ojo o centro de este se ha desplazado y ha perdido su categoría dejando más de tres millones de hogares sin electricidad razón por la cual más de 50 mil técnicos continúan trabajando para restablecer el servicio en dicho estado.

    De todas formas, su desplazamiento y pérdida de fuerza como huracán permite el restablecimiento poco a poco a de las ciudades afectadas hasta lograr la normalidad.

    En nuestro país hace más de 214 años no había pasado un huracán de tales dimensiones, como el huracán Petro, con vientos de más de 300 km por hora y aguas torrenciales con inundaciones de agua turbia y odio que arrasan con todo a su paso y producen esa gran oscuridad que solo viene del mal.

    Lo preocupante es que el ojo brotado del huracán cumple más de 2 años sin desplazarse y sigue en el centro del país destruyendo todo a su paso y dejando enorme preocupación a más del 70 % de la población que lo rechaza y que por su ineficiencia estamos a puertas de perder los servicios más básicos como: el gas, la luz y el agua y más preocupante aún, destrucción acelerada de la economía, lo cual impide desarrollar el gasto social que se prometió en forma engañosa.

    Con gran cinismo habla del apoyo del pueblo que lo eligió y que hoy saldrá a las calles a respaldar sus vientos, inundaciones, ráfagas de odio, rayos que destruyen e incendian el comercio y el transporte principalmente.

    ¿Pero cuál pueblo? Los 50 mil técnicos de la Florida suplantados aquí, por los delincuentes de la primera línea que todo lo destruyen, más los indígenas utilizados y comprometidos con el narcoterrorismo, más los miles de vagos y drogos, lo mismo que los trabajadores esclavizados de las entidades del Estado por miedo a perder su trabajo, que esperan que este huracán les bote aguas cristalinas para refrescar su enorme frustración y resentimiento lo cual nunca sucederá.

    ¿Cuál pueblo? ¿Y los que no apoyan, como industriales, empresarios, comerciantes, trabajadores, innovadores, multinacionales, etc., que son la inmensa mayoría, no son pueblo?

    Este huracán sigue enviando marejadas de agua turbia inundando los campos del país con agua y sangre para ahogar el grito de auxilio de millones de campesinos sometidos por los vientos arrasadores de los grupos narcoterroristas que los han esclavizado y su llanto se pierde con los aullidos que provocan los vientos ensordecedores de este fenómeno.

    El fuerte viento permitió la entrada del agua turbia a las instalaciones de las cortes, las cuales son inundadas con amenazas y falsas imputaciones a sus magistrados por parte de este huracán, incluso familias de magistrados no soportaron los vientos de odio amenazadores y salieron del país a buscar refugio para salvar sus vidas.

    Colombianos, con unión, esfuerzo y amor patrio, podemos hacer que esta pesadilla de huracán se desplace y libere al país para vivir en verdadera democracia, con libertad y derecho al trabajo que solo nos lo permiten los que producen desarrollo y prosperidad, tales como: empresarios e innovadores.

    ¡DIOS BENDIGA A Colombia Y LA LIBRE DE SEMEJANTES MALDICIONES!


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