La alta rotación en las altas esferas del entorno presidencial es prueba fehaciente de que en el gabinete se mantienen los que hacen lo que Petro diga y nada más.
Uno de los peores síntomas de la medianía que caracteriza al gobierno de Gustavo Petro es la pauperización rampante que ha venido tomando el entorno que rodea al Presidente. Es que no puede olvidarse que al principio de su mandato hasta gozó de cierto respeto, incluso internacional, por el aura que tenían ciertos nombres como José Antonio Ocampo, Cecilia López, el nefasto Alejandro Gaviria, Jorge Iván González, de la Dirección Nacional de Planeación, y hasta Rudolf Hommes, que en redes pidió hasta el cansancio votar por Petro aunque pronto se arrepintió de haberle dado su bendición.
Todos ellos salieron rápido de esta administración porque chocaban de frente con las delirantes políticas de su patrón, quien quería cosas muy distintas a las que ellos promovían, después de haber sacado las uñitas y que se le vieran las orejitas al lobo. Ante todo, ellos querían ortodoxia y madurez en el ejercicio público, mientras que él pretende destrozarlo todo y hacer la revolución. A partir de ahí, la altísima rotación de personal en las altas esferas del entorno presidencial es prueba fehaciente de que en el gabinete se mantienen los que hacen lo que Petro diga y nada más.
Por ejemplo, si bien la Constitución del 91 cambió la figura del designado por la de vicepresidente sin asignarle funciones concretas, el Gobierno del ‘cambio’ quiso empoderar a Francia Márquez como una superfuncionaria dotada de gran autoridad por haber sido parte de ese binomio por el que la gente votó. Máxime, tratándose de una ‘persona menstruante’, pobre, negra e ignorante. Así, le crearon un superministerio con un presupuesto inmenso que nadie sabe en que se ha gastado porque esa entidad no ha funcionado hasta el momento, y su descalabro es tan grande que ya se pretende desmantelar. Por su parte, esta señora, que ha sido un fracaso en todo, dio un paso al costado y hoy nadie sabe en qué anda, su pertenencia al Gobierno ya es sólo nominal, apenas para reclamar su cheque a fin de mes.
Pero ella no es la única mujer que se le fue a Petro. Aparte de la ‘vice’, también salió de Palacio la mismísima primera dama de la nación, Verónica Alcocer, quien desde un comienzo tuvo mucho que ver con puestos y contratos. No solo les entregó unas asesorías importantísimas a unas amigas españolas sino que consiguió una de las entidades con mayor presupuesto, el Bienestar Familiar, para su propia vecina de urbanización. Entre otras cosas, también reclamó para sí el desempeño de funciones diplomáticas sin cumplir los requisitos para hacerlo. Con nuestro dinero, le ha dado varias vueltas al mundo como ‘representante’ de Colombia en audiencias privadas con el Papa, en los funerales de la reina Isabel II de Inglaterra, del primer ministro japonés Shintzo Abe y del mismo papa Francisco hace pocos meses, así como de la coronación del rey Carlos III. Pero parece que doña Verónica no soportó haber sido remplazada por un travesti y se fue, aunque ella misma tampoco es que tenga fama de ser una dama. No obstante las deficiencias de estas dos señoras, hasta se llegó a hablar de su candidaturas, para continuar el proyecto petrista, en 2026.
Mirando el panorama a grandes rasgos, llegamos a Gustavo Bolívar, el discípulo que tanto ama a su maestro. El único que hasta hace un tiempo podía exteriorizar autocríticas sin que el jefe se enfadara. Un sujeto sin escrúpulos que ganó fama y fortuna enlodando al país y a sus mujeres en telenovelas de sicarios. Un sujeto que promovió y patrocinó de su bolsillo las ‘primeras líneas’ criminales en 2021. Un sujeto con antecedentes de estafar a sus amigos provocándoles el suicidio. El libretista parecía tener pavimentada su entrada a la Casa de Nariño pero su jefe ya no lo quiere, a decir de muchos, por su derrota en las elecciones para la alcaldía de Bogotá. Sin embargo, tuvo un paso eficaz por el Departamento de Prosperidad Social, desde el que otorgó subsidios a diestra y siniestra, con lo que en gran parte se mantiene la favorabilidad de Petro en el país. Renunció Bolívar para aspirar a la presidencia sin el aval del jefe y cayó en desgracia. “Los que renunciaron, renunciaron”, dijo para rechazar su presencia en un acto público.
Como si fuera poco, otro que se fue y del que solo recibe fuego amigo es de su canciller, el fariano Álvaro Leyva, el que le acolitó de todo, como relata en sus epístolas, hasta que tuvo que renunciar por un escándalo menor como el de los pasaportes. Ha sido Leyva, funcionario de su propia entraña, el que ha puesto de presente el tema de su drogadicción, y el que ahora se ha puesto a la cabeza de un complot por lo menos para pedirle la renuncia.
Este es un gobierno de escándalos, un gobierno vergonzoso. En su recta final, los funcionarios técnicos son remplazados por bandidos en una tarima o en residencias ecuatorianas de lujo donde se planean actos criminales. Hasta nos podemos lamentar de que una ministra de Justicia como Ángela María Buitrago, caracterizada por sus posiciones de extrema izquierda, haya sido remplazada por Eduardo Montealegre, que no es un jurista movido tanto por ideologías sino un lóbrego y siniestro malandrín, un bandido que hoy está encargado de urdir patrañas jurídicas para violar, en favor de Petro, la Constitución y la ley. Ya veremos también cómo se enturbian las aguas de todo lo que toque el nuevo Jefe de Gabinete, el activista y fanático Alfredo Saade.
¿Se irá ahora la Sarabia dejando un inmenso vacío en el gabinete de Petro que después sea llenado por alguien peor? No lo creemos, ella sabe demasiado y su salida del Gobierno no es buena ni para la salud de Petro ni para la de ella. Difícil que un sicario falle otra vez. Si a esta niña no le vuelven a poner oficina al lado de su patrón, le darán una de las mejores embajadas para mantenerla del lado del Gobierno. Con el peso que ha tenido en este cataclismo, se puede dar el lujo de ir buscando casa en Washington.