jueves, abril 18, 2024
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(INVESTIGACIÓN) La historia del «sicariato psicológico» de Daniel Quintero y sus escoltas, que hostigaron a una mujer por un comentario y un video el domingo

Unidad Investigativa

No es la primera vez que el alcalde de Medellín, Daniel Quintero, protagoniza un escándalo en un restaurante de la ciudad con actitudes que rayan con la falta de ética pública y la falta de moral, ya evidenciada por el mandatario, que suele tener actitudes cuasi delincuenciales y mafiosas, como ya había ocurrido en un restaurante del Grupo El Cielo, en el que hizo despedir a una cantante, solo porque le negó el saludo.

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El más reciente episodio lo protagonizó en el restaurante San Carbón, el mismo que es de propiedad de familiares del exconcejal y uno de los mejores amigos de Quintero, Albert Corredor; en donde el pasado domingo en la noche, comensales disfrutaban de sus platos y a su vez del partido Nacional vs.Tolima.

Para nadie es un secreto el amplio rechazo social que despierta Daniel Quintero Calle, con manifestaciones que, inclusive, le han valido momentos incómodos como cuando ha sido objeto de silbatinas y rechiflas en partidos de fútbol, eventos culturales y conciertos. La primera y más recordada fue en otro partido del Nacional en el Atanasio Girardot, aunque también ha padecido el rechazo en el Teatro Carlos Vieco, donde tuvo que huir del lugar ante las rechiflas de los asistentes a un acto cultural. Además, el repudio en el concierto de Maluma con Madonna lo obligó a salir raudo del lugar. Es bueno recordar que, en el mismo concierto, Quintero Calle puso a su cuerpo de escoltas a pelear con la seguridad de Madonna, porque no lo dejaron ingresar a la tarima.

La actitud delincuencial del alcalde, utiliza y mancilla la imagen de la Policía, a través del jefe de escoltas conocido como el capitán Yepes, un oficial cuestionado que, según las múltiples denuncias públicas en su contra, pasa por encima de la dignidad y del respeto al uniforme, convirtiéndose en el ejecutor de los abusos de autoridad ordenados por quien actúa como mandatario local. En un reciente episodio, el jefe de escoltas del alcalde fue denunciado públicamente por increpar al personal de recepción del edificio C13, a quienes hostigó y amenazó intentando obtener las grabaciones de las cámaras de seguridad, para establecer quién estaba fotografiando al alcalde a su ingreso al edificio en donde se venía reuniendo con abogados.

Las actitudes de Quintero, cuando no han sido las de insultar a quienes lo chiflan, es intimidar con la fuerza policial y la «autoridad» mal utilizada, que pasa por el abuso del jefe de escoltas, quien viola la ley e intenta «empapelar» a quienes se resisten a sus ilegales procedimientos.

Catalina, nombre cambiado que se utilizará para proteger la identidad de la víctima del alcalde Quintero el domingo en San Carbón, está hoy «muerta de miedo». Y no es una exageración. IFMNOTICIAS.COM tuvo la oportunidad de conversar con dos personas allegadas a ella, quienes manifestaron que Catalina «quiere meterse en un hueco bajo tierra luego de lo que le pasó el domingo».

Es tal el temor y el estrés por el que está pasando, que a dos días de lo ocurrido, Catalina no sale de su casa, en donde se encuentra acantonada, tras los difíciles momentos a los que fue sometida por parte de la escolta de Daniel Quintero. Y es que ella, en una libre manifestación de expresión y rechazo al alcalde, lo grabó sentado con su celular y le hizo el siguiente comentario, en medio del partido, justo cuando pasó por la mesa mientras se dirigía al baño.: «Ve, los de Tricentenario aquí en San Carbón… ¡ay que bien!».


Este comentario, sería sencillamente el parecer de Catalina, que sin sospechar lo que pasaría, tranquila continuó su camino al baño. No habían pasado dos minutos, cuando ya en la puerta del baño, estaba el equipo de escoltas de Daniel Quintero mandados por él, herido en su ego. Cuentan las allegadas que «un hombre y una mujer la obligaron a salir y la condujeron a la parte exterior del restaurante» en donde comenzó el drama.

Según cuentan las allegadas a Catalina, fue el jefe de escoltas y una mujer también del cuerpo de escoltas quienes comenzaron a hostigar a Catalina, reclamándole por el comentario y por grabar al alcalde. Con improperios, le atribuyeron la comisión de delitos inexistentes, entre otros, «que había puesto en peligro la seguridad de Daniel Quintero».

Sin dejarla retornar a su mesa, vía radio, el jefe de escoltas llamó al cuadrante, mientras que en la mesa extrañaban la presencia de Catalina. Según cuentan las allegadas, nunca cesaron los improperios, amenazas y malos tratos de los escoltas, los mismos que se extendieron por unos 20 minutos mientras llegó la moto con policías.

Según el testimonio de las allegadas, en medio de la situación, hubo la extrañeza de un diplomático italiano quien nunca entendió el porqué en Medellín, una persona era requerida por la autoridad, por hacer un comentario y grabar a un alcalde que es, al fin y al cabo, un funcionario público. Cuentan que el diplomático se manifestó públicamente de su extrañeza pero regresó a su mesa.

Entre tanto, la policía requirió la documentación de Catalina, quien manifestó no tener su cédula consigo. Las allegadas a Catalina, resaltan el «buen trato» dado por parte de la policía del cuadrante, más reclaman la actitud vulgar, intimidante y casi violenta de los escoltas, especialmente de la mujer y del jefe de escoltas quien ordenó que para establecer la identidad de Catalina al no tener la cédula consigo, fuera conducida a la sede de la Sijín.

Cuando el cuadrante le dijo al jefe de escoltas que eso era demasiado, señalan las allegadas que el Jefe impuso su autoridad diciendo «yo soy su superior y me tiene que hacer caso». Ante ello, Catalina fue obligada a ir a la sede de la Sijin, en el Barrio Caribe.

En un comienzo, la iban a llevar en la moto o en una patrulla, pero al manifestar que cómo se iba a regresar, le permitieron ir en su carro. Para las allegadas, Catalina fue «voluntariamente obligada» a la Sijín, en su propio carro, ella conduciendo, un hijo suyo a un lado y en el asiento de atrás un policía.

Al llegar a la Sijín, los mismos policías se extrañaron del procedimiento y manifestaron que era una exageración y hasta un abuso de poder del jefe de escoltas. En últimas, lo que quiso hacer el alcalde fue solamente dañarle el rato a Catalina, obligándola a perderse el partido del Nacional y, de paso, escarmentarla solo por grabarlo y haberle hecho un comentario.

Desde todo punto de vista, el procedimiento es irregular, aunque para la Policía no fue ilegal. Fuentes policiales argumentan que lo que se hizo es el derecho que le asiste a la Policía de requerir a una persona para su identificación y que si esta no lo puede hacer, es menester de la misma Policía, establecerla. En esta oportunidad, conduciendo a la persona «de manera voluntaria» a la Sijín. El argumento se cae del propio peso, pues existen alternativas para establecer la identidad como acompañar a la persona a su casa por la cédula, permitir que llame a alguien para que se la lleve hasta el sitio, e inclusive, a través de otros documentos, como la licencia de conducir u otro que le permita corroborar la identidad. Asimismo, las unidades policiales tienen acceso a una base de datos en la que pueden confirmar la identidad de un ciudadano requerido, sin necesidad de semejantes aspavientos.

Una fuente de la Sijín le dijo a IFMNOTICIAS.COM que lo ocurrido el domingo es muy extraño y que no suelen llevarse a personas ante la Sijín si no se tiene sospecha de que son delincuentes. En el caso de la señora Catalina, la fuente afirmó que en realidad la querían empapelar, pero que ellos no se prestaron para ello e hizo la siguiente reflexión: «¿se imagina amigo periodista que trajeran a todas las personas que no tengan cédula cuando son requeridas en las calles, como estaríamos?

Desde la unidad de comunicaciones de la Policía Metropolitana, en contacto con IFMNOTICIAS.COM se notó la incomodidad generada por el Jefe de Escoltas del alcalde Quintero, aunque se buscó justificar totalmente el procedimiento desde la legalidad. No obstante, la principal preocupación estaba dirigida a la información dada por este medio cuando no se había podido establecer el paradero de Catalina.

Y es que las denuncias llegadas a IFMNOTICIAS.COM sobre un posible secuestro de Catalina, por parte de los escoltas de Daniel Quintero, fueron contundentes en los diferentes mensajes de quienes fueron testigos del episodio en San Carbón.

Según la unidad de comunicación y relaciones con la prensa de la Policía Metropolitana, «el procedimiento fue legal y la persona fue a la Sijín voluntariamente y por sus propios medios», en contraste con la afirmación de las allegadas, «fue voluntariamente obligada».

Y es que en reflexión de las allegadas, nadie va a ir a la Sijín por voluntad propia si no es llevada, por eso atrás en el carro iba un policía y varias motos siguiéndola.

Para la Policía, siempre se supo donde estaba Catalina, nunca estuvo desaparecida. Es más, dicen que una vez le fueron tomados sus datos, fue escoltada hasta su casa, algo que confirman con preocupación las allegadas, pues en la Sijín quedaron con todos los datos y al escoltarla, la policía sabe dónde vive. Esa es una de las razones del temor por lo que Catalina no quiere ni salir de la casa. No sabe qué esperar de las órdenes que pueda dar Daniel Quintero en su contra.

«Lo cierto en esta historia es que Daniel Quintero Calle utiliza a sus escoltas como ejecutores de miedo, terror y pánico, en contra de quienes se atreven a desafiar su comportamiento de reyezuelo o emperadorcillo» dice una fuente a quien se consultó sobre si al respecto cabe algún reclamo jurídico, enfatizando en que este tipo de abusos de autoridad son más una especie de escarmiento que Quintero da y que sus ejecutores, los escoltas de la policía, terminan siendo verdugos, con difícil reclamación, pues Catalina, al no portar la cédula, dio pie para que la atemorizaran.

Es el régimen del terror. Daniel Quintero olvida que es un personaje público y que, como tal, puede ser grabado y que las personas tienen derecho a hacer comentarios en la libre expresión y por ello no pueden ser hostigados, perseguidos o ultrajados. En este caso, sí hay un delito, dice el asesor jurídico, «y se trata de violencia psicológica contra una mujer por parte de autoridad»: solo depende de si el miedo le permite a Catalina denunciar.

Finalmente, queda en el aire la reflexión sobre ¿cuál es la licencia que tiene el alcalde para utilizar la fuerza pública, en este caso a la policía que le sirve de escolta, para hacer terrorismo? No es la primera vez. Ya intentaron hacerlo en el edificio C13 y ahora con una mujer vulnerable y desprotegida. ¿Qué sigue? ¿Seguirá la Policía y sus altos mandos permitiendo estos abusos de poder ordenados por el alcalde y que se utilice a policías cuestionados para actuar como sicarios morales?

Claro que hay que recordar que varios generales han intentado trasladar al jefe de escoltas del alcalde y se han ido antes que él. Preocupa la vulnerabilidad de la sociedad ante estos hechos.

*(Catalina es el nombre cambiado de la víctima para proteger su identidad)

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