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viernes, octubre 18, 2024
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    (ESPECIAL) El Valle de los Zombies: El Bronx 2.0 de Medellín

    En el corazón de Medellín, entre la Calle San Juan y el Puente de la Madre Laura, se extiende un corredor de casi tres kilómetros que ha sido bautizado por los locales como el “Valle de los Zombies”. Esta franja, ubicada sobre la Avenida Regional y el malecón del río Medellín en su costado oriental por las vías férreas, se ha transformado en un territorio inhóspito, dominado por personas en condición de calle, adictos y habitantes informales que han tomado el lugar como su hogar. Lo que alguna vez fue proyectado como un espacio de sendero para el disfrute turístico y deportivo, hoy es un reflejo descarnado de una realidad social que muchos prefieren ignorar.

    Este trayecto, que atraviesa importantes puntos de la ciudad como el SENA, la Plaza Minorista, el Puente de Colombia, el Horacio Toro, la Universidad de Antioquia y la Terminal de Transporte Norte; ha sido apropiado por aquellos que no encuentran refugio en las políticas de vivienda o salud pública. La zona, bajo un código social propio y difícil de interpretar, se convirtió en una especie de “Bronx” paisa, donde la indigencia y el consumo de drogas son el común denominador.

    Conocidos popularmente como “zombies”, los habitantes de esta franja de la ciudad deambulan sin rumbo fijo, sumidos en un letargo inducido por las drogas que consumen a lo largo del día. El río Medellín, que atraviesa este tramo como un testigo mudo, se ha transformado en su espacio de baño colectivo. Allí, entre cambuches de plástico y cartón, fogatas improvisadas y túneles de desagüe, sobreviven al margen de la sociedad.

    Bajo los puentes que conectan diferentes puntos de la ciudad, se erigen pequeñas comunidades. Algunos logran guarecerse, mientras otros se conforman con cubrirse con cualquier material disponible para soportar el frío de la noche. Las fogatas no solo sirven para cocinar lo que consiguen, sino para calentar sus cuerpos durante la madrugada. Esta vida en la calle es una lucha diaria por la supervivencia, donde solo los más fuertes logran mantenerse en pie.

    El temor entre los ciudadanos de Medellín por transitar esta zona es palpable. Los conductores que cruzan la Avenida Regional no solo deben enfrentarse al caos vehicular, sino al riesgo de ser víctimas de robos o agresiones. En este último año, los ataques con rocas lanzadas desde los puentes se han vuelto tan comunes que han dejado cientos de heridos y, trágicamente, se ha cobrado la vida de una persona, lo que hizo visible este problema ante la opinión pública.

    Los asaltos a los vehículos en medio de los atascos se han vuelto una constante. Desde el robo de espejos retrovisores y farolas, hasta ataques más violentos en los que los vidrios de los automóviles son rotos para arrebatar celulares y pertenencias. En esta zona, cualquier detención en el tráfico puede convertirse en una pesadilla para los conductores.

    El “Valle de los Zombies” es una mancha en el mapa de Medellín que demanda una intervención urgente por parte de las autoridades. La falta de seguridad y control sobre este territorio ha llevado a su transformación en un lugar donde reina la ley del más fuerte. Ni siquiera la policía se atreve a patrullar con regularidad este trayecto, que ha sido abandonado a su suerte.

    La administración municipal tiene una deuda pendiente con este sector de la ciudad. Recuperar el espacio público y restituir la dignidad de los habitantes de la calle que allí sobreviven es un reto monumental, pero necesario. Estos seres humanos, comparados con “muertos vivientes” por muchos ciudadanos, son reflejo de una crisis social que va más allá de la pobreza. La solución no puede ser simplemente expulsarlos de la zona; se requiere una intervención integral que abarque desde el acceso a servicios de salud mental y rehabilitación, hasta la creación de alternativas de vivienda y reintegración social.

    El “Valle de los Zombies” es un grito desesperado en una ciudad que, mientras se proyecta como un referente de desarrollo y modernidad, no puede ignorar las sombras que acechan bajo sus puentes.

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