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viernes, junio 21, 2024
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    (OPINIÓN) ¿Justifica ser Presidente?. Por: Diego Arango O

    El sueño de muchas personas es llegar a ser Presidente de la República de muchos países, pero en este análisis que hago con objetividad y con el fin de dar a entender lo difícil, ingrato y perjudicial para muchos presidentes y expresidentes, en este caso me limitaré a los latinoamericanos de finales del siglo XX y del presente.

    Comienzo diciendo que para muchas personas ser Presidente es un sueño, alcanzar la gloria, destacarse ante los demás, gozar de reconocimiento, honores y poder. Para algunos, riqueza. Pero en la medida que el camino se va desarrollando, se van presentando las tentaciones, la necesidad de dinero para el inmenso costo de las campañas, pago de favores, las vinculaciones en muchos casos con personajes delincuenciales, encontrar la manera de lograr un gran capital económico, manejar el control de sus familiares y amigos cercanos que utilizan la proximidad para su beneficio, comprometiendo al Presidente en errores que muchas veces cae, sumado a todo lo anterior los enemigos que se van granjeado durante su carrera política y más aún en el ejercicio del poder.  

    Un expresidente me decía que él sentía siempre una gran angustia porque se situaba con un pie en la cárcel y otro en el cementerio, aunque me aseguraba que nunca había abusado del poder, costándole mucho llegar ahí, alejándose de su familia y entrando en gran soledad, todo ello porque el poder lo envolvía.

    A nivel de ejemplo podría citar más de veinte expresidentes latinoamericanos que han terminado presos, exiliados y perseguidos. Solo citaré algunos que han estado o que serían los próximos: en Perú, Alberto Fujimori, Alan García (suicidado), Ollanta Humala, Alejandro Toledo, Pedro Pablo Kuczynski, Pedro Castillo y a la presidenta actual Dilma Boluarte.

    En Brasil, Fernando Collor de Mello, José Sarney, Luis Ignácio Lula da Silva (actual presidente), Dilma Roussef y Michel Temer.

    En Ecuador, Abdalá Bucaram, Rafael Correa, Fabián Alarcón, Lenin Moreno y Jorge Glas.

    En Venezuela Marcos Pérez Jiménez, Carlos Andrés Pérez (q.e.p.d.).

    En Panamá el famoso General Noriega quién murió en prisión, el empresario Ricardo Martinelli.

    Los ha habido en Argentina, Bolivia, Paraguay, México, Honduras, El Salvador, Guatemala, Haití y bueno otros países más que se me escapan. Pero lo cierto es que no hay trabajo más ingrato que ser Presidente de una República.

    Colombia es de los pocos países que sus presidentes han pasado por prisión. Limitándome al siglo pasado y al presente se registra al expresidente conservador Laureano Gómez, quién al ser depuesto del poder por Golpe de Estado, estuvo retenido poco tiempo hasta marcharse al exilio. En cambio su sucesor, de hecho, el general Gustavo Rojas Pinilla terminó encarcelado en una fragata por mucho tiempo. De ahí en adelante ni al expresidente Ernesto Samper Pizano por el famoso proceso ocho mil, lo pudieron poner en prisión. Recientemente al expresidente Álvaro Uribe Vélez lo tuvieron detenido domiciliariamente un corto tiempo por un burdo montaje que aún lo persigue.

    Todo lo anterior lleva a la realidad que no existe trabajo más ingrato y mal pago que esa dignidad, no solamente por el fin, sino por las horas, los días, los meses y años de presión, angustia e incertidumbre del futuro de un gobernante.

    Por eso es la pregunta: ¿Justifica ser Presidente? Quizás preguntarles a ellos si ha valido la pena donde el mismo, su familia y su futuro son impredecibles.

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