domingo, julio 20, 2025
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(OPINIÓN) El payaso interior. Por: Juan Ortiz Osorno

“Aprender a sentir el trabajo del espíritu, eso es hacerse pensador.”

Fernando González.

Cuando Envigado quedaba a siete centavos en tranvía de Medellín, vivió y escribió el que ha de ser el paisa más honorable: Fernando González (1.895-1964) Conocido como “el filósofo de Otraparte” por el nombre que le dio a su casa, Otra Parte, escrito unido: Otraparte, en la entrada de Envigado y que aún existe, hoy, como museo hermoso. Antes, como una casa alejada de la ciudad. A la que Fernando llegaba luego de pagar siete centavos para que el tranvía lo alejara de Medellín. Por eso, Fernando coloquialmente decía que vivía a siete centavos de Medellín.

Fernando era profundo, independiente e irreverente. Criticó hace 105 años a la iglesia, a los políticos y a las costumbres culturales de la época. Mezcló filosofía, literatura y autobiografía, en un estilo místico de introspección. Fernando escribió sobre las cosas más profundas del ser humano con una simpleza magistral. “Que es el espíritu, instrumento músico del cual arranca armonías la vida que pasa.” Al leerlo, entiendes todo: “Es necesario huir de la manera de vivir de los zafios (vulgares): sentir y no saborear las cosas sentidas.” Y cuando lo lees, siempre hace lo mismo: Te hace ver claro: “Todas las cosas humanas tienen su razón en el engranaje del universo. Son bien y están bien. El decir debió ser así, es querer acomodar un mecanismo tan vasto y perfecto, como es el mundo que evoluciona, a nuestra débil y limitadísimamente.”

Fernando González, filósofo irreverente, coincide con las más profundas corrientes intelectuales y espirituales del mundo, a las que él no tuvo acceso. Pero a lo que Fernando tuvo acceso, fue a él. Y desde él, miró el mundo y lo describió, sin pretensión alguna. Sus obras más conocidas: Viaje a pie, mi Simón Bolívar, Los Negroides y El Hermafrodita Dormido. Su obra menos conocida, las notas sueltas de un tratado filosófico que escribió, al mismo tiempo que su primer libro, Viaje a Pie y que nunca publicó, pero la Universidad EAFIT sí. Desde el 2005: “El Payaso Interior” Allí está la semilla de todo su pensamiento posterior desarrollado. Es impresionante cómo un hombre ensimismado y a través del estudio, y de la escritura, se haya adelantado en cien años a ideas que hoy rigen el mundo. La obra de Fernando González coincide con prácticas como la meditación, la atención plena y el diálogo interior. Su sensibilidad lo coloca en sintonía con ideas que hoy vemos en Eckhart Tolle, “best seller” de autoayuda, Krishnamurti, pensador de la India, Tich Nhat Hanh, monje budista o Sadhguru, yogui indio.

Fernando escribió: “Considerad cuán irresponsable es el hombre de sus actos, puesto que estos dependen de la visión espiritual, y ésta de la elaboración inconsciente que el espíritu hace de las sensaciones recibidas” Esto recuerda a la noción de Freud de que nuestros actos están determinados por nuestro inconsciente. Pero también a la sensibilidad Budista. Fernando escribió: “Tal vez sea necesario dar al espíritu, o mejor dicho, a la meditación, algunos tiempos de hacer cosas. Tal vez sea preciso vivir, vivir, para después meditar, imitar a las hormigas que llenan en verano la despensa para alimentarse en invierno.” Recuerda la práctica Zen y Budista, de la vida plena y consciente. Fernando escribió:

“El payaso interior se llama este libro. Porque es el espíritu (El Payaso Interior) algo tan delicado que hasta la más sencilla sensación lo modifica. ¿Habéis visto esos muñecos que hacen cabriolas cuando se les tira de una cuerda? Pues idéntico es el espíritu. La sensación más sencilla lo modifica grandemente. ¡A sus cabriolas las llamo yo visiones espirituales.” El mismo planteamiento actual de la neurociencia que describe a la mente como extremadamente sensible a estímulos, siempre moviéndose. Fernando escribió: “Las conversaciones tontas es claro que atontan, puesto que hacen perder la costumbre de mirarse a sí mismo.

El que se entregue al estudio de sí mismo, sólo con ese fin debe emprender otros” Hoy el mindfulness y la terapia enseñan, desde la filosofía Zen, que el ruido social aleja el conocimiento propio. Fernando escribió: “Es necesario acostumbrar al alma a soportar los golpes de la suerte. Nada mejor para eso que el imprimirse bien en ella el convencimiento de que las cosas más inverosímiles pueden acaecer… que el espíritu jamás debe ser encadenado. Debe esperarlo todo y todo estar dispuesto a recibirlo.” Esto recuerda la escuela estoica y el budismo. Fernando escribió: “La amargura de la vida se renueva cada vez más triste a medida que pasan las ilusiones… El único consuelo del espíritu envejecido, desilusionado: Despojarse de sus creencias y de sus esperanzas. Es la vida no un conseguir verdades, sino un desbaratar sueños…” Una mirada budista sobre el desengaño del ego y la necesidad de vaciarse de ilusiones.

Fernando escribió: “Es necesario reconocer que sin sensaciones es imposible la vida del espíritu… Las sensaciones son como las flores de las cuales elabora su miel, la abeja del espíritu… Lo que yo afirmo es que es preciso ser lentos y aprender a recogerse y a estar en compañía de su alma” Aquí un llamado a no vivir de manera superficial, tal como enseña Thich Nhat Hanh. Fernando escribió: “¿Por qué la razón no le da a uno el valor suficiente para obrar? La causa es que la certeza absoluta no existe ni puede existir. El campo de la duda es aquel en que está asentado el hombre.” Esto es lo mismo que plantea la filosofía existencialista y lo mismo que expresa la sicología cuando enseña a actuar a pesar de la incertidumbre.

Es fascinante cómo un hombre encerrado, en una finca, en Envigado, pudo anticiparse y coincidir con las más diversas corrientes de pensamiento, aún vigentes en el mundo. Un hombre que escribió sobre el tema hace 105 años, encerrado en una finca, cuando costaba siete centavos el pasaje para ir o venir de la ciudad a la provincia y viceversa. Cuando Otraparte era lejos de Medellín. Cuando Otraparte era un refugio para pensar sobre el hombre que produciría esta ciudad. Criticaba ya nuestra cultura paisa, que produciría luego el narcotráfico, luego el reguetón, las webcam sexuales y los corridos tumbados. Que se oyen a todo volumen, siempre, en los trancones donde ningún local ni extranjero, puede saber que ahí empieza Envigado, que ahí queda la casa que antes quedaba lejos de la ciudad.

Que ahí queda Otraparte. Que, curiosamente, sigue estando en la misma parte. En un municipio célebre en las noticias, por La Oficina de Envigado, lugar de contratación de sicarios y oficios varios y no por ser la cuna de uno de los pensadores más grandes que haya tenido Colombia, en general. Y Envigado y Medellín, en particular: Fernando González: Un adelantado a su época, que si adquieres la costumbre de leer, puede incluso liberarte:

“Es necesario no esperar nada bueno de los hombres si a ello no los obligamos. Una cosa es cierta: aquel que nació con condiciones para ser negociante, será buen negociante; el que nació con carácter de tenorio (mujeriego), será buen tenorio; el que nació con carácter de dominador (dictador), dominador será; pero la meditación y el llegar a conocer muy bien las condiciones y modos de ser del negociante, del dominador y del tenorio, no hacen a uno nada de eso. En una palabra: la razón no puede cambiar en nada el modo de ser de una persona. El hombre obra instintivamente; no por lo que sabe sino por lo que es.”

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