Por Claudia Posada
“La educación genera confianza. La confianza genera esperanza. La esperanza genera paz”, frase de Confucio. El pensador y pedagogo chino considerado entre los más grandes en la historia de la humanidad, impartió educación a la gente del común; ante Confucio, ricos o pobres tuvieron la misma oportunidad de educarse porque como sabio y maestro, dio a la Educación el lugar preponderante al que él sumó justicia, humildad, cortesía, bondad y amor al país, poniendo en práctica los principios rectores de igualdad de oportunidades en la vida diaria.
En el proceso de formación intervienen el aprendizaje y la experiencia. ¿Y qué es lo que se desea del uno y la otra? Que no sean exclusividad para los ricos. Una lucha que sigue dándose a través del tiempo en unos países más que en otros, desde luego, con grandes coincidencias entre oportunidades, satisfacciones y felicidad.
Pero cuando hablamos de Educación en los términos planteados por Confucio hace siglos, tendremos que diferenciarla de lo que es Inteligencia y en consecuencia asignarle a ésta el valor de estimularla con el aprendizaje y la práctica. Entonces es aquí en donde entra a jugar la relación instructor-aprendiz y las funciones del SENA específicamente, pues pertenecen al proceso de experimentación.
Hace más de sesenta años nació en Colombia el SENA. Su objetivo fue llenar el vacío existente en el adiestramiento para el empleo; desde entonces, se encarga de “cumplir la función que le corresponde al Estado de invertir en el desarrollo social y técnico de los trabajadores colombianos, ofreciendo y ejecutando la formación profesional integral, para la incorporación y el desarrollo de las personas en actividades productivas que contribuyan al desarrollo social, económico y tecnológico del país”.
Su misión así, se ha ido enriqueciendo tanto año tras año, que hoy indiscutiblemente se ajusta a la Visión que alguna vez escribieron: “En el año 2022 el SENA se consolidará como una entidad referente de formación integral para el trabajo, por su aporte a la empleabilidad, el emprendimiento y la equidad, que atiende con pertinencia y calidad las necesidades productivas y sociales del país”. A fe que la alcanzaron. En el SENA se fortalecen competencias y habilidades gracias a la práctica que consigue el aprendiz, y desde luego por la cooperación de su patrocinador.
Centrándonos entonces en el componente Educación, como aquel derecho para ricos y pobres del que habló Confucio, entendemos el porqué de la Confianza que genera Esperanza y cómo ésta conduce a la paz.
Estamos en plena campaña política; prácticamente en la etapa última para la jornada electoral de primera vuelta. Los colombianos hemos oído y visto debates en donde se les ha dado espacio a algunos de los candidatos -mucho más a unos que a otros- para exponer lo que piensan en cuanto a los temas de mayor prelación en el ámbito nacional. Sobre Educación se ha discutido poco, y en general no se ha profundizado, en parte, porque los debates no lo permiten en razón del tiempo. Es decir, ni siquiera como concepto, en una escala de prioridades para que el elector se forme la idea de su importancia en cada uno de los participantes en la contienda, se ha tocado; a no ser por iniciativa de algún candidato para quien sí tiene un altísimo valor y la menciona si hay ocasión.
¿Qué puede en resumen abonar a la paz? La Esperanza. ¿Y cómo llenarnos de Confianza? A través de la Educación. Pero es que a los legisladores colombianos tampoco les interesa la educación como un derecho para todos porque confunden las oportunidades con plata en los bancos. Generar oportunidades en un sistema educativo enmarcado en derechos democráticos no está en sus cálculos, ni en los de algunos candidatos que dan grima por volatineros.
Conclusión: La paz tampoco la quieren ciertos sectores, así que no hay interés por rescatar la Educación. Ya no hay confianza, y nos están robando las esperanzas.
