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sábado, mayo 18, 2024
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    La narrativa que se calló y se cayó

    The Great Reset (El Gran Reinicio) fue el nombre que recibió la quincuagésima reunión anual del World Economic Forum (WEF) celebrada en 2020 porque Klaus Schwab, fundador y líder supremo del Foro, pretendía imponer un nuevo modelo económico y financiero que fuera “más justo”, desarrollando un concepto de lo “justo” inspirado en la leyenda de Robin Hood. Despojar a todos de todo como prerrequisito para alcanzar la felicidad plena en el año 2030.

    El plan de Schawb hizo que a sus difuntos padres, Eugen Wilhelm Schwab y Erika Epprecht, los relacionaran con el comunista partido Nacional Socialista Obrero Alemán (Nazi), con los masones de más alto grado y con la familia Rothschild porque lo que pretendía el foro, propiedad de Schwab, era que una minoría multinacional, que se la pasa en Davos, se hiciera con el dominio y el control total sobre la población mundial con base a lo que decía en unas piedras gigantes que algún desconocido puso en Elberton, Georgia, Estados Unidos que, coincidencialmente, fueron destruidas esta semana.

    En la historia, los momentos de gran auge económico y prosperidad son seguidos por alguna guerra o cataclismo o pandemia. El crecimiento y desarrollo económico que crea riqueza y prosperidad son contrarios a la pobreza y a la miseria generalizada. Son contrarios al fracaso del capitalismo. Para implantar el comunismo, según Marx, se necesita del fracaso del capitalismo como condición previa para el triunfo de la revolución final.

    No es una coincidencia que dictadores comunistas como Fidel Castro, Adolfo Hitler, Hồ Chí Minh, Benito Mussolini o Mao Tse-Tung, al tomarse el poder, iniciaran una persecución asesina en contra de los empresarios, empezaran con el saqueo de las arcas públicas y privadas, la expropiación de las tierras y promovieron la destrucción del aparato productivo que traía pobreza, miseria y hambre, necesarias para consolidar su poder y dominio absoluto sobre la población.

    Sin embargo, seguir secuestrando y asesinando a los ricos, seguir hablando mal del imperialismo yanqui, seguir despotricando de la oligarquía o seguir leyendo “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano, estaba creando enormes contradicciones entre la vida glamurosa y la narrativa de los habituales asistentes al Foro Económico Mundial de Klaus Schwab en Davos, adonde asistían a rendirle cuentas a su líder supremo, aunque unos dicen que el verdadero líder supremo vive en Roma.

    Entonces, se vieron forzados a hablar, mejor, del clima, del aumento de la población mundial y de la escasez de comida (neo maltusianismo), del racismo, del aborto, de las migraciones, de los derechos ancestrales de los pueblos aborígenes, del empoderamiento femenino o del orgullo LGBTIQ+ que se convirtieron en armas de destrucción masiva del capitalismo, la narrativa encargada de hacer quebrar a las economías nacionales y propiciar el fracaso del capitalismo.

    No es marxismo cultural, se trata de la legitimación del expolio a gran escala y de la justificación de la destrucción del aparato productivo, satanizando a las diferentes industrias por “lo del clima” e integrando, a la brava, al mercado laboral a mano de obra, incapaz e ignorante, cuya única virtud es pertenecer a alguna minoría supremacista, sin capacidad alguna para ser productiva.

    Minorías supremacistas como los aborígenes chilenos que van a convertirse en los dueños de todo Chile porque despojaron a todos los chilenos de sus tierras, de sus casas, de sus industrias, si es aprobada en un referendo la nueva constitución, lo que sepultará para siempre a la otrora pujante y rica economía chilena. La expropiación, la bomba atómica que destruye el libre mercado, pilar del capitalismo.

    La narrativa de Klaus Schwab, lleva más de 50 años atrofiando a la humanidad, dejando inutilizados a los más vulnerables por su ignorancia que, el WEF, logró capitalizar, castrando su capacidad de pensar y de formarse su propio criterio en complicidad con las universidades del mundo. El determinismo medieval de los que consideran que se van a morir todos por culpa del clima. ¿Para qué estudiar o trabajar o producir?, si la humanidad está condenada a desaparecer en la mitad de un diluvio o achicharrados por los rayos del sol.

    Hasta las redes sociales y los contenidos publicados por analfabetas funcionales y artistas decadentes, repitiendo lo que decía Schawb y atacando a todos los que se opusieron al plan de dominación global, jugaron un papel clave mostrando que no había necesidad de estudiar o de trabajar para poder vivir sabroso. Si nadie trabaja, produce y genera riqueza, el capitalismo fracasa.

    La pandemia, al parecer, era la obra cumbre de los que querían apoderarse del gran pedazo del mundo que les faltaba para que el supra gobierno de las oenegés, encabezado por la ONU, consolidara el control supremo sobre las naciones que habían perdido su soberanía bajo el mandato de una oenegé como la Organización Mundial de la Salud (OMS).

    Pero, de repente, algo pasó y la pandemia y sus consecuencias se convirtieron en la lápida de las intenciones y de la narrativa del Foro de Schwab, como si se tratara de uno de esos planes bastante elaborados del Coyote para atrapar y comerse al Correcaminos que parecían exitosos pero, contrario a lo esperado, siempre tenían un efecto bumerang y terminaban afectando gravemente al flaco Coyote, el creador del plan.

    El presidente de la otrora prestigiosa Universidad de Harvard, Larry Bacow, anunció que se retira de su cargo ante el evidente fracaso de la orientación woke que le dio a la universidad. Los padres de familia se hartaron de pagar cientos de miles de dólares para que personajes con el perfil de Juan Manuel Santos le enseñaran a sus hijos cosas inútiles que los estaba convirtiendo en seres inútiles para la sociedad.

    Amber Heard perdió en el juicio contra su exesposo Johnny Depp. El movimiento #MeToo pretendía, entre otras cosas, que las mujeres pudieran acusar a los hombres, solo por ser hombres, acusarlos sin pruebas y que fueran condenados porque sí. Las feministas esperaban, siempre, ser declaradas inocentes solo por ser mujeres y poder delinquir sin castigo para decirle a todos los que las acusen con pruebas y testigos, que son misóginos y que promueven el discurso del odio.

    La Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos corrigió una mala interpretación que se le había dado al derecho a la privacidad consagrado en la Constitución, que degeneró en la creación del “derecho” al aborto. El asesinato de niños como un derecho y no como un delito. La narrativa del aborto como un derecho, se cayó.

    La alcaldesa de Bogotá, cachorra de Davos, le prohibió a los bogotanos que fueran a jugar en la nieve que cayó en Sumapaz, localidad de Bogotá, porque sabe que se daña el cuento del calentamiento global. A la nevada en Bogotá se suma al aumento de las nieves perpetuas en las montañas nevadas de Colombia. Los estafadores que habían creado una mini industria, bastante lucrativa, alrededor del calentamiento global y del cambio climático, tienen que empezar a buscar un oficio.

    La gente se dio cuenta que el movimiento terrorista Black Lives Matter era un grupo de forajidos que se dedicaban a comprar mansiones con las donaciones que le daban los incautos. Gracias a eso, el mundo entendió que los esclavistas, los fundadores del Ku Klux Klan y los creadores y promotores de las leyes segregacionistas Jim Crow, eran los ancestros políticos de Joe Biden y Kamala Harris y de los otros militantes del partido Demócrata. Los esclavistas, racistas y supremacistas blancos jamás han sido los miembros del Partido Republicano. La narrativa del racismo y del supremacismo blanco, también se cayó.

    Klaus Schwab, sus representantes y demás agentes globales, califican de nazis o de fascistas a todos los que se opusieron a sus planes de dominación. Lograron volver vergonzante estar a favor de la vida, la libertad, la soberanía, la independencia, la democracia o el libre mercado, por haber convertido en axioma, calificar de nazis y fascistas a todos los que no estuvieran de acuerdo con los dogmas dictados desde Davos. Sobra decir, los nazis y los fascistas, son los ancestros ideológicos y programáticos del Foro Económico Mundial (WEF). El mito de los nazis y fascistas de extrema derecha, se cayó.

    En la última (literal) reunión del WEF, realizada en mayo de 2022, los asistentes a Davos se centraron en hablar de la posverdad y de las noticias falsas, tema que ha sido replicado alrededor del mundo porque saben que ya descubrieron sus reales intenciones. La revelación de la información y los hechos que ocurren en todas partes del mundo, de manera casi simultánea, lograron mostrar quienes son los que quieren seguir dominando al mundo con un falso discurso. La narrativa de Klaus Schwab se calló y se cayó, al parecer, para siempre.

    Con información de Panampost

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