Por: Carlos Andrés Echavarría Blandón.
Dentro de cada uno de los regímenes totalitarios que llegaron al poder en los últimos dos siglos, siempre se presentaron abusos en contra de las personas que pensaban de manera diferente, a los comúnmente conocidos como presos políticos, las dictaduras les aplicaron las más duras penas que en la mayoría de las veces, terminaban en la muerte del infeliz que osó opinar de una manera “indebida”.
Cada dictadura le ponía un nombre pomposo a su respectivo centro de reclusión para ocultar la verdadera intención del mismo, que era acabar con el espíritu, la virtud y la esencia de la persona que llegaba hasta allí para convertirlo en un discípulo adorador del líder, el régimen y el Estado; de esta forma cada prisionero terminaba como lo escribió de manera magistral George Orwell en su libro 1984, “morí amando al gran hermano”
El centro de reclusión más famoso de todos fue el aplicado por los nazis en contra de un sector de la población, cuyo único delito fue ser creyente de una religión difamada desde la llegada de Jesucristo; los campos de concentración en realidad solo fueron unos centros de exterminio a gran escala, máquinas de matar del capricho del líder todopoderoso del momento. No menos crueles fueron los Gulags de Stalin en donde millones de rusos perecieron en la fría Siberia, -en un próximo especial se abordará uno de ellos-; la Cabaña de Fidel Castro, -el cual fue presentado en un artículo anterior-El Ché en éxtasis – ifm noticias-; la Prisión de Pitești en la Rumania de Constantin Ion Parhon en donde los mismos presos eran los encargados de aplicar el adoctrinamiento a sus compañeros.
Actualmente, en donde China es la segunda superpotencia del globo, los abusos de su cruel dictadura -aún en ejercicio- son poco presentados a la opinión pública en post de no manchar el nombre del país asiático; el historiador español Francisco Díaz Villanueva, en su libro “La Historia Criminal del Comunismo”, expone los centros de reeducación empleados durante las horas más oscuras de la China de Mao.
“El más extenso y poblado de los sistemas penitenciarios de la historia no fue el Gulag,…, sino el Laogai chino”, con ésta primera frase se pude evidenciar la magnitud de los centros de reeducación que dejaban minúscula la cifra de los 14 millones de personas que fueron enviadas a perecer en Siberia. Laogai que en chino significa: Reeducación Mediante el Trabajo, fue la versión maoísta de los campos de concentración nazis, eso sí, “el número de reclusos superó con creces los 50 millones, casi la mitad perecieron víctimas del hambre, las enfermedades, el trabajo agotador, las condiciones infrahumanas de vida y las ejecuciones” Reeducación mediante el trabajo en donde una de cada dos personas que fueron llevadas allí, murieron en la cruel y sanguinaria China del Gran Timonel.
Luego de la experiencia de los Campos de Concentración Nazis y los Gulag de Stalin, Mao sabía que no podía utilizar un nombre que se asociara a una cárcel o un centro de reclusión, es así que los condenados a pasar largos tiempos en los Loagai técnicamente no eran prisioneros, “…un sofisticado sistema penitenciario en el que no había condenados, ni siquiera detenidos, sino ciudadanos cuyas convicciones revolucionarias flojeaban y que había que reformar y reeducar para beneficio de toda la sociedad”. Un factor común dentro de las dictaduras del proletariado, es que todo se hace en favor de la sociedad y es allí en donde los derechos individuales pueden ser pisoteados por un mal llamado, bien común, incluso un beneficio que tienen las personas en los países libres, que es la presunción de inocencia, no existía en China “En el momento en que alguien era detenido pasaba automáticamente a ser culpable y no al revés. No había ninguna posibilidad de demostrar la inocencia” Además, los Loagai eran construidos como si fueran unas fábricas o unas granjas comunales que trabajaban por y para el socialismo del país, “de este modo Mao presumía en el extranjero de no tener presos políticos, sino <<estudiantes>> y <<trabajadores>> que profundizaban en el conocimiento práctico del socialismo”
La situación más difícil para los infelices que caían a los Loagai, era que se tenían que autoinculpar redactando su supuesta confesión, obtenida en la mayoría de los casos mediante torturas físicas y para agudizar la situación, las condenas no eran claras “el <<culpable>> habría de permanecer por un tiempo indefinido hasta que fuese totalmente reeducado y se le pudiese reintroducir en la feliz China socialista”
El trabajo era interminable, las jornadas agotadoras y se tenía otro componente obligatorio, la educación, “Mao fijó cuatro principios de base que debían ser de curso obligatorio en todos los centros: el marxismo-leninismo, la fe en el maoísmo, la fe en el Partido y la dictadura democrática”, cualquier conversación entre los prisioneros por fuera de éstos cuatro temas, era severamente castigada, no se podía hablar de la familia, de los amigos, del sexo, de comidas, de religión, de su vida antes de la llegada de los revolucionarios en 1949, todo estaba prohibido, “lo primero era obligar a caminar a todo el mundo con la cabeza gacha, mirándose los pies, a todas horas del día, hiciesen lo que hiciesen”. No se les daba ropa, caminaban en andrajos; no tenían calzado, lo que les producía ampollas y llagas que se infectaban fácilmente; trabajaban 18 horas al día sin días de descanso o recompensa alguna, y es allí en donde esos otrora humanos, perdían todo su espíritu y orgullo por ser persona; cada granja era una versión socialista de cualquier serie de zombies que se presentan en la televisión.
La esperanza para muchos era que la muerte llegaba de manera rápida, “Sólo había dos comidas diarias extremadamente escasas. No se distribuía arroz ni carne, los presos tenían que conformarse con ínfimas raciones de caldo de maíz y verdura hervida” Pero obviamente no era para todos, solamente los presos que mostraban sumisión absoluta, tenían derecho a tomarse la sopa y si alguno quería una ración extra… “Si un preso denunciaba a un compañero por falta de entusiasmo durante las sesiones teóricas, tenía muchas probabilidades de obtener una ración extra de caldo o, directamente, el caldo del denunciado”
La mayoría de los presos del mundo le tienen pánico a ser llevados a la cárcel dentro de la cárcel. En los Loagai, la falta de entusiasmo, una disminución de la velocidad en el trabajo y hasta caminar erguido, podía ser un boleto de ida al calabozo “Se trataba de cubículos mínimos, auténticos nichos verticales en donde el condenado apenas podía tumbarse y permanecía esposado con las manos a la espalda, haciéndose sus necesidades encima y comiendo como un animal agachado en el suelo. Una condena en el calabozo que superase los seis o siete días significaba la muerte”
El gobierno chino decide dar por terminado el experimento de los Centros de Reeducación en el año 1997, “pero los loagai se resisten a morir, se calcula que entre seis y siete millones de personas siguen confinadas en campos de trabajo forzado, todos en la región del Tíbet. En Occidente, hoy como ayer, nadie dice nada”
Aunque muchos simpatizantes del modelo socialista piensen que la China de Xi Jinping, es un caso de éxito por tener un componente de libre mercado hacia afuera de sus fronteras, la verdad es que sus casi 1400 millones de personas viven dentro de un país en donde el individuo no existe, las personas son descartables y los caprichos de los gobernantes definen quien puede salir adelante y quien no. El socialismo en su vertiente Maoísta, fue el modelo de pensamiento que la guerrilla de ELN adoptó para su andar; la hoy dueña del narcotráfico en grandes extensiones del territorio nacional y que es responsable de la violencia disipada por todo el país, es la misma con la que muchos de los hoy candidatos al primer cargo de la nación desean dialogar y hacer acuerdos de paz.
El libro, “La Historia Criminal del Comunismo”, el cual está disponible en Amazon y en otras plataformas y librerías, es de obligatoria lectura para las personas que desean conocer los actos más escalofriantes que se realizaron alrededor del mundo, en los países en donde calaron las ideas de Karl Marx y que sus hoy militantes quieren esconder.