Por: Eduardo Mackenzie
Como logró que cinco jueces de la Corte Suprema de Justicia acataran, por ahora, su orden de detener, sin mérito alguno, al expresidente Álvaro Uribe, como un primer paso hacia su liquidación física y política, el jefe
de mamertolandia, Iván Cepeda, ya no cabe en sus calzones. Él se siente con derecho a amenazar a quien no baile como él quiere. Todo rechazo a sus dictados justifica las retorsiones más violentas. Es lo que acaba de ocurrirle, de nuevo, al director del Centro de Memoria Histórica quien fue notificado por El Espectador que Iván Cepeda, el árbitro no de las elegancias, como Petronius, sino de las porquerías, ha blandido contra él su peligrosa puñaleta.
Cepeda se queja de que el profesor Darío Acevedo Carmona haya pedido la libertad del expresidente Uribe y que Luis Guillermo Plata, gerente de la institucion que lucha contra el Covid-19, hizo otro tanto. El hombre
estima que Acevedo y Plata “han cuestionado la defensa que [el, Iván Cepeda] hace de las
instituciones judiciales y su independencia”.
Tales actitudes deben ser castigadas, eructa Iván Cepeda. El jefe comunista le ha pedido a la Fiscalía y a la Procuraduría que abra procesos penales contra Acevedo y Plata y los sancione. Pedir la libertad del
expresidente Uribe, derecho fundamental de cada colombiano, sea o no funcionario, es “interferir en una decisión judicial”, según el señor Cepeda. El conducatore mamerto decretó desde ese diario, sin que éste haya
osado cuestionar un segundo tal aberración, que es ilegal “promover acciones para favorecer a Uribe”.
Iván Cepeda quiere ilegalizar todos los actos y declaraciones de apoyo al expresidente Uribe. Quiere impedir que la ciudadanía se levante masivamente tras la consigna de “Libertad total y ya mismo para el
presidente Uribe”. El jefe mamerto quiere imponerles a los colombianos una actitud pasiva ante la arbitrariedad de esa detención y ante todo lo que sentencie una rama de la justicia que ha aceptado ser el
sucio peldaño que pisotean los enemigos de la humanidad en su carrera desaforada hacia el poder.
La ojeriza de Cepeda contra Darío Acevedo Carmona es ciega, sectaria y repetitiva. Hace unos meses quiso montarle un tribunal revolucionario en un salón del Capitolio, pero la abusiva operación le salió mal pues el
director del CNMH desmontó cada uno de los ataques. El jefe comunista vive de pataleta en pataleta pues quiere que Darío Acevedo se incline ante la hipótesis mamerta del “conflicto armado interno”, hipótesis
propagandística en la que las Farc aparecen como los líderes del campo del bien, como defensores de los derechos humanos, como una fuerza política que lucha “por la paz y el socialismo”, un régimen creador, según el embuchado narco-comunista, de abundancia y de felicidad general, contra unos gobiernos “fascistas” colombianos, que son los integrantes del campo del mal.
Como Cepeda carece del bagaje intelectual necesario para demostrar tal construcción mental, recurre a sus compinches dentro del aparato judicial para que aplasten la voz de su contradictor y la de los historiadores que, como Darío Acevedo Carmona, explican, con miles de testimonios de víctimas, documentos, estudios históricos, ensayos independientes y toda suerte de pruebas, la realidad del país, los sufrimientos de las poblaciones, y las atrocidades que las Farc cometieron y siguen cometiendo contra el pueblo de Colombia, sus gobiernos y su aparato de Estado. Por eso el grupo marxista del señor Cepeda se siente amenazado y, con artimañas de leguleyo, quiere retirar de los archivos del CNMH los testimonios de las víctimas que denuncian la barbarie de las Farc para substituir esa masa documental por las apologías arregladas de los victimarios.
¿Alguien ha leído un texto, un discurso, un bosquejo de estudio de Iván Cepeda sobre su idea del “conflicto armado interno”? Yo no, pero puedo estar equivocado. Quizás en alguna parte hay un trabajo luminoso de ese
personaje sobre tal teoría. Si alguien ha visto eso le ruego darme la indicación respectiva para leer y valorar tal proeza. Mientras tanto, Iván Cepeda podría emplear mejor su tiempo en la redacción de sus argumentos sobre el “conflicto armado interno” en lugar de rogar y vociferar ante la administración de justicia para que ésta lo auxilie en un debate con Acevedo Carmona que solo debería ser intelectual, leal y delante de todos.