El pasado 23 de enero, Colombia presentó oficialmente su candidatura para ocupar un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU durante el periodo 2026-2027.
En un acto realizado en la sede del organismo en Nueva York, el saliente canciller Luis Gilberto Murillo y la embajadora Leonor Zalabata encabezaron la campaña bajo el lema “Experiencia construyendo paz”.
La postulación busca resaltar los avances del país en procesos de paz y reconciliación como una carta de presentación para contribuir al mantenimiento de la seguridad internacional. Según Murillo, Colombia “está lista para liderar, está lista para servir”, destacando la experiencia del país en diálogos incluyentes y participativos que, en sus palabras, son un ejemplo para el mundo.
El Consejo de Seguridad de la ONU, compuesto por 15 miembros (cinco permanentes con derecho a veto y diez no permanentes), es el organismo más influyente en el sistema internacional para la toma de decisiones sobre paz y seguridad global. Para 2026, Colombia buscará obtener uno de los asientos rotativos en representación de América Latina y el Caribe, que actualmente ocupan Panamá y Guyana.
El país ya ha sido miembro del Consejo en siete ocasiones, la más reciente en el bienio 2011-2012. Sin embargo, el proceso para asegurar el puesto no será sencillo, ya que requiere el respaldo de al menos dos tercios de los miembros de la Asamblea General de la ONU.
El discurso de paz como estrategia
La candidatura de Colombia se enmarca en el mensaje de que su experiencia en procesos de paz es una contribución valiosa para la seguridad internacional. Este enfoque resalta los acuerdos firmados con las extintas FARC en 2016, así como los actuales diálogos con el ELN. Según el Gobierno, estos procesos posicionan al país como un referente global en la resolución de conflictos.
Sin embargo, mientras la candidatura promueve esta narrativa, el contexto nacional presenta otra imagen con respecto a la actual crisis en el Catatumbo que podrían cuestionar esa realidad.
La persistencia de la violencia en regiones como el Catatumbo, Cauca y Arauca, el recrudecimiento de las masacres, y los desplazamientos masivos ponen en duda la eficacia y sostenibilidad de los esfuerzos de paz en Colombia.
La postulación también enfrenta retos en el ámbito internacional, con respecto a tener que asegurar el apoyo de al menos dos tercios de los países miembros de la Asamblea General implicará una intensa labor diplomática por parte del Gobierno colombiano, especialmente en un escenario geopolítico marcado por tensiones y divisiones entre los bloques de poder.
La apuesta por un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU no solo representa una oportunidad para fortalecer la presencia diplomática de Colombia, sino también un desafío para alinear su narrativa internacional con las realidades internas.
El éxito de esta campaña dependerá no solo de la habilidad del Gobierno para construir consenso internacional, sino también de su capacidad para abordar las crisis que aún afectan a las regiones más vulnerables del país.
Cabe recordar que la última vez en que Colombia ocupó un asiento en el Consejo de Seguridad fue para el bienio 2011-2012, cuando por séptima ocasión logró la votación necesaria para acceder a dicha dignidad.
Actualmente, América Latina y el Caribe tiene dos representantes: Panamá y Guyana, siendo este último el país que dejará su asiento vacante a finales de 2025 que es la plaza por la que Colombia tendrá que competir.
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