miércoles, diciembre 10, 2025
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Voyager 1 alcanzará un día luz de distancia de la Tierra en 2026 un hito histórico en la exploración espacial

La sonda Voyager 1, lanzada por la NASA en 1977 y convertida desde hace años en el objeto creado por el ser humano que más lejos ha viajado, está a punto de sumar un nuevo capítulo a su legado. En noviembre de 2026, la nave alcanzará la distancia conocida como “un día luz” de la Tierra, una marca que simboliza tanto el inmenso recorrido que ha logrado como los retos crecientes para mantener la comunicación con ella desde el espacio interestelar.

La expresión “día luz” describe la distancia que recorre una señal a la velocidad de la luz en 24 horas, unos 26.000 millones de kilómetros. Para la misión Voyager, esto implica que cualquier comando enviado desde la Tierra tardará un día entero en llegar a la nave, y su respuesta necesitará otro día para regresar. Como lo explicó Suzy Dodd, gerente del proyecto en el Laboratorio de Propulsión a Chorro, se trata de una escala temporal que habla por sí sola del aislamiento al que se ha adentrado el dispositivo. Una simple comunicación podría tardar desde la mañana de un lunes hasta la mañana del miércoles en completarse.

Un viaje sin pausas desde 1980

Después de explorar Júpiter y Saturno, Voyager 1 inició en 1980 un trayecto directo y sin desvíos hacia el espacio interestelar. Desde entonces, su trayectoria y su velocidad, alrededor de 61.000 kilómetros por hora, se han mantenido estables. Esa ruta continua le permitió perforar la heliosfera, la burbuja de partículas solares que rodea al sistema solar, convirtiéndola junto con Voyager 2 en la única nave en operación más allá de ese límite.

La distancia actual, superior a los 25.400 millones de kilómetros, marca un récord continuo para una misión que no estaba diseñada para sobrevivir tanto tiempo. Las dos sondas se han mantenido activas gracias a decisiones difíciles, entre ellas apagar instrumentos para ahorrar energía, gestionar cuidadosamente el calor interno y confiar en sus sistemas de autonomía, diseñados para entrar en modo seguro cuando algo falla.

Señales cada vez más débiles

Una de las mayores dificultades que enfrenta el equipo es la baja velocidad con la que las sondas envían información, apenas 160 bits por segundo, un ritmo comparable al internet por dial-up de las décadas pasadas. La inmensa distancia debilita la señal y exige que la NASA utilice múltiples antenas alrededor del planeta para capturar cada fragmento de datos.

Como consecuencia, la información sobre el estado de la nave llega en fragmentos limitados, y cualquier problema puede tardar días en detectarse y en resolverse. No obstante, tanto Voyager 1 como Voyager 2 cuentan con protocolos internos que les permiten estabilizarse solas mientras esperan instrucciones.

Un esfuerzo por mantenerlas activas

A medida que se aproxima su 50.º aniversario en 2027, la supervivencia de las Voyager se vuelve más compleja. El equipo anticipa que será necesario apagar más instrumentos científicos, aunque se priorizará el mantenimiento de aquellos esenciales para estudiar la heliopausa, el límite entre el viento solar y el espacio interestelar.

Estos instrumentos permiten registrar cómo cambia el entorno conforme las sondas se alejan del Sol, proporcionando datos inéditos sobre una frontera espacial que aún se comprende poco. Para Dodd, la comparación es clara, la heliopausa es como la orilla del océano, donde las condiciones cambian con cada paso antes de estabilizarse mar adentro.

Un legado intergeneracional

El proyecto Voyager ha reunido a veteranos de la NASA, muchos ya jubilados, con ingenieros jóvenes cuyos padres ni siquiera habían nacido cuando las sondas despegaron. Esa mezcla, asegura Dodd, ha permitido mantener vivas misiones sin precedentes durante casi medio siglo.

El futuro inmediato sigue siendo incierto, pero el equipo confía en que al menos una de las sondas continuará operando entre dos y cinco años más. Cada día que ambas siguen respondiendo constituye un récord, y su próximo hito en 2026 será un recordatorio de hasta dónde ha llegado la ingeniería humana.

Para la NASA, Voyager 1 no es solo un ingenio tecnológico, es un embajador silencioso que lleva décadas alejándose de su mundo de origen, enviando información desde un territorio que ninguna otra misión ha logrado explorar. En 2026 estará a un día luz de nosotros, una distancia que simboliza tanto la vastedad del cosmos como la tenacidad de un proyecto que sigue haciendo historia.

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