sábado, octubre 18, 2025
InicioCulturaTres preguntas a Óscar Jairo González Hernández sobre el teatro

Tres preguntas a Óscar Jairo González Hernández sobre el teatro


¿Cómo se han hecho a partir del teatro revisiones históricas de los sucesos colombianos? Sí, se puede mencionar algunos ejemplos notables, el teatro básicamente busca relatar la historia. O de las historias que cada uno tiene o que cada uno hace. Es la forma.

Y llevar hechos de la historia, es tarea del teatro, transformando los hechos o invirtiendo la perspectiva de la historia, o sea, dándole un nuevo sentido y una nueva dimensión. Provocación propicia para conocer la historia, conocer la realidad de los hechos ocurridos, transcenderla de la misma manera para hacerla nueva y transmitir entonces lo que es necesario llenar de relaciones nuevas.

Historia en el teatro que lleva a relacionarnos de otra manera con los hechos ocurridos, pues ellos han cambiado la circunstancia, las condiciones, el carácter mismo de los hechos, pero, como hemos dicho, transformándolos críticamente.

Exceso de realidad, el teatro. En lo que ha de ser la relación de forma y provocación. Nada de “relato” en sí. Como decía Novalis: El teatro es la reflexión activa del hombre sobre sí mismo.

Sobre la locura, la suerte, el accidente, el mapa del mundo. Diseminación del sentido teatral sin la historia, o de la historia sin el teatro. Causar la irritación estética, más nunca, la evidenciada necesidad de contradicción, o de contradictor, y dice: nadie hace teatro como el mío.

¿El teatro puede ser usado como instrumento político o como un mecanismo de expresión de las ideas? El teatro es un medio para hacer conciencia sobre la vida de los seres humanos, de la condición humana, de la sensibilidad del mismo y del carácter crítico de la vida.

Es un medio para construir conciencia crítica, como la llamamos nosotros. Formación que se instala en la búsqueda de la esencia misma, de la verdad de la historia, de la historia como una verdad inalienable, que en todo momento, y más desde el teatro, se está formando constantemente, porque ello es principio nodal de su ser.

Y somos incrustados en lo dramático. Tal como lo dice Tadeus Kantor: El teatro no tiene que dar la ilusión de la realidad contenida en el drama. Esta realidad del drama debe volverse realidad en el escenario. No se puede retocar la materia escénica (llamo materia escénica al escenario y su atmósfera fascinante, todavía no llena de la ilusión del drama, y además a la disponibilidad potencial del actor que tiene en sí las posibilidades de todos los papeles posibles); no se la puede barnizar de ilusión, hay que mostrar su rudeza, su austeridad, su encuentro con una nueva realidad: el drama.

El teatro es la manera de hacer la historia constantemente, la historia como drama, porque si el teatro está relacionado inescindiblemente con la vida, también lo es la historia que se hace vida, que se hace materia viva en la escena teatral. Todo teatro es histórico, hace historia porque lo que se lleva a la escena, es historia, historia de los ciudadanos de la ciudad teatral, de lo que ha sido y de lo que será.

Y la indicación que hace el teatro, lo que muestra, es el medio provocador para instalarnos en la historia, su carácter y su destino. Preservándose el teatro histórico, de llenarlo de historia y determinando el carácter sublime mismo, con la incitadora estética del teatro.

¿El teatro sirve para contar la historia, puede ser el teatro un relato válido para la verificación de sucesos? El teatro del que trato, ha de ser para mí, más que el testimonio, la crónica y la historia, aun siéndolo, pero transformado, transformado e intervenido por unas estéticas, que sean los principios desde los cuales se hace, por qué se hace, el cómo y el para qué, que nos muestren esa otra historia, o sea, desde una realidad histórica a otra historia real que no conocemos, que está allí, indecible.

Nada de obtusos realismos. No se trata entonces de contar historias, sino de cómo se hace relato de esa historia, y de esa necesidad tenemos que hacerlo. De lo simbólico como medio de la turbación. Indicarlo. Y en ese teatro, la historia como un exceso, porque en él radica, la medida; lo abarcante, porque también en él se instala lo inabarcable.

Y lo perverso fascinado, porque allí o por medio de ello se hace inmersión irreductible en lo estético, en la crisis del yo, en sus mediaciones poderosas, dado que esa fascinación es más que la provocación de un escándalo. Concibiendo el escándalo como necesario, como una condición ineludible del carácter estético.

En el momento en que se decide tratar su vida desde el arte, que el arte mismo trate sobre y con la vida de uno, todo se transforma. Y dado que todo puede ser relatado, entonces que sería aquello que no estaría constituido formalmente, como relato, como el otro relato.

Y todavía quedaría quién pudiera estar en el escenario, o lo que todavía llaman escenario, vaciado del relato. Muerto a él. Esa sería como la condición irrevocable de la muerte del teatro, o su nueva vida. Perversión estética teatral. Revolución del método.

ÚLTIMAS NOTICIAS