lunes, abril 7, 2025
InicioOpiniónLaura Mejía(OPINIÓN) ¿Periodismo o algoritmo? Entre el afán por los clics, la desinformación...

(OPINIÓN) ¿Periodismo o algoritmo? Entre el afán por los clics, la desinformación y el vértigo digital

Personería rendición cuentas

Cada vez que escucho que “el periodismo está en decadencia”, me da un pito en el oído que me aturde. Me duele. No porque no se estén cometiendo errores. No porque no vea lo que sucede. Sino porque sé que el periodismo, el de verdad, no muere. No puede morir. Quienes a veces caemos en decadencia somos nosotros, los periodistas. Triste realidad.

Y lo digo con el peso de una vida que respira periodismo. Porque a veces lo confundo con un estilo de vida. Porque cuando me preguntan si trabajo todo el día, si alguna vez paro, si no me da miedo, solo puedo responder: lo vivo. Lo Siento profundamente. Y no es que no haga pausas para mí, para respirar, para compartir con amigos o con mi familia. Claro que las hago. Pero el periodismo, para mí, no es solo un trabajo ni simplemente informar. Es una forma de sumar, de construir, de servir, de apostarle a la transformación. Es escuchar, ayudar, dar voz, apoyar. Es también parte de mi misión de vida: Servir. Acompañar a una sociedad que a veces se pierde en el ruido, y necesita una luz.

Sin embargo, no podemos ocultar que el oficio atraviesa días complejos. Hoy, la urgencia por el clic, la tiranía del algoritmo y la competencia con la desinformación están moldeando prácticas que alejan al periodismo de su esencia: informar con rigor, con contexto, con profundidad.

Nos presiona la inmediatez. Nos dejamos llevar por ella. Publicar rápido, titular más fuerte, sumar interacciones. A veces, sin verificar del todo. O sin pensar en qué necesita saber la sociedad. Y entonces nos volvemos eco de las redes, en vez de ser criterio editorial. Reactivos en lugar de reflexivo. Grave error.

La desinformación no responde a la ética ni a la verdad. Es cierto, circula más rápido, es más viral, más emocional, pero en ocasiones no respeta los principios, y en lugar de informar, desinforma. Mientras nosotros chequeamos fuentes, otros ya están sembrando confusión. Compite con nosotros, pero no con las mismas reglas.

A eso se suma la pérdida de confianza. Nos lo hemos ganado, debemos admitirlo. Por ligereza, por sesgos, por intereses, por caer en el juego del espectáculo y dejar de hacer las preguntas difíciles. Pero también por una audiencia que premia lo que entretiene más que lo que explica.

Y claro, no se trata de desconocer la realidad. El periodismo también debe comprender que el mundo ha cambiado, que la tecnología es necesaria, que las audiencias han cambiado. Debe entender las métricas, analizar el alcance, saber qué temas movilizan. Pero no puede limitarse a eso. No puede caer por completo en el amarillismo ni entregarse sin filtro al espectáculo.

Volvamos al origen. Metámonos en la historia. Sumerjámonos en lo que sucede. Conversemos, sí, pero escuchemos más. Y también, viralicemos lo que inspira: historias que mueven porque construyen, que tocan porque abren caminos, que incomodan porque proponen soluciones. Aquellas que dejan una clave de esperanza, de futuro, de confianza.

Entonces, ¿Cuál es el reto? Recuperar el sentido del oficio. Resistir. Ser periodistas incluso cuando parece que todo conspira contra el periodismo. Volver al rigor, a las historias que importan, al contexto, al por qué detrás del qué. Apostar por el contenido que incomoda, que revela, que no solo informa sino que también forma.

A pesar del ruido, hay muchos que seguimos creyendo. Que seguimos preguntando. Que no paramos. Que vivimos esto como quien no sabe vivir de otra forma. Porque cuando se ejerce con responsabilidad, con amor, con conciencia, el periodismo no es solo un oficio. Es una forma de estar en el mundo. Es también una forma de servir.

Yo sigo confiando. Confío en el periodismo. En que somos parte de la solución. En que nuestra curiosidad, nuestra investigación y nuestro trabajo son fundamentales para el desarrollo de una sociedad que necesita comprenderse para transformarse.

Este no es un llamado romántico. Es urgente. Porque sin periodismo, la democracia se tambalea. Porque necesitamos menos gritos y más preguntas. Porque el periodismo no puede ser un espectáculo, ni una estrategia de posicionamiento, ni una máquina de likes.



ÚLTIMAS NOTICIAS