No es justo que una sociedad como la nuestra, en pleno siglo XXI, se encuentre con una desigualdad tan grande entre niños y jóvenes que todo lo tienen frente a otros que nada poseen. Todos somos seres humanos, puestos por Dios en la tierra. Los niños y jóvenes son el presente y futuro de la humanidad, así mimo como la continuidad de la especie; por lo tanto, no velar por nuestras descendencias es un desafuero para la sociedad.
Las políticas públicas para la defensa de los menores están formuladas y existen en exceso, pero lamentablemente protegen más a niños y jóvenes que están dedicados al delito, al crimen y demás atrocidades que son impulsadas por los mayores que los llevan a delinquir, justamente para abusar de ellos apoyándose en la estructura de nuestra ley, que con buena intención, resguarda al menor, pero que es malintencionadamente utilizada por organizaciones de bandidos, convirtiendo a niños y jóvenes desorientados en sicarios, ladrones y traficantes, soportados en que el menor no es apresado.
El niño o el joven que es abandonado por sus padres por lo general termina en la calle, en la delincuencia o en el consumo de drogas. Antiguamente, se les llamaba a estos menores gamines o pelafustanes; hoy son atracadores, ladrones de celulares y asesinos a sueldo algunos de ellos.
Se observa con profunda preocupación que el gobierno nacional del presidente Petro alista a muchos de estos jóvenes desadaptados en colectivos pagados por el gobierno mismo para realizar vandalismo, crear terror en la ciudadanía, los envían a los paros en connivencia con algunas organizaciones sindicales como recientemente lo aseguró el mismo presidente de la CUT, que descaradamente ante sus afiliados y medios de comunicación confesó de viva voz, que ellos eran los responsables de los enviados para paralizar el transporte donde se perjudicó a más de dos millones de personas, actos que se complementan con terrorismo de papas incendiarias, quemando vehículos, hiriendo personas y destruyendo la infraestructura de la ciudad.
Es triste ver la suerte de estas pequeñas personas que, más allá de ser la luz del país, se convierten en una sombra aterradora que produce efectos siniestros en la sociedad, acabando con la tranquilidad ciudadana.
El país debe reflexionar ante estos hechos y sobre esta situación, es hacerlo con conciencia, pues no basta artículos denunciando la situación, acusaciones que abundan en las redes sociales con la evidencia de fotografías, videos, testimonios de las víctimas y situaciones de hecho, es hora que tanto el Congreso de la República, como los organismos de control político, la justicia y en especial las fuerzas armadas cuya obligación es proteger y salvaguardar la integridad de los ciudadanos, tomen acción responsable y no queden sordas y atadas ante la orden del presidente de no actuar, tal como el mismo Petro de viva voz lo manifestó, que ordenaba a la las fuerzas armadas no actuar ante estas situaciones, pues cuando la moral de una nación se pisotea la esperanza se pierde.
El país no puede continuar así, el perjuicio a la ciudadanía es palpable y además creciente, pero lo más preocupante de todo esto ante tanta anarquía, es que el gobierno actual pretende continuar en el poder con la inmensa minoría que lo apoya, que sabemos son trazados bajo la misma línea del actual presidente.
Finalmente, si el país sigue permitiendo que los niños y jóvenes sean reclutados por estas organizaciones criminales y el gobierno haga ojos ciegos y oídos sordos ante esta terrible situación, tengamos la seguridad que entraremos en un tobogán que nos llevará a la peor de las cloacas en muy corto tiempo.