Esta columna la escribo a propósito de la próxima apertura en la ciudad del primer hotel de longevidad, y como tengo la marcada costumbre de querer comparar todo con la actividad empresarial, me surgió el interrogante de la posibilidad de aplicar protocolos de longevidad humana a los vehículos empresariales.
Cada tanto leemos titulares como: “La mayoría de las startups no superan los cinco años”. Y no es una exageración. Según datos de la Cámara de Comercio de Bogotá y Confecámaras, en Colombia aproximadamente el 70 % de los emprendimientos no logra llegar a su quinto año de vida. Pero el fenómeno es global: Innosight, en su estudio “Corporate Longevity: Turbulence Ahead for Large Organizations”, estima que la vida promedio de una empresa listada en el S&P 500 ha caído de 35 años en 1970 a menos de 20 años hoy. A este ritmo, la mitad de las empresas que hoy hacen parte de este índice desaparecerán o serán reemplazadas en los próximos 10 años.
Sin embargo, poco se habla de las prácticas que permiten no solo conservar la existencia de la empresa, sino extenderla. La longevidad en el mundo corporativo, no es fruto del azar, es el resultado de decisiones conscientes, sostenidas y obviamente sostenibles.
¿Quién logra sobrevivir?
La empresa más antigua del mundo es Nishiyama Onsen Keiunkan, un hotel japonés fundado en el año 705, aún operado por la misma familia 52 generaciones después. En Occidente, compañías como Stora Enso (fundada en 1288 en Finlandia), Beretta (1526) o Zildjian (1623) demuestran que el principio de longevidad corporativa sí es alcanzable. En Colombia, tenemos ejemplos como Casa Luker (1906), Bavaria (1889), o Postobón (1904), que han perdurado no solo por su tamaño sino por su capacidad de adaptación.
Un artículo publicado por Sustainability encontró que las empresas con mayor longevidad tienden a surgir en países con sistemas legales tipo “civil, law” (como Alemania o Japón), estructuras de financiamiento más bancarizadas y culturas organizacionales con alto sentido de cohesión. En contraste, países como EE. UU. o el Reino Unido, con derecho “common law” y mercados bursátiles dominantes, tienden a privilegiar la rentabilidad sobre la permanencia. Es importante subrayar que la tendencia de las nuevas generaciones, más repentistas, busca empresas de rentabilidad inmediata, así esto implique su corta existencia.
¿Empresas o sistemas vivos?
Si pensáramos en la empresa como un cuerpo humano, veríamos que también se enferma, envejece y puede morir prematuramente si no se cuida. En esa lógica, la “obsolescencia corporativa” puede ser vista como una enfermedad evitable, algunos autores han manifestado que envejecer es una enfermedad. Así como los humanos adoptan rutinas de longevidad, las organizaciones también pueden diseñar protocolos para vivir más y mejor.
Aquí algunas analogías:
Longevidad Humana | Longevidad Corporativa |
Un sueño reparador | Tener ciclos de planeación y evaluación estratégica |
Buena alimentación | Flujo de caja saludable, sin capital de trabajo congelado |
Ejercicio frecuente | Innovación constante, reinvertir en capacidades |
visitas médicas periódicas | Auditorías, seguimiento, indicadores y monitoreo de riesgos |
Cuidar las relaciones sociales | Cultura organizacional fuerte y propósitos compartidos |
Reducir el estrés crónico | Gobierno corporativo claro y liderazgo distribuido |
Adaptabilidad cognitiva | Capacidad de reinventarse sin perder la esencia |
Lo que hacen las empresas longevas
La consultora Innosight, en su informe Creative Destruction, destaca que las empresas que sobreviven más de 100 años lo hacen porque construyen un “núcleo estable” (propósito, valores, sentido de identidad) mientras operan simultáneamente un “borde dinámico”, desde donde experimentan y se transforman. Esto se observa en empresas como Shell, BHP, All Blacks o incluso Western Union, que rediseñó su estrategia para concentrarse en su negocio principal y reformular su modelo de liderazgo interno (PeopleHum).
Por su parte, Financial Times señala que las organizaciones con mayor longevidad tienden a tener estructuras financieras conservadoras, alta cohesión interna, apertura a ideas nuevas y prácticas que priorizan la continuidad por encima del corto plazo.
La longevidad corporativa no es una fantasía ni una consecuencia fortuita. Es una meta alcanzable si entendemos que las empresas no son entidades estáticas, sino organismos vivos que requieren cuidado, evolución y propósito. En un mundo donde el promedio de vida empresarial se reduce, construir para durar se convierte en una decisión estratégica.
Disclamer del autor: debo reconocer que en esta ocasión la incorporación de fuentes en la redacción fue apoyada por I.A.