Desde la pequeña ventana del avión, pude observar el escenario. Una inmensa mancha café, fruto de tres ríos de grandes magnitudes, que se juntan como manda la naturaleza: entregados a sus propios impulsos, el Magdalena, el Cauca y el San Jorge.
Allá abajo, miles de compatriotas, decenas de miles de animales, no sabemos cuántas hectáreas de cultivos, de pancoger e industriales, que son arrasados, arriados y temporalmente ubicados cuando se puede.
Ya no sabemos por cuántos años el libreto ha sido el mismo: los ríos se crecen, el primer dique- caregato- nunca se termina de construir, el contratista se pierde, la centralidad culpa a las entidades territoriales y éstas atónitas, sin recursos, hacen el ridículo papel de vergonzantes y no falta algún alcalde que en medio de la tragedia organiza festejos, porque llegó el día de la patrona.
Allá desde lo alto, me acordé de una información que me había llegado el día anterior: el contratista de este año, huele a Clan Aguilar.
Para el ciudadano colombiano, el poder siempre está lejano; supongo que, para los habitantes de La Mojana, es inexistente. Deben creer que reside en uno de los helicópteros que pasan por el espacio aéreo y que alguna vez aterriza en algún espacio seco.