martes, mayo 6, 2025
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(OPINIÓN) El freno de mano a Petro: la abstención. Por: Alejandro De Bedout Arango

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Mientras en la Casa de Nariño se concentran las decisiones, es en los territorios donde se sienten las consecuencias. Y hoy, más que nunca, las regiones tienen una tarea histórica: frenar, desde la abstención, una consulta disfrazada de democracia que busca validar la continuidad de un desgobierno irresponsable, improvisado y permisivo con el crimen.

Hay consultas populares que nacen del clamor ciudadano. Y hay otras que se cocinan desde el poder para manipular ese clamor. La que promueve hoy el gobierno de Gustavo Petro pertenece, sin duda, al segundo grupo. No es una verdadera consulta: es una jugada electoral disfrazada, un intento burdo de re-legitimación camuflado como participación. Una “mini reelección” por la puerta de atrás.

No nos digamos mentiras: el objetivo es político. La fecha 1.° de mayo, Día del Trabajo no es casual. El contenido doce preguntas cargadas de populismo laboral tampoco. Esta consulta no busca transformar, sino movilizar. No es participación, es proselitismo.

Y ahí está el corazón del problema: la reelección presidencial en Colombia está expresamente prohibida por el artículo 197 de la Constitución. Pero el Gobierno parece decidido a evadir esa norma con un método alternativo: incendiar emocionalmente las calles, disfrazar su falta de gestión con discursos y vender una supuesta “voluntad popular” que solo lo beneficia a él ¿Confunde y reinarás?, ¿Caldea al pueblo y gobernarás?

¿Por qué abstenerse? Porque no se trata de votar, sino de validar.

Petro necesita que más de 13 millones de personas acudan a las urnas para que la consulta tenga efectos jurídicos. De ahí que cínicamente espere que la mitad 6,5 millones le den un “sí” que será vendido como respaldo político a su programa y, por supuesto, como impulso para su continuidad en el poder. Así se consolida su narrativa: “el pueblo me respalda, el Congreso me bloquea, por tanto, debo seguir”. No le interesa el contenido de las respuestas; le interesa llenar el titular: “el pueblo habló”. Le interesa el show político.

La estrategia de Petro es tan descarada como peligrosa: pretende resucitar los 11 millones de votos que lo llevaron al poder, como si ese capital político siguiera intacto. Pero esa Colombia ya no existe. Esos votos se le evaporaron. Ni están, ni volverán. Millones que un día creyeron en él hoy se sienten arrepentidos, estafados, usados, burlados y engañados. Y ahora, en su afán de re-legitimarse, recurre al viejo libreto del clientelismo disfrazado: llena plazas con buses contratados, reparte subsidios y contratos como carnada política, promete tierras que no entrega y manipula el hambre con refrigerios (todo pago con recursos públicos) y aumenta la burocracia, en vez de concentrarse en gobernar y solucionar los problemas estructurales del país.

Frente a esta maniobra, la abstención se convierte en un acto profundamente político. No salir a votar la consulta popular no es indiferencia: es resistencia. Porque hay silencios que gritan más fuerte que mil discursos. En este caso, cada voto que no se deposita es una voz clara y poderosa: no somos cómplices de este engaño ni somos objeto de este intento de manipulación popular.

La historia democrática también se escribe con ausencias. Porque salir a votar esta consulta incluso votando “no” es ya validar el mecanismo, alimentar la narrativa del “respaldo popular” que el Gobierno busca desesperadamente construir.

¿Reformar por decreto lo que no se pudo por el Legislativo? ¿Evadir el control democrático mediante un voto emocional cargado de promesas? ¿Resucitar reformas ya archivadas por falta de solidez técnica y viabilidad fiscal?

Esa es la verdadera consulta que se le está planteando al país. No se trata de si está de acuerdo con pagarle mejor a los trabajadores ¿Quién diría que no a eso?, sino de si está dispuesto a darle un cheque en blanco a un gobierno que está a menos de un año de terminar y que hoy reporta un avance ejecutivo de apenas 54,79 %, según sus propios datos.

Porque mientras Petro premia criminales, desprecia a las regiones, ataca a la Fuerza Pública y empobrece la inversión local, las regiones resisten. Y ahora, desde las regiones, también se puede poner el freno de mano a su permanencia logrando una abstención rotunda.

La abstención aquí no es apatía. Es un acto de dignidad. Es una respuesta política. Es decirle al Gobierno: con nosotros no cuente para su teatro electoral.

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