martes, diciembre 16, 2025
InicioOpiniónColumnista Invitado(OPINIÓN) A mordisco limpio. Por: Jaime Honorio González

(OPINIÓN) A mordisco limpio. Por: Jaime Honorio González

Yo no había visto esta infausta forma de despedazarse de un gobierno en ejercicio. De un gobierno de un país, no de una junta de acción comunal o de la copropiedad en un edificio, que muchas veces suelen ser peores, no. De un gobierno de un país, que además funciona, a trancas y a mochas, pero funciona. Sinceramente, no lo había visto.

He leído sobre las triquiñuelas imperiales en la Roma antigua, sobre las peleas intestinas en la Nueva Granada recién independizada, sobre el ambiente alrededor de Judas el Iscariote cuando traicionó a Jesús por 30 monedas de plata. Y uno encuentra otros ejemplos de no creer. Pero, lo que estamos viviendo lo supera con creces.

Desde que comenzó el gobierno del presidente Gustavo Petro, prácticamente hay agarrones todos los días. ¡Y qué agarrones! Entre los ministros, contra los ministros, del presidente con un subalterno, de ese exsubalterno con el presidente, de su mano derecha de turno con otro funcionario, del exfuncionario contra esa mano derecha, en fin.

Me leí todas las cartas que publicó el exministro Leyva contando asuntos privados de su otrora jefe. Todos vimos cómo pasó de canciller a escribidor, dizque para salvar la patria.

Vi, en vivo y en directo, cuando Gustavo Bolívar le declaró su amor en público al presidente. Y vi al presidente, sorprendido, frío, displicente. Era el director del departamento de Prosperidad Social confesándole al jefe su más caro sentimiento. Tres meses después, el ignorado salió del gobierno. Además, con el corazón roto.

Vi a Laura Sarabia en menos de cuatro años, pasar de la oficina de un senador a convertirse en la jefa de gabinete del presidente de la República. Y de allí a la calle por ordenar pruebas de polígrafo a su empleada doméstica; y de ahí de vuelta al gobierno, esta vez a Prosperidad Social; y de ahí de regreso a la Casa de Nariño como directora del Departamento Administrativo de la Presidencia (Dapre); y de allí nada más y nada menos que a la Cancillería; y de ahí a la embajada en Londres. Pueda ser que allí sí se amañe.

Vi al director de la Dian convertirse en el famoso Mr. Taxes, que resolvía en redes sociales cualquier tipo de preguntas. Vi cuando el gobierno quiso capitalizar su fama y lo nombró ministro de Comercio. Y ahí todos vimos cómo salió como pepa de guama y ahora solo responde y también lanza puntuales ataques contra su exjefe y sus antiguos compañeros, a quienes acusa de corruptos y otras cosas más, como forma de defenderse de los ataques de su exjefe y de sus antiguos compañeros que ahora lo tachan de corrupto y de otras cosas más. Y, encima, lo señalan con el mote de Orejas.

(Extraño las respuestas virtuales de Mr. Taxes).

Vi a Angie Rodríguez, en menos tiempo que Sarabia, que pasó del escritorio en el Ministerio de Salud a dirigir el Dapre; y mientras cumplía con esa tarea quedó encargada del Fondo de Adaptación (que maneja millones y millones de pesos); y mientras cumplía con esas dos tareas la nombraron Superintendente de Salud (ad hoc) para definir todo lo que sea sobre la Nueva EPS (que también maneja millones y millones de pesos); y después de informarle al presidente de la República que iba a decirle de todo a uno de sus más fieles servidores, le dijo de todo a Carlos Carrillo, director de la Unidad de Gestión del Riesgo, su compañero de gobierno, a quien calificó de inepto, negligente y corrupto, antecediendo el término “presunto”. Eso sí, muy comedida la doctora Angie. Quedó claro que las dentelladas de la nueva pelea tenían visto bueno.

Y Carrillo, para defenderse, le dijo a la directora Rodríguez, su compañera de gobierno, mentirosa y ficha de Benedetti, en despectiva referencia al compañero de gobierno de ambos, el lenguaraz ministro del Interior, que por estos días tiene monopolizada la audiencia en X diciéndose de todo con todos, con epítetos de grueso calibre, desfachatado, ligero, encendido, fiel a su estilo barra brava que utiliza en sus días difíciles, hasta que se calma solito, se disculpa con todos, se esconde tras sus barbas y se refugia en su silencio por un tiempo. Por un muy corto tiempo, cortísimo, lastimosamente.

Y el presidente, bueno, el Señor Presidente es el del ejemplo, el del mal ejemplo, es mejor aclararlo. Su permanente camorra es su línea argumental de la campaña política en la que se encuentra metido de cabeza, buscando consolidar los votos que necesitará el candidato de sus amores en mayo próximo. Aunque, en los pocos ratos libres que le quedan, gobierna, también hay que reconocerlo.

Al presidente Petro le quedan menos de ocho meses en el poder. De corazón espero que cumpla con su deber constitucional de terminar el periodo para el cual lo elegimos, así él y su círculo más cercano estén empeñados en autodestruirse. Y lo que es peor, a punta de mordiscos entre ellos mismos.

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