lunes, junio 2, 2025
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Lora frentiamarilla vivió 32 años en cautiverio: autoridades alertan sobre el impacto del tráfico de fauna silvestre

Una lora frentiamarilla (Amazona ochrocephala) fue ingresada al Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación (CAVR) de fauna silvestre del Área Metropolitana del Valle de Aburrá luego de pasar más de tres décadas como mascota, en condiciones que deterioraron gravemente su salud.

El ave, protegida por la legislación ambiental colombiana, llegó al centro con un cuadro clínico crítico: presentaba un crecimiento anormal del pico, deformado y desproporcionado, producto de la falta de ramas y cortezas naturales necesarias para su desgaste. Además, sufría un sobrecrecimiento de uñas que provocó un apoyo inadecuado, generándole una inflamación crónica y dolorosa en sus patas.

Durante su cautiverio, la alimentación inadecuada y la imposibilidad de desplegar comportamientos propios de su especie derivaron en un deterioro progresivo. Los veterinarios del CAVR también identificaron abscesos, pérdida de plumaje, acumulación de grasa en las plumas y escamas visibles en la piel: signos de una salud física y emocional profundamente comprometida.

De acuerdo con el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, entre 2024 y lo corrido de 2025 han ingresado al CAVR 748 loros de distintas especies, el 57 % de ellos por tráfico ilegal, incluyendo incautaciones y entregas voluntarias.

La especie más afectada ha sido precisamente la lora frentiamarilla, con 385 individuos recuperados, seguida por la lora barbiamarilla (243) y la lora cabeciazul (59).

“Hemos recibido desde el 2024 más de 748 loras; el 57 % ha sido asociado a casos de tráfico de fauna. Recordamos a la comunidad no caer en las redes del tráfico. Debemos ser todos protectores de nuestros recursos naturales”, señaló Alejandro Vásquez Campuzano, subdirector ambiental del Área Metropolitana.

La entidad reiteró el llamado a la ciudadanía para que se abstenga de tener fauna silvestre como mascota y denuncie cualquier caso de tenencia ilegal. “Los loros no son mascotas”, insisten los expertos, al recordar que estas aves requieren libertad para volar, comunicarse con otros individuos, alimentarse de semillas y cumplir funciones ecológicas esenciales en sus ecosistemas.

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