Medellín, 26 de mayo de 1936. La ciudad bullía en su ritmo comercial y obrero, mientras los tranvías cruzaban la avenida de Greiff y el Parque de Berrío seguía siendo el corazón de la vida urbana. Ese martes, sin que la mayoría lo supiera, en una pequeña sacristía detrás del altar mayor de la iglesia de La Candelaria, el hombre que años después incendiaría las pasiones políticas de todo un país pronunciaba un “sí” que quedaría casi perdido entre los ecos de la historia. Jorge Eliécer Gaitán, el caudillo liberal, se casaba en secreto con una dama antioqueña: Amparo Jaramillo.
El enlace fue discreto, casi clandestino. No hubo fiesta, ni prensa, ni discursos. Apenas unos pocos testigos y la solemnidad del sacerdote que, con permiso especial del arzobispo de Medellín, ofició la ceremonia. Las tensiones entre la Iglesia y el Partido Liberal estaban al rojo vivo. Gaitán, con sus discursos encendidos sobre justicia social y su crítica al poder clerical, era visto con recelo por el alto clero. Por eso, el matrimonio no podía celebrarse públicamente en el templo principal de la ciudad, sino en la sacristía, en un acto íntimo, autorizado casi con cautela.
Leonardo de Constantino, investigador de Memoria Visual de Medellín, trajo a colación este recuerdo en grupos de WhatsApp en la que detalló que la unión de Gaitán con una antioqueña no fue un hecho casual. Durante la campaña presidencial de 1934, Gaitán conoció a Amparo Jaramillo en una correría política por el país. Ella era una mujer culta, de familia tradicional, que se distinguía por su serenidad y compromiso social. Su relación fue, desde el comienzo, un encuentro de ideales tanto como de afectos, como lo recuerda la crónica que guarda esta historia.
El joven político tenía 33 años y había llegado a Medellín pocos días antes, hospedándose en casa de su amigo Tulio Medina, quien lo acompañó a realizar las gestiones con el párroco. Apenas seis días antes, el 20 de mayo, Gaitán había sido nombrado alcalde Mayor de Bogotá, cargo que asumiría el 8 de junio. La boda, entonces, fue no solo un acto de amor, sino también una despedida simbólica antes de un nuevo capítulo en su vida pública.
El matrimonio entre el fogoso líder capitalino y la discreta mujer paisa duraría doce años, hasta el 9 de abril de 1948, cuando las balas de Juan Roa Sierra segaron la vida del caudillo en plena carrera Séptima de Bogotá. Aquel asesinato desató el Bogotazo y marcó el inicio de uno de los periodos más violentos en la historia de Colombia. De esa unión nació una sola hija, Gloria Gaitán, quien heredó el carácter combativo de su padre y se convirtió en una de las voces más firmes en la preservación de su legado.
En entrevistas posteriores, Gloria recordaría con ternura la devoción que su madre mantuvo por Gaitán incluso después de su muerte. “Mi madre nunca se casó de nuevo. Guardó el luto del alma toda su vida”, contó hace poco a IFMNOTICIAS mientras denunciaba que estaba en huelga de hambre porque el presidente Gustavo Petro, no se había dignado a recibirla para discutir el reconocimiento del Clan del Golfo como Ejército Gaitanista, mancillando la memoria de su padre.
Hoy, pocos medellinenses saben que en el corazón del Parque de Berrío, en esa iglesia que ha visto pasar siglos de historia, se selló una de las historias más humanas del político más idolatrado y trágico de Colombia. Allí, donde el mármol y los vitrales resguardan la memoria religiosa de la ciudad, Gaitán cambió las arengas por un juramento de amor.
La imagen de aquel día no quedó registrada por la prensa, quizás por prudencia o por censura, pero en la memoria de los cronistas sobrevive la escena: un joven de mirada intensa, traje oscuro y verbo ardiente, sosteniendo las manos de una mujer serena de mirada dulce. Afuera, el bullicio del tranvía y el pregón de los vendedores eran testigos involuntarios del instante en que la historia política del país se entrelazaba, por unos minutos, con una historia de amor nacida en Medellín.
(Foto: Memoria Visual de Medellín / Leonardo de Constantino)







