A pocas meses de las elecciones presidenciales, vuelve a tomar relevancia una pregunta que se repite en cada ciclo electoral, cuántos votos necesita un candidato para ser elegido en primera vuelta y evitar una segunda jornada de votación.
La respuesta está establecida en la Constitución Política, que determina el criterio para la elección del jefe de Estado mediante voto directo.
El artículo correspondiente señala que para ganar en primera vuelta el aspirante debe obtener “la mitad más uno de los votos” depositados de forma secreta por los ciudadanos. Se trata del total de votos válidos emitidos, por lo que el umbral depende de la participación electoral de cada elección.
En caso de que ningún candidato alcance ese porcentaje, la normativa ordena realizar una segunda vuelta tres semanas después, con los dos aspirantes que hayan logrado las votaciones más altas en la primera jornada.
Este mecanismo busca que el presidente sea elegido con un respaldo mayoritario y ha regido los procesos electorales desde la promulgación de la Constitución de 1991. Sin embargo, alcanzar la mayoría absoluta en la primera ronda ha sido un hecho poco frecuente en la historia reciente. En varias elecciones, la contienda ha avanzado a segunda vuelta debido a la dispersión del voto y a las múltiples candidaturas que suelen presentarse en cada ciclo.
Un caso que sí cumplió con este requisito se presentó en 2002, cuando el entonces candidato Álvaro Uribe Vélez obtuvo la mitad más uno de los votos válidos. Uribe, inscrito por el movimiento Primero Colombia, alcanzó 5.862.655 votos, lo que representó el 53,05% del total para esa elección.
Ese resultado definió la contienda sin necesidad de una segunda jornada. El segundo lugar fue ocupado por Horacio Serpa, candidato del Partido Liberal, quien obtuvo 3.514.779 votos, equivalentes al 31,80%.
Desde entonces, ninguna otra campaña presidencial ha logrado superar el umbral en primera vuelta. Esto ha llevado a que las votaciones presidenciales en Colombia, en la mayoría de los casos, se definan en la ronda final, donde solo participan los dos aspirantes con mayor respaldo inicial.
La obligación constitucional de repetir la votación si no se supera el 50% más uno mantiene la atención en el comportamiento de la participación ciudadana y en la capacidad de cada campaña para consolidar apoyos que trasciendan los bloques iniciales.
Con la proximidad de las elecciones, el debate público vuelve a centrarse en la posibilidad de que un candidato logre ese nivel de votación. Mientras las campañas avanzan en sus estrategias y difusión de propuestas, la cifra que determinará si el país elige presidente en mayo o en junio dependerá exclusivamente del número de votos válidos depositados en las urnas y del desempeño de cada aspirante frente a la mayoría exigida por la Constitución.









