Poseía una capacidad particular para abordar los hechos. También tenía una aptitud especial para entender los acontecimientos. Esos extraños talentos eran puestos al servicio del país, a través de su incomparable destreza para narrar lo que captaban sus sentidos.
Era Mauricio Gómez Escobar, un hombre cuya voz transmitía tranquilidad y confianza. Él veía el mundo a través de una mirada que mezclaba el arte y el periodismo, aproximándose a la verdad con honestidad y convicción.
Amaba el periodismo, como también amaba la pintura y todo lo que tuviera que ver con el arte. Además, imprimía en cada crónica que realizaba, un sello de rigor y de honestidad intelectual que solo puede surgir de un apasionado del oficio.
Murió Mauricio Gómez, hijo del inmolado líder Álvaro Gómez Hurtado. Murió esperando que la justicia colombiana aceptara las verdades sobre el asesinato de su padre, aquellas que dio a conocer sin mezquindad, con rectitud y altura.
Se fue un grande, un hombre respetado y admirado por quienes tuvieron el privilegio de trabajar a su lado en el diario El Siglo, en el Noticiero 24 horas, en Caracol o en CM&. Colombia pierde a una leyenda del periodismo, pero quedan sus crónicas y reportajes como legado para las nuevas generaciones. Paz en su tumba.