La reciente adhesión de Colombia a la Ruta de la Seda, firmada por el gobierno de Gustavo Petro en el marco de su visita a China, ha reabierto un debate geopolítico y económico de fondo ¿Es esta una oportunidad histórica para ampliar horizontes comerciales o un riesgo de dependencia estratégica con implicaciones a largo plazo?
Este acuerdo, promovido por el gobierno como una vía para fortalecer la infraestructura, modernizar sectores productivos e impulsar el intercambio comercial con la segunda potencia económica del mundo, ha generado una ola de preocupaciones. La razón no es nueva, pues otros países que han hecho parte de la llamada Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) han terminado en situaciones complejas que, para muchos analistas, se asemejan a un pacto con condiciones ocultas.
El caso de Ecuador y los antecedentes que inquietan
Uno de los ejemplos más citados por los críticos es Ecuador, que firmó acuerdos con China bajo esta misma plataforma. A cambio de financiamiento e inversión, el país latinoamericano comprometió una parte significativa de su producción petrolera a precios congelados, sin considerar la evolución del mercado global. Esta cláusula, que ató las manos del Estado ecuatoriano por años, generó críticas por entregar soberanía económica a cambio de recursos inmediatos.
Venezuela es otro ejemplo notable. Su vinculación con China desembocó en una deuda multimillonaria respaldada por crudo y otros minerales y, en muchos casos, con condiciones contractuales que impiden la libre comercialización de sus productos. La infraestructura y los sectores estratégicos quedaron en gran medida condicionados a actores chinos, limitando su capacidad de acción ante otros socios internacionales.
Frente a estos antecedentes, el ingreso de Colombia a la Ruta de la Seda enciende señales de alerta. Aunque desde el Gobierno se ha planteado como una alianza para atraer inversión, tecnología, y fomentar megaproyectos de infraestructura, Inteligencia Artificial y buscar un equilibrio en la balanza comercial como lo afirmó la canciller Laura Sarabia, no se han revelado los detalles específicos de las contraprestaciones, plazos, tasas de endeudamiento o participación de empresas chinas en sectores sensibles, pues el documento es un acuerdo de intención y de voluntades que deberá desarrollarse, según explicó la funcionaria.
Si bien no conocen aún detalles de esas contraprestaciones, sí llamó la atención la solicitud del presidente chino, Xi Jinping, pues, una vez firmado el acuerdo de la ruta de la seda, le pidió que Colombia no reconozca a Taiwán como un territorio soberano e independiente de China, lo que fue interpretado por muchos como el primer chantaje tras la firma de este acuerdo.
Tensiones geopolíticas y advertencias de Estados Unidos
La Cámara Colombo Americana ha advertido que esta decisión puede afectar las relaciones comerciales y políticas con Estados Unidos, que hasta ahora ha sido el principal socio comercial de Colombia. En el mismo sentido, el delegado de negocios de Estados Unidos para América Latina, Mauricio Claver-Carone, quien días atrás señaló que Estados Unidos podría pensar en rosas de Ecuador y café de Costa Rica en vez de Colombia de aceptarse la Ruta de la Seda por parte del Gobierno Petro.
Para Washington, la Ruta de la Seda no es una plataforma de cooperación, sino una estrategia geopolítica de Beijing para ganar influencia en América Latina a través de la deuda, la infraestructura y los servicios digitales, lo que afecta la seguridad nacional de los Estados Unidos. Precisamente, el presidente Donald Trump ha demostrado su celo sobre la presencia e influencia china en América Latina y lo demostró con Panamá, en donde obligó a echar para atrás las decisiones de ese país en permitir la presencia china en el Canal.
De hecho, el ingreso de Colombia a este proyecto ocurre en un contexto de rivalidad entre Estados Unidos y China, donde América Latina se vuelve un terreno de disputa. La participación de Colombia podría ser interpretada por la administración norteamericana como una señal de alineamiento estratégico contrario a sus intereses, lo que podría traducirse en menor cooperación, inversión o apoyo bilateral, incremento de aranceles, bloqueo a productos colombianos y presiones mayores en temas sensibles como el de certificación contra las Drogas, los Derechos Humanos generando otro tipo de sanciones.
Riesgo de endeudamiento y pérdida de soberanía
Los críticos más duros argumentan que firmar sin conocer las condiciones representa un “cheque en blanco” que podría hipotecar la soberanía económica del país. La entrada de bancos chinos, empresas de infraestructura y productos subsidiados de origen asiático podría afectar seriamente la industria nacional, reducir la competitividad local y llevar al país a una nueva forma de dependencia financiera.
Para algunos analistas que se han expresado recientemente en los programas radiales del país, el acuerdo podría representar un interesante punto de partida para las relaciones bilaterales. Sin embargo, advierten que no debe interpretarse como un intento real de equilibrar la balanza comercial. Colombia carece de la capacidad para igualar, mediante exportaciones de limón Tahití, café o banano, el volumen y el valor de los productos que China ya envía al país, como computadores, celulares, tecnología industrial de alta gama, vehículos, textiles y diversas materias primas. En este sentido, sostienen que la entrada en vigor del acuerdo podría traducirse más en un aumento de la presencia china en Colombia a través de inversiones, empresas y bancos que en una relación bilateral verdaderamente equilibrada, lo cual podría poner en riesgo la estabilidad que hasta ahora se ha mantenido con Estados Unidos.
Algunos analistas más audaces sostienen que, ante una eventual reacción de Estados Unidos, podría considerarse el uso estratégico de Colombia en este nuevo contexto geopolítico. Argumentan que, dado su papel como interlocutor activo en entidades multilaterales como la OTAN, Colombia podría desempeñar una suerte de “doble agente”, manteniendo al mismo tiempo relaciones con la Iniciativa de la Franja y la Ruta impulsada por China. Esta posición dual le permitiría acceder a información sensible que, en escenarios de tensión geopolítica, podría ser de utilidad para Estados Unidos y sus aliados.
Mientras el Gobierno celebra la firma como un paso hacia un nuevo orden multipolar, la oposición y los analistas económicos insisten en que Colombia debe actuar con extrema cautela, asegurando que cada compromiso adquirido respete su capacidad de decisión y no repita errores ajenos.