domingo, noviembre 16, 2025
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(ANÁLISIS) Fragmentación en el Centro Democrático. Disputas internas, liderazgos en tensión y un camino incierto hacia 2026

El Centro Democrático, principal fuerza de oposición y eje de la derecha en Colombia, atraviesa una de las etapas de mayor inestabilidad desde su fundación. La colectividad, cuyo líder natural continúa siendo el expresidente Álvaro Uribe Vélez, no ha logrado recomponer su estructura interna ni consolidar un proceso ordenado para elegir a su candidato presidencial rumbo a 2026.

El punto de quiebre que aceleró el actual escenario fue el asesinato de Miguel Uribe Turbay, quien se perfilaba como uno de los aspirantes más fuertes del partido. Ese hecho no solo produjo un impacto emocional profundo en la militancia, sino que abrió un vacío político que aún no se ha cerrado.

Desde entonces, la reorganización ha sido compleja. La súbita salida de un precandidato competitivo dejó a la colectividad sin una figura clara alrededor de la cual articular su proyecto electoral. A partir de allí se desencadenaron tensiones que hoy mantienen fracturado al partido con desacuerdos sobre la metodología para escoger candidato, cuestionamientos a encuestas internas, renuncias de aspirantes, divisiones entre sus principales liderazgos y un electorado de derecha fragmentado entre distintas opciones externas al partido.

El choque por la llegada de nuevos precandidatos

Tras la muerte de Miguel Uribe Turbay, el escenario interno cambió de manera abrupta. La llegada de Juan Carlos Pinzón como posible precandidato fue rechazada por un sector de las bases uribistas, que lo consideran ideológicamente lejano por haber sido ministro del expresidente Juan Manuel Santos. El rechazo fue inmediato, alimentado por las heridas políticas que dejó el Acuerdo de Paz y por la percepción de que Pinzón no representaba el ADN del uribismo.

En medio de ese ambiente, Miguel Uribe Londoño, padre del candidato asesinado, ingresó formalmente al grupo de precandidatos. Su presencia generó apoyos significativos en sectores que buscaban preservar la identidad original del partido y en quienes rinden homenaje al precandidato asesinado; pero también tensiones con quienes consideraban que su rol debía ser más institucional que electoral.

A este contexto se sumó otro factor que alteró la dinámica interna, como lo fue la atención pública concentrada durante meses en el juicio contra Álvaro Uribe, cuyo proceso y desenlace, la declaración de inocencia, eclipsó temporalmente las discusiones internas. Cuando parecía que el partido retomaría su rumbo, estalló un nuevo conflicto tras la fuerte crítica de Uribe Londoño al sistema de encuestas que definiría el candidato único entre María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Paola Holguín, Andrés Guerra y él mismo.

Disputas por las encuestas y renuncias inesperadas

El cuestionamiento de Uribe Londoño provocó reacciones inmediatas de los demás precandidatos y del director del partido, Gabriel Vallejo. La tensión derivó en la renuncia de Andrés Guerra al proceso presidencial y en un comunicado oficial del Centro Democrático anunciando que retomaría el control metodológico y tomaría una decisión definitiva antes de febrero.

La controversia también alcanzó a la encuestadora Atlas, que decidió retirarse del proceso ante la falta de garantías internas. El episodio profundizó las percepciones de desorganización y puso al descubierto la desconfianza mutua entre los aspirantes.

En medio de la disputa, surgieron acusaciones cruzadas. Sectores internos señalaron a Uribe Londoño como responsable de “torpedear” el proceso, mientras que otros apuntaron a María Fernanda Cabal, a quien acusan de intentar moldear el mecanismo de selección a su favor. La rivalidad entre Cabal y Uribe Londoño creció con rapidez, aunque ambos representan corrientes históricas dentro de la colectividad, como la línea purista del uribismo, en el caso de Cabal, y la línea institucional fundada en los orígenes del partido, en el caso de la familia Uribe Londoño.

El papel del expresidente Uribe y la búsqueda de una alianza amplia

Álvaro Uribe ha mantenido una postura de prudencia pública frente a las disputas internas. Aunque recorre el país participando en debates con los precandidatos y reforzando la estructura regional del partido, su silencio respecto a las fricciones ha permitido que las tensiones escalen. Para la militancia, su falta de directrices claras ha alimentado la percepción de que el proceso se encuentra sin conducción unificada.

Paralelamente, Uribe ha sostenido reuniones con sectores de derecha y centroderecha para explorar una coalición que permita presentar una candidatura competitiva frente al bloque de izquierda. Su encuentro reciente con el expresidente César Gaviria, jefe natural del Partido Liberal, despertó especulaciones entre sectores conservadores del uribismo sobre una posible alianza institucional que rememora los orígenes liberales de Uribe.

Esta búsqueda de acuerdos más amplios ha llevado a parte de la base del Centro Democrático a migrar hacia otras campañas. Un sector creciente ha comenzado a respaldar a Abelardo De la Espriella, mientras que otro grupo ha mostrado entusiasmo por la aspiración de Juan Carlos Pinzón, alimentado por los acercamientos visibles entre este último y el expresidente Uribe; y dejando a los candidatos el Centro Democrático en una desvantaja temprana.

Los matices entre las precandidaturas, rivalidades y estrategias

María Fernanda Cabal continúa siendo una de las figuras más fuertes y polarizantes dentro del partido. Ha cuestionado la “liberalidad” de varios precandidatos, primero contra Miguel Uribe Turbay y luego contra Pinzón, y ahora contra Miguel Uribe Londoño. Su discurso se centra en la defensa del uribismo doctrinal y en una línea de derecha firme, que sigue encontrando eco en sectores amplios de la militancia.

Paloma Valencia, en contraste, mantiene una postura más conciliadora. Aunque con aspiración firme, su estilo político ha evitado confrontaciones directas. Internamente, se interpreta que su permanencia en la contienda responde al interés de preservar la disciplina partidista y participar del debate.

Paola Holguín, reconocida por su disciplina y lealtad al expresidente Uribe, se mantiene en el proceso sin protagonizar rupturas. Su participación es vista por algunos como un puente entre las corrientes del partido, mientras otros creen que su propósito principal es fortalecer los valores originales de la colectividad, mientras se consolida como posible candidata futura a la Gobernación de Antioquia.

Un partido en reacomodo con un panorama legislativo incierto

Las tensiones internas también han afectado la definición de las listas al Senado y la Cámara. El partido no ha resuelto quién encabezará la lista al Senado, una decisión clave para garantizar un caudal electoral significativo. Andrés Guerra, quien era uno de los nombres como precandidato, anunció su retiro de la aspiración presidencial para concentrarse en su curul senatorial, invitando al expresiente Uribe a asumir la cabeza de lista.

La situación se complica aún más por la posición del propio Álvaro Uribe, ubicado en la línea 25 de la lista. Algunos sectores lo presionan para que asuma la cabeza con el fin de maximizar la votación; sin embargo, el expresidente insiste en que su lugar intermedio puede atraer más apoyos, dando paso a nuevos liderazgos, en una estrategia que no genera consenso dentro de la colectividad.

Un panorama decisivo para el futuro del uribismo

El Centro Democrático no se encuentra ante una crisis terminal, pero sí atraviesa un proceso profundo de reacomodo. Las rivalidades por el liderazgo, las críticas a las encuestas, la falta de definiciones claras y la migración de sectores de base hacia otros proyectos de derecha reflejan una colectividad que aún no encuentra cohesión ni relato electoral propio.

Lo que ocurra en las próximas semanas será determinante. El partido deberá definir su metodología, seleccionar un candidato con legitimidad interna y reconstruir su unidad antes de marzo, fecha de la consulta de la derecha. Si no logra ordenarse, corre el riesgo de llegar a la contienda presidencial debilitado, dividido y sin capacidad de articular una alternativa sólida frente al petrismo. El uribismo enfrenta, quizás por primera vez, la necesidad de reinventarse para conservar su papel protagónico en la política nacional.

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