Como lo ha establecido la ONU, la violencia sexual sigue siendo utilizada como táctica de guerra en distintos conflictos armados alrededor del mundo, generando terror, desplazamiento y fragmentación social.
Según datos presentados por la ONU, solo en 2024 se verificaron aproximadamente 4.500 casos de violencia sexual relacionada con el conflicto, aunque se estima que la cifra real podría ser considerablemente más alta.
De acuerdo con las Naciones Unidas, el 93 % de las víctimas verificadas son mujeres y niñas. Estos actos constituyen crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad, e incluso pueden llegar a ser considerados como actos de genocidio, al tratarse de agresiones sistemáticas dirigidas contra civiles en contextos de conflicto.
Según la ONU, el impacto de estos crímenes socava de forma profunda los esfuerzos por alcanzar una paz duradera, señalando que en múltiples escenarios de conflicto, la violencia sexual se emplea como método para intimidar, castigar y humillar a las comunidades.
El secretario general de la ONU, António Guterres, denunció que este tipo de violencia no solo deja huellas inmediatas, sino que también genera heridas profundas y duraderas que afectan a generaciones enteras.
Guterres expresó que, “la violencia sexual es una táctica grotesca de guerra, utilizada para brutalizar, torturar y reprimir, dejando cicatrices en cuerpos, mentes y comunidades enteras […]. El horror de estos crímenes resuena mucho después de que cesan los combates. Demasiadas veces, los perpetradores quedan impunes, mientras que las sobrevivientes cargan con el estigma y el trauma”.
Guterres subrayó que romper este ciclo implica enfrentar los crímenes del pasado, apoyar a las víctimas del presente y proteger a las generaciones futuras, lo que requiere acceso seguro a servicios centrados en la persona sobreviviente, justicia efectiva y escucha activa de sus voces.
La ONU advirtió que los recortes recientes en financiación humanitaria han debilitado gravemente la capacidad de respuesta para atender a las sobrevivientes. Solo en marzo de este año, la oficina del UNFPA en Sudán tuvo que cerrar 40 espacios seguros para mujeres y niñas, lo que limitó el acceso a servicios esenciales de apoyo psicológico, legal y médico.
Las Naciones Unidas destacaron la importancia de las intervenciones comunitarias, el apoyo a la educación de niños sobrevivientes, y la reforma legislativa como pilares para prevenir y erradicar la violencia sexual en contextos de guerra.
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