La noticia política mas importante de las ultimas semanas, señala que Álvaro Uribe ha llegado al 58% de popularidad. Para que los genios no me regañen, tengo muy claro que popularidad es diferente a intención de voto, pero no se llega a lo segundo sin lo primero.
Lo complicado del asunto es que en Colombia ha hecho carrera la percepción de que Uribe no logra endosar los votos y para muchos, en casi todas las ultimas elecciones, ha escogido mal.
Entonces en seguimiento de la teoría política consistente en que un partido no tiene porque temerle a las decisiones populares, se me ocurre que deberíamos exonerar al presidente Uribe de que se vea involucrado en cualquier decisión sobre los precandidatos de su partido, porque, aunque Uribe siempre ha dicho que las mejores reglas de selección las trazan los propios participantes, siempre termina señalado de haber inclinado la balanza y eso trae grandes dificultades.
A lo anterior sumemos el desprestigio generalizado de las encuestas, que hasta injusto puede ser porque algunos encuestadores son técnicos y serios.
Entonces, creo que deberíamos irnos a la consulta popular de octubre e invitar a quienes participan de las ideas democráticas, para que expresen con toda claridad que se acogen al procedimiento y propiciar entre todos una campaña en torno a la forma como se gobernara este país o lo que va a quedar de él después del desastre comunista.
Nada tiene que ver con la elaboración de las listas al Congreso, aunque seria muy bueno aprobar procedimientos que permitan a los electores profundizar en el conocimiento de los candidatos, puesto que ya hemos visto lo terrible que es un mal congreso.
Por favor, piénsenla con cabeza fría.
