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martes, mayo 14, 2024

Un partido a muerte

Por: Carlos Andrés Echavarría Blandón.

Todas las personas en algún momento de sus vidas, ante una situación complicada en donde se debe colocar todo el esfuerzo de un colectivo con el fin de llevar a buen puerto algún objetivo, han utilizado la frase “estamos en un partido a muerte”, incluso, esa expresión deportiva en donde dos equipos de futbol o de cualquier otro deporte de conjunto, están disputando instancias definitivas para una clasificación o un campeonato, los cronistas deportivos emplean la frase repetidamente y todos saben su significado aunque comprenden que no es una sentencia literal.

En este artículo se presenta un verdadero “partido a muerte” entre dos equipos de fútbol en el año 1942; uno de los contendientes era conformado por 11 miembros de un batallón de asalto Nazi y el otro por 11 campesinos de Kiev -capital de Ucrania- invadido durante la Operación Barba Roja por el ejército de Adolf Hitler.

El 23 de agosto de 1939, los ministros de Asuntos Exteriores de las dictaduras Nazi y Comunista, firman un acuerdo conocido como El Pacto de Ribbentrop-Molotov, en el cual se comprometían a no inmiscuirse en conflictos bélicos en donde algunos de ellos estuviese participando. El objetivo principal del acuerdo consistía en que toda disputa entre las dictaduras de idéntica ideología sería solucionada de manera diplomática y de esta forma no verse amenazados por un enfrentamiento entre los dos mayores ejércitos europeos de la época. 8 días más tarde, Alemania invade a Polonia y se da inicio a la Segunda Guerra Mundial, el suicidio de la razón que dejó como resultado más de 60 millones de muertos y la destrucción total de un continente.

Mucho antes de la firma del Pacto de Ribbentrop-Molotov, Adolf Hitler tenía claro que su “espacio vital” para el desarrollo de Alemania, no era su expansión hacia el occidente; los fértiles campos agrícolas de Ucrania, las refinerías de Georgia, las minas de hierro Lituanas, eran el manjar que deseaba controlar el líder Nazi, pero comprendía que para poder enfrentarse al tirano de Iósif Stalin, necesitaba tiempo para prepararse y destruir a los débiles enemigos de occidente, para de esa forma enforcarse en un único frente y así tener una gran guerra en contra de su archienemigo.

Hitler, amo y señor de Europa Occidental para el año 1941, a excepción de la pequeña isla británica que no se rindió gracias al coraje de uno de los políticos más grandes del siglo XX (Sir Winston Churchill), el 22 de junio de 1941 decidió dar por terminado el Pacto de No Agresión e invade el territorio ruso en la llamada Operación Barba Roja y de esta forma abre el frente Oriental, en donde se desarrolló la mayor parte de la segunda guerra mundial y en donde también se presentó el mayor número de víctimas.

El 7 de agosto de 1941, comienza la batalla de Kiev en donde los dos colosos presentaron lo mejor de sus ejércitos. La mejor preparación de la Wehrmacht de Hitler y las malas decisiones tomadas desde el Kremlin, llevó a que el ejército rojo de 850.000 soldados enviados para la ocasión, en solo unas pocas semanas, se viera reducido a solo 15.000 efectivos, el resto yacía en los campos que otrora eran la fuente de alimentación del imperio zarista. El 26 de septiembre de 1941, la última resistencia de la tercera ciudad más grande de la URSS había caído y desde ese momento comenzó el mayor asedio de la historia de la guerra, dejando a una población condenada a morir de inanición.

Los habitantes de Kiev estaban dejados a su suerte, no podían salir del cerco y se empleaban en lo que fuera; es allí en donde en una panadería local, la número 3 de Kiev, Mykola Trusevych, ex arquero del equipo profesional de fútbol, El Dinamo, solicitó trabajo de barrendero; el administrador del lugar, Iósif Kordik, quien era un fanático de los deportes, lo contrata y de a poco comenzaron a llegar otros exjugadores de los principales equipos de fútbol de la ciudad, el Dinamo y el Lokomotiv.

Durante el descanso del medio día, la pasión por el fútbol hacía que los empleados jugaran entre ellos, atrayendo a los espectadores que olvidaban un poco su mal día a día y durante ese pequeño intervalo de tiempo, tanto los jugadores como espectadores, volvían a ser personas y no esclavos de un ejército invasor; los espectadores veían a sus otrora ídolos deportivos en una cancha de tierra y los jugadores volvían a su ser, deportistas de alto rendimiento que brindaban un oasis de felicidad en tiempos difíciles.

A las pocas semanas, gracias al patrocinio del administrador de la panadería, nace el equipo de fútbol FC Start, quien busca rivales en la ciudad y de a poco nace una pequeña liga de fútbol entre las panaderías, artesanos y las pocas empresas que aún subsistían, incluso en la liga participaron las guarniciones militares de Hungría, Rumania y Alemania. A todos les gustaba el fútbol y como dice el escritor Eduardo Galeano, “el futbol es la religión con menos ateos del mundo”. El FC Start comienza con un registro de 7 partidos ganados y 0 perdidos.

A los dirigentes Nazis les comenzaba a preocupar que el amor a la patria, el orgullo de ser ucraniano y la injundia presentada por el equipo FC Start, pudiera contagiar a la ciudadanía y tenían que ponerle fin y de raíz a esas pretensiones, es por ello que el equipo Flakelf conformado por miembros de la Luftwaffe, pidiera revancha a la derrota de 5-1 sufrida el 6 de agosto de 1942, la cual se llevaría a cabo el 9 de agosto.

Esta vez el equipo alemán contaría con nuevos integrantes, jugadores de equipos profesionales traídos directamente desde Alemania, y también contaron con otro aliado muy especial, fue nombrado como árbitro del encuentro un oficial de las SS alemana. Bajo esas condiciones los miembros del FC Start sabían a lo que se enfrentaban. Los jugadores ucranianos se reusaron a realizar el saludo Nazi y cuando el árbitro los obligó a hacerlo, todos levantaron la mano pero no gritaron “Hiel Hitler”, gritaron “Viva el Deporte”. Comenzó el encuentro e inmediatamente las faltas y golpes, no fueron vistos por el juez, incluso una patada voladora en contra del arquero ucraniano fue ignorada por el central.  

El primer tiempo finalizó 3 a 1 en favor de los ucranianos y al camerino les llegó una advertencia del líder de las SS nazi de la ciudad “perded este partido o moriréis”, pero los ucranianos sabían que su vida, ya no era suya, pero el orgullo y la dignidad aún estaban intactos y saltaron a campo dejando un claro 5 por 3 a favor de los FC Start. En la retina de los espectadores quedó una última jugada para enmarcar en la historia del deporte, la cual fue cuando el jugador Klimenko esquivó a toda la defensa del equipo alemán, incluso esquivó al portero y en vez de anotar el gol, se dio la vuelta y lanzó la pelota hacia el público como un acto de rebeldía, ante el cual el arbitro da por finalizado el partido antes de los 90 minutos.

Una semana después, el 16 de agosto de 1942, el FC Start jugó en contra de otro equipo pro nazi, el Rukh, traído directamente desde Hungría, conformado por jugadores profesionales, pero los ucranianos los humillaron y les encajaron 8 goles sin recibir ninguno.

Dos días después la Gestapo entró a la panadería de Kordik y arrestó a todos los jugadores, a quienes acusó de colocar vidrio molido en el pan que distribuían a los regimientos alemanes. Varios jugadores murieron por las torturas en los interrogatorios, otros perecieron en los campos de concentración y otros fueron ejecutados luego de juicios parcializados sin prueba alguna. Incluso los pocos que sobrevivieron a esa locura, fueron años después acusados por Stalin de ser colaboradores del enemigo y los castigó por traición a la patria enviándolos a los Gulaks en Siberia.

Todos los participantes del “partido de la muerte” sufrieron las consecuencias por aquel acto de rebeldía mediante el deporte, el orgullo, la dignidad y el amor propio que no lo pudo sublevar uno de los más crueles regímenes de la historia.

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