Por: Óscar Jairo González Hernández.
¿Cómo se dio comienzo a esta tarea de realizar el libro sobre El Quijote, en la medida de su deseo, interés y necesidad? ¿Es su libro más que un incidente quijotesco en su vida?
Hay libros que sirven de puente silencioso para sobrepasar abismos impensados, oleajes de océanos indescifrables, que al trasegar por él nos permiten reposar en miradores desde donde se puede contemplar la vastedad de la vida. Uno de estos extraños libros es El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, obra estelar de la literatura española.
A este remoto oasis vuelvo regularmente para olvidarme de la sequedad de la existencia. No importan los desiertos de papel impreso, y años, que tenga que eludir. Mi único objetivo es poder escanciar las aventuras del par de manchegos, personajes para los que el mundo no es digno de recorrerse, sino que se pone por escudo el honor y el deseo de servicio a los semejantes. Pensar en el iluso Alonso Quijano, que afronta la soledad de la primera salida; y en el nuevo hombre, más humano, y determinado, que se arriesga a la segunda salida, es el aliciente que me motiva a realizar encuentros íntimos con dicha obra.
De esta intimidad surgió la idea de confesarle al caballero, y a su escudero, cómo vive sus aventuras, sus disparates, y cómo el divertimento crece con cada relectura. La idea de condensar el agradecimiento de lector eclosionó en el capítulo veintiuno de la primera parte, cuando escribí: Lo que relumbra y viene por el camino Para el desventurado caballero No es el latón de un barbero Es el codiciado yelmo de Mambrino.
Quise seguir este ejercicio de lectura e intentar sinopsis parecidas de las historias acaecidas en los capítulos siguientes, pero de la manera como yo las recordaba. Después de cada ejercicio reposaba, repensaba el accionar de los personajes y de este esfuerzo de comprensión comenzaron a surgir versos de estilo libre que organicé en cuartetas de rima consonante.
El experimento me resultó placentero y, lo más interesante, me cambió la forma como leía la obra. Desde el capítulo veintiuno mi plan lector fue otro. El libro se hizo aún más ameno y divertido. Al iniciar los capítulos me sentía más motivado, pues que me había propuesto condensar, sintetizar, lo que ocurría a los andantes manchegos en posadas y castillos. ¿Qué se sugiere proyectar con el libro, qué es lo que podríamos llamar lo nuevo de esa relación suya con la obra de Miguel de Cervantes Saavedra? ¿Es usted el otro yo, moderno tanto de Miguel de Cervantes o del mismo don Quijote o no, y por qué?
Al comienzo pensé que el ejercicio podría sostenerlo por algunos capítulos y para sorpresa mía el experimento aguantó hasta el último capítulo de la segunda parte. Organicé los borradores realizados, evalué lo escrito y constaté que tenía logradas tres o cuatro cuartetas por capítulo. Había escrito un libro a partir de don Quijote de la Mancha. Solo falta completar los primeros veinte capítulos de la primera parte. Me propuse completar los 126 que conforman la magna obra de Cervantes.
Con Mis confesiones con don Quijote quiero dejar constancia de lo que ha significado para mí la obra de Miguel de Cervantes Saavedra. En ella encontré los valores que contiene la palabra cuando se expresa para dar respuesta a las vicisitudes que nos presenta la vida y para recordar a los seres humanos que no estamos solos en la búsqueda de la justicia y la verdad. Espero, además, que se convierta en la puerta que abre el lector que está en la alcoba contigua donde mencionan el Quijote, apócrifo, escrito por don Alonso Fernández de Avellaneda y no tema arrimarse a constatar la fidelidad de los hechos sucedidos al caballero Andante.
Espero, también, que sea un espejo de agua en medio del desierto, cuyos reflejos no ilusionen y hagan perder el rumbo a los viajeros desprevenidos. En cada capítulo procuré remarcar huellas que fácilmente descubrirá el lector, sobre las que pondrá su paso y seguirá el camino para ir a beber la sabiduría de los manchegos universales. ¿Podría usted decirnos como considera, desde su perspectiva (desde sus perspectivas como lector de El Quijote, provocado, sin duda), este su libro, resultado de sus reflexiones y obsesiones alrededor de El Quijote, que es y sí es más que un incidente quijotesco en su vida, o ¿Qué es y propone proyectar? Si mi obra logra acercar nuevos admiradores de la obra don Quijote de la Mancha, se habrá validado la experiencia, el ejercicio de agradecimiento y revitalizado mi espíritu lector.
En estos últimos conceptos está, quizá, la novedad que aporta la escritura de mis confesiones con don Quijote. Sobre aquel se han escrito miles de títulos, ensayos e interpretaciones, pero mi experiencia es otra búsqueda del caballero andante qué al ser derrotado en Barcelona, por el Caballero de la Blanca Luna, entregó las armas, pero no el pensamiento y su tesón. Este caballero inmortal, después de 408 años de sus andanzas, nos sigue insistiendo en que como él hay miles de hombres a quienes el idealismo los estrella contra la dura roca del fracaso, que los golpes recibidos se arriman temerariamente a su alma y que; sin embargo, el mundo tergiversado y disperso los atrapa de nuevo para que no permitan que la realidad agonice en medio del absurdo.
Nos recuerda, además, que la humildad es la luz de la que huyen las tinieblas, la que ilumina todos los rincones del camino cuando se regresa con la derrota a cuestas, porque volvemos apoyamos en el deber cumplido y con el honor intacto. Describir el mundo, compartir con el que sufre, denunciar la injusticia y pregonar el amor, la humildad, la solidaridad, la honradez, la lealtad, el respeto y obrar con determinación, son conceptos y acciones que me acercan a Miguel de Cervantes Saavedra. No tener miedo al fracaso, defender mis ideales, que ningún lugar del mundo me parezca distante y poner lo que esté a mi alcance para que el honor, el respeto y la verdad sean fundamentos inamovibles de las sociedades, me acercan a don Quijote.
Aceptar que las fuerzas nos abandonan para dar paso a la derrota es cruzar la puerta y reunir en una misma alcoba a autor y personaje. El éxito de cualquier emprendimiento está asegurado cuando quien lo busca imagina un sendero por el cual puede poner a prueba sus habilidades y destrezas. Don Quijote ni Sancho Panza tuvieron miedo al tiempo ni a las planicies de Castilla la Mancha, la razón de las salidas era dejar fluir las aventuras y tratar de reflejar en los paisajes sus vidas, para que los lectores de los siglos venideros contemplemos sus huellas y las sigamos si deseamos un reencuentro con sus propias limitaciones.
Confieso que al escribir sobre don Quijote logré apenas un paraje, un mirador, desde donde puedo reorientar el camino de quienes buscan amarlo. Cuando se vive como don Quijote y se muere con la serenidad y la cordura de don Alonso Quijano, la vida complementa su verdadero sentido. Entre luces y sombras, entre locura y razón, al hombre se le oculta la grandeza y tener la determinación de buscarla para otros es la mayor de las locuras.
“Por la transparencia de las palabras corre un caudaloso río donde el espíritu humano se refleja y eternamente sacia su sed”. Palabras escritas así jamás perderán su brillo. De ahí la actualidad y eternidad de la obra de Miguel de Cervantes.