La reciente visita oficial del presidente Gustavo Petro a China dejó múltiples puntos de reflexión, generando tanto expectativas como controversias en el escenario nacional e internacional.
Incluso antes de iniciarse el viaje, ya se hablaba de polémica. La designación de Armando Benedetti como ministro delegatario, mediante un decreto firmado supuestamente por el presidente, quien luego afirmó que no lo había suscrito,, marcó el inicio turbulento del periplo presidencial hacia el gigante asiático.
Otro hecho que causó críticas fue la inclusión en la comitiva oficial de la hija menor del mandatario, Antonella Petro, lo cual fue visto por algunos sectores como una falta de protocolo o una decisión poco transparente en el uso de recursos públicos.
La ausencia en la comitiva de la canciller Laura Sarabia también llamó la atención. Aunque se desplazó días antes en un vuelo comercial, Sarabia fue retirada del avión en el trayecto a Shanghái, lo que puso sobre la mesa una posible tensión entre la jefa de la diplomacia colombiana y el presidente.
Petro estuvo acompañado en su visita por la ministra de Agricultura, Martha Carvajalino; la ministra de Ciencia, Tecnología e Innovación, Yesenia Olaya; el ministro de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, Mauricio Lizcano (nombre correcto, corregido en esta versión); el ministro de Minas y Energía, Andrés Camacho (nombre también corregido); la directora de la Agencia Presidencial de Cooperación Internacional, Eleonora Betancur; y el director de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, Carlos Carrillo.
Más allá de las controversias, el viaje marca un claro giro en la política exterior de Colombia. La profundización de los lazos con China podría abrir nuevas oportunidades en inversión, cooperación tecnológica e infraestructura, pero también trae consigo el riesgo de tensiones con Estados Unidos, uno de los aliados históricos más importantes del país.
La administración Trump, que aún tiene influencia sobre la agenda republicana en EE. UU., ha advertido sobre su oposición a la expansión de proyectos chinos en América Latina. Incluso ha manifestado su intención de bloquear el financiamiento de infraestructura en Colombia por parte de la banca multilateral si esta involucra empresas de origen chino, alegando riesgos para la seguridad regional.
En términos de resultados concretos, el gobierno colombiano informó la firma de 12 acuerdos de cooperación y el ascenso de las relaciones bilaterales al nivel de «asociación estratégica», destacando la adhesión de Colombia a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, también conocida como la «Nueva Ruta de la Seda».
Durante el encuentro entre Gustavo Petro y su homólogo Xi Jinping, ambos mandatarios acordaron fortalecer la cooperación en áreas clave como comercio, ciencia y tecnología, infraestructura, medio ambiente, energías limpias y desarrollo ferroviario. Además, se pactaron intercambios educativos en niveles básico, medio y superior, así como programas de pasantías para jóvenes colombianos en empresas chinas.
En definitiva, lo ejecutado por el presidente Petro en territorio chino representa una redefinición de la política exterior colombiana. Si bien abre puertas a nuevas alianzas estratégicas y a una mayor inversión en sectores clave, también plantea interrogantes sobre las consecuencias geopolíticas de este acercamiento y su impacto en las relaciones con los socios tradicionales del país.
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