lunes, diciembre 29, 2025
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Parece una escena sacada de los Súper Sónicos

La imagen de Steve Kerr, entrenador de los Golden State, equipo de la NBA, interactuando con robots no es una escena de ciencia ficción o de los Súper Sónicos, es el presente del deporte de alto rendimiento. La Inteligencia Artificial (IA) ha dejado de ser una promesa de futuro para convertirse en el motor que impulsa tres pilares fundamentales: la detección de talento, la optimización del rendimiento y la prevención de lesiones.

El uso de sistemas robóticos y sensores permite en el basquet simular situaciones de juego reales. La IA procesa la posición de los jugadores, la velocidad de ejecución y la toma de decisiones, ofreciendo soluciones tácticas que maximizan el rendimiento colectivo. En la Fórmula 1, por ejemplo, los algoritmos simulan millones de estrategias de carrera en segundos para decidir el momento exacto de una parada en boxes.

Tradicionalmente, el «scouting» dependía del ojo clínico de un experto. Hoy, la IA analiza miles de datos de jóvenes promesas en todo el mundo de manera simultánea. Mediante algoritmos de Big Data, los clubes pueden identificar patrones de éxito que pasan desapercibidos para el ser humano. Ya sea en el fútbol, el tenis o el beisbol, la tecnología permite comparar métricas de un adolescente con las de una estrella consolidada a su misma edad, minimizando el riesgo en los fichajes millonarios.

La IA permite una personalización absoluta del entrenamiento. En disciplinas como el ciclismo o la natación, se analizan variables biométricas en tiempo real para ajustar las cargas de trabajo. Sin embargo, su mayor impacto se observa en los deportes de equipo como el baloncesto o el motor.

Imagen tomada de Internet

Quizás el avance más humano de esta tecnología sea la capacidad de predecir el dolor. Mediante el uso de dispositivos wearables, la IA monitoriza la fatiga muscular, la calidad del sueño y los niveles de estrés de los atletas. Al cruzar estos datos con el histórico de lesiones, el sistema puede alertar a los preparadores físicos cuando un jugador está en la «zona roja» de riesgo.

Desde el atletismo hasta el motor, ninguna modalidad se resiste a esta revolución. La IA no sustituye al talento humano ni a la intuición del entrenador, sino que los potencia. Se está ante una era donde la diferencia entre la medalla de oro y el cuarto puesto ya no solo depende del esfuerzo físico, sino de la capacidad de procesar y aplicar la inteligencia de los datos.

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