Por: Camilo Gómez Arbeláez.
¿Considera que el Nadaísmo se puede proponer y presentar como un buen camino para el desarrollo de la libre expresión, de la libertad de pensamiento y del desarrollo del yo? Considero que el Nadaísmo, en su momento (1957-1970), ha sido un movimiento como tal, que cambió y transformó la visión de la relación del arte con la vida.
Involucró la vida misma con el arte. Cada instante de la vida de un artista lo relaciono y la realizo desde la libertad, como principio esencial y básico de la creación. Crear es buscar la libertad, hacer de la libertad una forma de la rebelión. Y quien no tiene libertad ni es libre, no puede crear. La libertad, para el nadaísmo, era la libertad total, no a medias, y no solamente la de una forma; es libertad de todo, para todo y en todo, o no es libertad.
No puede haber una sola, no existe una sola forma de libertad, y el nadaísmo así lo mostró y así y desde allí realizó su tentativa estética. La misma concentración en el yo hace que estos artistas se inclinen por excavar en sí mismos, no obstante, estar inmersos de una manera decisional en el nadaísmo. Eso quería decir, que el yo de cada uno de ellos estaba en relación con el yo de los otros; era una comunidad de interlocución de yoes, que buscaban cada uno lo que sentían necesidad de buscar, por lo que no hubo un nadaísmo como tal, sino que en cada uno de ellos, de los nadaístas, había un nadaísta.
Eso es un movimiento de arte, en donde cada uno hace la tensión de su deseo y su necesidad estética. Por eso mismo, en el nadaísmo no es lo mismo Gonzalo que Amílcar U, que Alberto Escobar, Elmo Valencia; o X-504, que Eduardo Escobar o Humberto Navarro, etc. O los nadaístas que nunca hicieron un libro o arte, sino que vivieron como nadaístas, o sea, que consideraron al nadaísmo como un estilo de vida, una forma de vida, lo que también, en mi manera de ver el movimiento, era ser nadaísta.

Inclusive, cada nadaísta, desde su intervención en el nadaísmo, ha realizado su libro, de cómo se dio y por qué y desde dónde esa intervención en el nadaísmo, ¿Y qué hizo él como nadaísta, en el nadaísmo? Testimonios de lo que su nadaísmo tenía para contribuir, para distribuirse como el caos o no dentro del movimiento nadaísta. O sea, que la historia del nadaísmo no termina aquí. Es una continuación de esa historia.
Cada vez menos interesante, podría ser, pero eso lo dirán los que estén todavía o se interesen por relacionarse con el nadaísmo, con los nadaístas o quienes así se consideren. Cada quien lo decide, en su decisión radicalmente esencial u obtusa. Ya lo decía Gonzalo, en su Tarjeta de Navidad para GOG (Gonzalo González) en diciembre de 1962:
Abandono la tumultuosa taberna por la soledad creadora. Y daré testimonio de mi actitud nadaísta a través de la creación y no de la alucinación. Cambio la pereza por la contemplación. El aburrimiento satisfecho por la desesperación creadora. El silencio por la protesta. Elijo la Nada que tiene un porvenir en la vida, al vacío que no tiene porvenir en nada, y que equivale a la muerte. El verdadero nadaísmo reclama este espíritu viril, este espíritu que convertido en actos dará testimonio de nosotros.
El Nadaísmo no ha muerto, sino que toma conciencia de sí mismo, se supera, nos hacemos responsables de él, y lo tomamos en las manos para pesar su importancia y medir sus alcances. Deja de ser lo que es para ser superior a sí mismo. (…) ¿Cree que está relacionado el hecho de que la mayoría y más importantes representantes del Nadaísmo sean antioqueños y vallunos con que estos departamentos sean hoy en día unos de los más desarrollados en literatura? Todavía se habla de eso, de los territorios, de los que son de Antioquia o los que son del Valle; eso es un tema interesante y sin duda lo es, para tramitar proyectos académicos, pero en realidad para mí, lo esencial, aquí no es de dónde son; quizá lo menciono o lo examino, pero no es lo esencial.

Ya que lo principal es lo que hicieron cada uno de los nadaístas, dónde radicaron sus obsesiones, cómo hicieron para hacer sus catarsis, qué libros les formaron, qué medios propiciatorios tuvieron o no para hacer lo que hicieron, contra qué lo hicieron, cuál era el carácter y el sentido de su rebelión, por qué unos tuvieron más relevancia en el momento que otros, etc. Eso es lo principal, no si eran antioqueños o vallunos.
Esas mediciones, considero, no caben para el nadaísmo, o al menos, el nadaísmo que he leído y que leeré, pues ya acabo de leer otro libro sobre el nadaísmo, el de Yeison Medina: Jaime Espinel: La tinta cortante que canta desde el hampa; entonces eso nos muestra que cada vez se hablará del nadaísmo y de los nadaístas, que quizá no tuvieron, como decía ahora, mucha relevancia en el movimiento, pero que tenían, lo que denomino, “su nadaísmo”, su manera de ser nadaístas.
El movimiento es indudable, tenía que ver con, también, el desarrollo de la ciudad, de las ciudades entre nosotros, y ya lo que hace relación a los llamados municipios, no era mucho. La visión del mundo cambiaba; las ciudades eran tentaculadoras de todo lo nuevo; quien no vivía en las ciudades no era nadie, nadie lo conocía ni sabía lo que hacía. Quizá eso mismo llevó a los nadaístas a tener la necesidad de vivir en la ciudad, de radicarse en ella, por lo que eran, por lo que estaban siendo. Y después unos nadaístas viajaron a los Estados Unidos, otros se establecieron allí y otros se quedaron acá.
¿Qué calificas como lo más importante que dejó el Nadaismo?. No sé. Y en realidad, no sabría decirte desde qué medición o en qué medida, históricamente o no, qué ha quedado del Nadaísmo o qué quedará del Nadaísmo y de los Nadaístas. En este momento, todavía quedan nadaístas vivos o quienes participaron en ese movimiento. Y sí, entonces habría que establecer que dicen esos nadaístas vivos, del nadaísmo.

Podría establecerse, sin duda. Como tal, no mido lo que ha quedado o no de un movimiento; no sé de qué se trata cuando me inquieren sobre los resultados, las estadísticas, las mediciones. Yo siento que lo que es del nadaísmo, lo que hizo trastorno y perturbó totalmente nuestro medio estético, lo intervino de ciertas maneras muy rebeldes, de nuevas posiciones, de insolencia e iconoclastia, o sea, de decirme o decirnos que nos podemos rebelar, que podemos pronunciarnos sobre aquello con lo cual no coincidamos, que lo indiquemos, que lo mostremos, y allí están entonces los libros, sí, los libros de los nadaístas para decirlo.
Y, por lo tanto, hay que leerlos para saber eso que dices, y cada yo, cada uno sabrá qué le ha propiciado o no, qué le habrá provocado y le provocará o no el nadaísmo. O un nadaísta en concreto. El escándalo, para mí, era lo que menos me interesaba cuando comencé a leer el nadaísmo y a ver a los nadaístas en la ciudad (1980), pero ya no escandalizaban a nadie ni a nada.
Eran los nadaístas o así les decían. Yo traté a unos de ellos, pero el nadaísmo ya no estaba ahí, o sea, en el escándalo que había sido un medio decisivo para hacerse conocer y hacerse escuchar, como lo hicieron.
Alberto Escobar o Darío Lemos o Amílcar Osorio; eso no quiere decir que no hicieran y continuarán haciendo una tarea de escándalo, en su forma de ser y de tratar el arte (las artes), concentrados en lo que se disemina ante ellos, como lo inasible mismo. Conciencia crítica de la vida.








