domingo, abril 27, 2025
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Orietta Lozano:» cada palabra es un latido que huye hacia un tiempo de no logro reconocer…»

fauna area metropolitana

Por: Óscar Jairo González Hernández

¿En qué momento (como del instante mismo que revela o nos muestra) comenzaste a concebir, formar y estructurar este libro, y por qué, qué te llevó a llamarlo Fisuras del viento, y por qué fisuras, qué busca provocar con ello; cómo se dio y evidenció en usted la intención y la necesidad de hacer este libro, que dimensión le causa o no a lo que ha hecho hasta este momento, y qué visión tiene o tuvo para ello, como un nuevo proyecto estético en su vida; qué intenta causar en el lector de sus fisuras, o cuáles quiere causar en él o en ella?

Ocurrió como suele ocurrir el acto de escribir, a veces como un relámpago, a veces como la suave contemplación de la lluvia. El solitario paraje de la noche, y un caballo despertando en el centro del alma, una visión, y se genera una idea, un poema.

La escritura es un movimiento en espiral, espiritualmente orgánico, el ejercicio cósmico de una posibilidad de vida. A veces una palabra constituye todo un mecanismo de una fuga poética.

La poesía no se instala necesariamente en la palabra, hay un bosque ardiendo y una gacela herida que habita en el poema. En todo caso, la abstracción larga y plausible en la poesía viene a ser tan real que el poema sangra, sucede sin ninguna piedad, como el quejido del animal herido en plena noche. La poesía olfatea el agua y escribe el agua. La palabra es un relámpago, el amor, un laboratorio.

Cada palabra, cada pausa, cada silencio afecta de una manera poco habitual que impulsa el acto de escribir. En mi obra, mi experimento, mi gabinete luminoso, existe una cofradía donde guardo retazos de ideas y palabras. Escribo el ruido y la soledad.

En este lavatorio donde se lavan las palabras, en este laboratorio donde se cocinan las palabras, hay un incesante devenir animal, una celebración a la escritura, un resurgir de la memoria ancestral, el enjambre de dolor que sacude nuestro espíritu. Un acercarse a esa comunión y comunicación secreta, corazonadas, sensaciones y percepciones. Huellas.

El título: “Fisuras del viento”, se tomó de un poema mío, titulado “fisuras”, sugerido por el editor del libro, le agregué la palabra viento. Es un poema que habla del dolor, el silencio y la bendita costumbre de escribir, igualmente la palabra fisura tiene ese encantamiento donde fluye lo oscuro y se descubre la luz.

Existe esa fascinación por las palabras, palabras cristalinas, palabras oscuras que tienen luz como fisura, y puede ser la salida o puede ser el encierro, palabras aladas como viento.

Cada palabra es un latido que huye hacia un tiempo que no logro reconocer, palabras que se hunden en un letargo y como un pájaro cantando, me estaciono en esas regiones nubladas para cantar más ligero, tan ligero que creo cantar un solo canto en todas las lenguas. Sería como inventar un pueblo que existe, el lector, la conversación con el lector.

Ante todo hay un devenir escritura, donde se tantea el sonido punzante del lenguaje, donde las palabras tienen fiebre y se rasgan como una herida sangrante, como un río caudaloso.

Con el poder que otorga el don de la palabra, el escritor horada su naturaleza, para rozar la morada palpitante del cosmos, y generar el acto espléndido de la creación, como si estuviera solo, abandonado en el más alto peñasco. La escritura es el estupor dentro de una bóveda, donde se escucha el gemido de un dios herido. La melancolía es la cicatriz.

El poema, vendría a ser una máquina afectiva, un artefacto que sana, que convoca la memoria y crea puentes insondables, una ciudad, un bosque, abierto o cerrado, según los ojos que lo lean.

Siempre tuve presente, si no había otra posibilidad, escribiría en una isla desierta. En ese sentido no tiene mucha importancia la publicación de la obra, sino el centro vertiginoso donde la escritura nos genera un movimiento visceral y nos induce a trazar un camino en dirección a un pensamiento poético, a un devenir poético.

FISURAS

La es un espléndido banquete

para los abatidos ángeles.

Escribiré lo suave,

lo iluminado

si la flecha envenenada lo permite.

Me dejaré caer en la fisura del silencio

me extraviaré en la llama del candil.

Lluvia de fuego, en el prisma de la lluvia,

el poema refleja la luz de su dolor.

Tengo un caballo dentro de mí que despertó

en el solitario paraje de la noche,

un desierto aullaba su sueño,

la sangre de la noche me contagio su virus,

torbellino de sombras.

Esta maldita costumbre de escribir,

¡bendita sea!

Sigo nombrando las grietas,

las piedras

los cuchillos

las espadas.

Y en este valle de profusos espejos,

voy recordando un nombre,

incrustado en las esquirlas del aire.

Fisuras del viento. Cali. Taller Blanco Ediciones. 2021.

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