Al gran colombiano votado de tal manera por el pueblo, así otros se lo adjudiquen en su dialéctica y su retórica populista, le montaron la perseguidora quienes hoy han demostrado portar las banderas del socialismo, del comunismo, del totalitarismo y hasta del narcoterrorismo para saquear vulgarmente el Estado. Unos de cuello blanco, otros disfrazados de progresistas y otros de botas, fusil y camuflado.
Ética, respeto, justicia, libertad garantizada por el orden propio del Estado de Derecho funcional que obliga al orden constitucional que emana del pacto social, y al sistema institucional que estamos obligados como sociedad a defender y a custodiar como ciudadanos.
Valores democráticos que encarna un líder natural ya auténtico, el del estado comunitario, el de la seguridad democrática en sus componentes: seguridad física para todos los ciudadanos garantizada por el Estado, independencia de poderes del Estado mediante el respeto y la obediencia de la ley representada en las decisiones de la justicia cuando esta es justa, la de la transparencia en la administración pública, y ante todo la de la cohesión social.
Uribe fue quien hizo realidad la inversión social al transformar en crecimiento y desarrollo la vida de 50 millones de colombianos en los dos periodos en que ejerció el poder, lo muestran las cifras y ahí están las obras, fue quien le devolvió la confianza inversionista fundamentada en la estabilidad macroeconómica al país y ello le mejoró el nivel de vida y de ingreso a millones de familias en el país.
Pero eso es precisamente lo que no toleran los envidiosos como Santos, lo opositores mamertos, los camaleones políticos que otrora lo adularon, ni mucho menos quienes para conveniencia propia optaron por las doctrinas revolucionarias asociadas al narcoterrorismo para acceder a un poder que es tan efímero como contaminante y que sin duda alguna no han sido capaces de administrar.
Dicho esto, transcribo apartes de una columna del doctor Álvaro Ramírez González que expresan la realidad que vivimos:
“Uribe: ¡Ganó la Justicia! (…) Nada que tenga más fuerza que la razón! Perdedores: Juan Manuel Santos, Gustavo Petro, Iván Cepeda, Eduardo Montealegre, la jueza Sandra Heredia, y la justicia torcida. Uribe es un león. Fueron varios años de sufrimiento, cargando a las espaldas una acusación totalmente injusta y amañada. Fueron como 65 largas audiencias, sometidos a los atropellos y burlas de una fiscal y una juez con categoría de suplente que tenía clara la misión de condenar a Uribe. La izquierda (el narcoterrorismo y la mezquindad del poder capitalino) y su “combinación de las formas de lucha “, tenía en su libreto sacar de circulación a Uribe, el político más popular en Colombia y el único capaz de derrotarlos en la plaza pública. Después de sobrevivir a más de 14 atentados contra su vida, Uribe fue el objetivo de una componenda legal que lo iba a sacar de circulación. Todos alineados para condenar a Uribe con unos cargos sin pruebas, pero con la decisión fraudulenta de una juez. Ese fallo de 1.000 páginas que leyó la juez Heredia, no lo pudo haber construido ella ¡Todos dicen que fue Montealegre! El Tribunal Superior de Bogotá puso fin a esta macabra payasada, y declaró inocente a Álvaro Uribe de todos los cargos ¡Uribe está libre! Y eso es una pésima noticia para Petro y esa izquierda (delincuencial) fracasada, que tienen desbaratado e intimidado al país”.
Era un caso de elemental justicia y así lo vieron los magistrados. Gracias señorías obraron en justicia a favor de la libertad y del pueblo colombiano y donde hay justicia siempre habrá esperanza, pero donde se normaliza la injusticia no queda nada.
Como sociedad tenemos que estar preparados y unidos para defender a los indefensos y a la propia justicia de los ataques que, sin duda, pagará el narcoterrorismo para agitar a la chusma mercenaria que se vende míseramente.








