“La Nochebuena se viene, La Nochebuena se va. Y nosotros nos iremos y no volveremos más” (Antigua copla popular navideña)
Ciertamente la Nochebuena, es decir la noche del 24 de diciembre víspera de la Navidad, es una fecha de suyo alegre y gozosa, pues según la tradición cristiana en el segundo exacto en que comienza el 25 de diciembre, a las doce en punto de la noche, nace el Divino Niño Jesús, el Redentor del género humano pecador, “ el deseado de las naciones”, el “Dios con nosotros”, el Dios Todopoderoso y Eterno que para redimir al mundo del pecado antiguo y futuro se ha hecho hombre en la persona de su Unigénito Hijo Jesucristo y con esa humanidad, soportando todos los vejámenes propios de la condición del hombre mortal más los rigores y tormentos inenarrables de su Pasión y de su muerte en la Cruz, ha saldado la deuda contraída con el Creador por la soberbia y desobediencia de Adán y Eva y ha redimido al hombre reo del pecado.
Es esta una conmemoración solemnísima y digna del respeto y el fervor de los cristianos, pero que desgraciadamente por la acción del maligno, que nunca ha dejado ni dejará de combatir en la persona del hombre mortal al Dios Todopoderoso que lo expulsó del Paraíso, se ha convertido con el correr de los tiempos en una fiesta pagana, donde lo que importa es el gasto inmoderado del dinero para comprar regalos que no son agradecidos, para adquirir alimentos especiales y abundante licor que al ser consumido embrutece y hace cometer toda clase de barbaridades que cuando se recupera la lucidez causan remordimiento, vergüenza y depresión.
Pero hay algo más que me atrevo a poner de presente solo con el ánimo de que los lectores reflexionen: como dice la copla que sirve de epígrafe a esta columna, la nochebuena que viene y que va concluye en que “nosotros nos iremos y no volveremos más”, lo que en síntesis quiere decir que esta puede ser nuestra última nochebuena. Sé muy bien que esto es duro de admitir y que por eso nuestra reacción es no pensar en ello, porque de lo que se trata en diciembre es de alegrarse, de reír, de gozar y para muchos pobres seres humanos de embrutecerse con el licor y con el consumo de alucinógenos.
Es claro que el nacimiento del Niño Jesús es causa de gozo y ocasión de festejar. Pero también es motivo para reflexionar en que esa Encarnación del Dios Todopoderoso, es precisamente la oportunidad propicia para entender plenamente el significado de la Redención y aprovecharla para reconciliarnos con Dios por medio del sacramento de la confesión y de la Eucaristía, lo mismo que para adoptar una decisión ojalá irrevocable de vivir el resto de lo que el Señor nos conceda de vida de una manera por completo acorde con los preceptos de nuestra religión católica, lo que para personas adultas, que ya han conocido lo que es la existencia, significa practicar lo que es bueno y evitar lo que no lo es y para los jóvenes, aunque es muy difícil de cumplir dada la fragilidad psíquica y emocional, propia de su edad, quiere decir que deben conocer los viejos diez mandamientos del Dios del antiguo Testamento y hacer un enorme esfuerzo por cumplirlos, así tengan que luchar contra una naturaleza rebelde, ayudados por la certidumbre de que si logran triunfar en su propósito del vivir conforme a esos mandamientos, serán premiados de una manera que superará sus más grandes esperanzas.
Los Ángeles que cantaron en la sagrada noche de Belén “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”, dieron la pauta para celebrar cristianamente la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. Se trata de exaltar al Todopoderoso en su mansión celestial y de vivir conforme a su divina voluntad y se trata también de obtener la recompensa prometida a quienes le obedezcan, consistente en la paz, es decir, en la suma de los bienes celestiales, espirituales y materiales, necesarios para la vida y al final llegar a la Casa del Padre y morar en ella eternamente.
Que esta Navidad del 2024 nos sirva a todos para pensar en nuestra vida y en su final, para que sin prescindir de la paz, del gozo y de la alegría propia de esta festividad maravillosa, aprovechemos que ha nacido el Redentor de la humanidad “agobiada y doliente” como dice la Novena tradicional de Aguinaldos, para reconciliarnos con Dios y continuar viviendo de una manera cristiana, para que cuando llegue el inevitable final, podamos escuchar aquellas palabras que Jesús anunció en su Sermón de la Montaña, que dicen “Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo”.(Mateo: 25-34).