La vida laboral en Colombia, para miles de empleados, se ha convertido en una constante batalla contra el agotamiento. No hablamos de un cansancio pasajero, sino de una fatiga emocional y física crónica que, según la Encuesta sobre el Agotamiento Laboral 2025 de MiCVideal, afecta a un alarmante 88% de los trabajadores. Esta cifra, que deberíamos ponernos a todos en alerta, es el reflejo de una crisis de salud mental silenciosa pero devastadora en nuestros entornos laborales. ¿Hasta cuándo ignoraremos las señales que nos gritan que algo anda mal?
El panorama es aún más desolador si consideramos que uno de cada cinco empleados piensa en renunciar cada día, y uno de cada cuatro ha enfrentado episodios de depresión directamente vinculados a su empleo. Estas estadísticas no son meros números; son el rastro de historias de angustia, ansiedad y profunda insatisfacción. Como bien lo señala Ricky Sharma, especialista en formación profesional, aferrarse a un puesto que ya no genera satisfacción puede ser más perjudicial que beneficioso. La pregunta no es si es difícil renunciar, sino si estamos dispuestos a pagar el costo de no hacerlo.
Entonces, ¿Cómo identificar el punto de inflexión? La primera y más evidente señal es el estrés y la ansiedad laboral constante. Si la sola idea de que llegue el lunes le genera angustia, si los «miedos del domingo» se han vuelto su compañero habitual, es hora de detenerse. Un malestar constante no es normal; es un indicio claro de que su salud física y mental está en juego y que su bienestar está siendo comprometido de forma preocupante.
Otro factor crucial es la falta de oportunidades de crecimiento. El desarrollo profesional es un motor fundamental de motivación. Si su empleo no le ofrece posibilidades reales de aprendizaje, de ascender o de mejorar salarialmente, usted está estancado. La falta de reconocimiento es una herida que, aunque invisible, drena la energía y el compromiso. Si sus ideas no son valoradas, su esfuerzo pasa desapercibido y la retroalimentación positiva es una rareza, es momento de cuestionar el respeto que se le tiene.
Finalmente, y quizás la más importante de las señales, es cuando el empleo afecta negativamente su calidad de vida. El trabajo consume una parte significativa de nuestro tiempo y energía. Si su empleo interfiere con su tiempo en familia, le impide dedicarse a sus intereses personales o, peor aún, perjudica su salud, el precio es demasiado alto. El equilibrio entre la vida laboral y personal no es un lujo, es una necesidad para su bienestar integral.
Tomar la decisión de renunciar no es sencilla, pero ignorar estas señales podría tener consecuencias devastadoras a largo plazo en su salud y felicidad. Es un acto de valentía y autoconocimiento, una inversión en usted mismo. No se trata de huir de los desafíos, sino de reconocer cuándo un ambiente laboral se ha vuelto tóxico para su bienestar.
Este es un llamado a la reflexión para cada empleado en Colombia. No espere a que el agotamiento lo consuma por completo. Escuche las señales, valore su salud mental y física, y atrévase a explorar nuevas oportunidades si su empleo actual le está robando la paz. Su bienestar no es negociable.