sábado, mayo 31, 2025
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(OPINIÓN) Sin coherencia te medirán con el mismo “Racero”. Por: César Bedoya

La indignación hierve cuando se desenmascara la hipocresía en la esfera pública. El representante a la Cámara, David Racero, del Pacto Histórico, se ha erigido como un adalid de los derechos laborales, clamando por condiciones justas para los trabajadores. Sin embargo, la realidad que lo salpica es una bofetada a ese discurso: denuncias de contratación en condiciones deplorables, salarios irrisorios y jornadas extenuantes, todo lo que él mismo condena ¿Con qué autoridad moral puede este tipo exigirles a los empresarios del país una legislación laboral digna si él mismo la vulnera flagrantemente con sus colaboradores? Es un insulto a la inteligencia y a la ética que un congresista predique de lo que carece.

La controversia se agrava con audios que revelan el ofrecimiento de vacantes por un millón de pesos, sin prestaciones de ley y con multifuncionalidad. Esto no es solo una contradicción; es una burla a la dignidad de quienes buscan una oportunidad. Su «doble rasero» ha quedado expuesto, no solo en sus prácticas laborales, sino también en el presunto manejo irregular de su Unidad de Trabajo Legislativo (UTL), donde se habla de poner a un colaborador a trabajar en un fruver. Es decir, las denuncias no son incidentes aislados, sino un patrón de comportamiento que raya con lo ético y lo legal.

Lo más desolador es el silencio cómplice del gobierno y de quienes deberían levantar la voz. El presidente Gustavo Petro, tan vehemente en redes sociales, apenas hizo una mención abstracta en su cuenta de X, sin siquiera referirse al congresista. ¿Dónde están el ministro de Trabajo y los colegas del partido de Racero? ¿Dónde están los sindicatos de trabajadores, tan diligentes para convocar marchas contra la precarización laboral, cuando esta la promueve uno de los suyos? Su mutismo los hace cómplices y los condena al mismo “racero” de incoherencia.

El clientelismo político y el intercambio de favores son otra mancha en el historial de Racero. Los escándalos de contratos públicos para familiares, como el caso de su primo José Manuel Márquez Mayorca con cinco contratos en esta administración, son difíciles de explicar. Es una burla a la meritocracia y un reflejo de las viejas mañas que este gobierno prometió erradicar. Parece que se critica las acciones de los otros, pero cuando les toca a ellos, son los mismos y con las mismas mañas.

Ante la avalancha de pruebas, la respuesta de Racero es la clásica estrategia del victimismo: «Soy víctima de un aniquilamiento moral», ha declarado. Es una excusa trillada que busca desviar la atención de las evidencias que lo comprometen. La Corte Suprema lo investiga por razones administrativas, pero las denuncias de clientelismo y prácticas laborales irregulares son contundentes y exigen respuestas claras, no evasivas.

Este episodio es un recordatorio amargo de que, en la vida pública, solo se puede liderar con el ejemplo. Quienes no estén dispuestos a esto, quienes prediquen una cosa y hagan otra, deben ser marginados de la capacidad de pontificar y dictar lo que otros deben hacer. La indignación es la única respuesta posible ante tanta desvergüenza.

Espero con ansias la convocatoria de una marcha multitudinaria, organizada por el gobierno y las centrales obreras, en contra de la precarización laboral promovida por el representante del Pacto Histórico, David Racero. O, ¿será que la coherencia es un lujo que solo se puede pedir a los demás?

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