lunes, octubre 27, 2025
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(OPINIÓN) Si usted quiere cambiar el mundo, empiece por usted mismo. Por: Laura Mejía

Queremos la paz. Queremos justicia, respeto, oportunidades, orden, humanidad. Queremos que el país cambie, que las cosas funcionen, que el futuro sea distinto. Pero seguimos esperando que el cambio venga de afuera, que alguien más lo haga, que otro repare lo que nosotros mismos podríamos transformar. Nos acostumbramos a exigir que todo mejore sin preguntarnos qué tanto estamos dispuestos a mejorar nosotros.

Si usted quiere la paz, empiece por usted mismo. No con discursos, sino con gestos. No hable mal del otro, no critique ni juzgue. No pida respeto si no está dispuesto a ofrecerlo. No exija tolerancia mientras descalifica a quien piensa diferente. No reclame diálogo si solo quiere imponer su voz. La paz no se decreta ni se firma: se construye con palabras que no hieren, con actos que no destruyen, y con la capacidad de reconocer que el otro también tiene una historia, una razón, una mirada válida.

Si busca ser comprendido, también escuche. Si pide igualdad o respeto, practíquelos. No pida que acepten sus creencias mientras rechaza las ajenas. No espere empatía si no está dispuesto a ofrecerla. La convivencia no se construye cuando todos piensan igual, sino cuando aprendemos a encontrarnos en medio de las diferencias.

Colombia necesita, con urgencia, más coherencia. Menos gritos y más escucha. Menos juicios y más empatía. Menos odio y más sensatez. Menos dedos que señalan y más manos que ayudan. Nos hemos acostumbrado a pensar que el problema siempre está en el otro: en el político, en el empresario, en el vecino, en el periodista. Pero el país que soñamos no nacerá mientras cada uno siga mirando hacia afuera, sin revisar lo que puede hacer distinto en su propio entorno.

Si se queja del mal gobierno, aporte desde donde está. Cumpla, respete, construya, proponga. No hay transformación posible si seguimos creyendo que el cambio depende de una sola persona o de una elección. En 2026, Colombia se juega mucho más que un nombre en la Casa de Nariño. No porque quien llegue sea un salvador, sino porque el rumbo del país se define también en la conciencia de cada ciudadano, en lo que votamos, decimos, hacemos y en cómo tratamos al otro.

Como dijo Gandhi, “sé el cambio que quieres ver en el mundo”. Ningún gobierno, por justo que sea, puede sustituir la responsabilidad personal de actuar con decencia, respeto y coherencia. Y como escribió Mario Benedetti, “cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto cambiaron todas las preguntas”. Tal vez ha llegado el momento de hacernos las preguntas correctas y mirar con honestidad nuestro propio actuar.

El cambio no empieza en las urnas, ni en los discursos, ni en los decretos. Empieza en el reflejo de cada uno, en cómo miramos, tratamos y escuchamos al otro. Si de verdad queremos la paz, la justicia o la igualdad, el primer paso será siempre el mismo, no el más fácil pero sí el más importante: empezar por nosotros.

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