Un antiguo dicho de las abuelas paisas era que “la desgracia no viene sola” y a juzgar por los últimos acontecimientos en Antioquia, esa apreciación de las malas experiencias parece confirmarse en lo ocurrido en estos días en Medellín y su Área Metropolitana, con las dos calamidades que constan en el título de este artículo.
Gustavo Francisco Petro Urrego, actual ocupante de la Casa de Nariño y uno de los más empecinados enemigos de los antioqueños, se presentó en Medellín con su tradicional cortejo de empleados oficiales y su habitual auditorio de personas procedentes de diversos lugares, presentes a merced a los transportes, viáticos, alimentación (y a veces amenazas cuando se trata de servidores públicos) hechos por la arisca y bravía senadora Isabel Zuleta, quien para esta ocasión quiso lucirse con su patrón, el presidente Petro, a cuyo efecto hizo algo completamente novedoso e impactante.
Se trató de decorar la tribuna presidencial, levantada en la plazoleta de La Alpujarra, simbólico centro de la autoridad antioqueña y medellinense, que por cierto estuvo necesariamente ausente, con los nueve más temidos jefes de las bandas criminales del Área Metropolitana, entre ellos “il capo di tutti i capi” capturados por las fuerzas del orden y actualmente detenidos en la cárcel de Itagüí de donde fueron retirados por un funcionario del INPEC, quien no es creíble que hubiera actuado por iniciativa propia sino cumpliendo órdenes de arriba.
De esta manera, el Presidente de la República, varios ministros del despacho, entre ellos el de Defensa y otras altas autoridades nacionales, compartieron escenario, aplaudieron a sus voceros y fraternizaron con los más peligrosos enemigos del Estado, con lo cual lograron el triple resultado de insultar a los antioqueños, menospreciar la importante y patriótica labor de las fuerzas del orden, fiscalía incluida, y humillarlas públicamente, y sentar un precedente que al parecer es de nivel mundial, según el cual en la Colombia de hoy los criminales convictos ya quedan habilitados para mostrarse públicamente en compañía de los más altos funcionarios de la Nación en memorables y solemnes ocasiones, como símbolo del importante rol que juega el delito en el “gobierno del cambio” que se está ejerciendo por parte del Pacto Histórico en el actual periodo presidencial.
A tal contumelia con Antioquia podemos agregarle la serie de negativas del gobierno nacional a colaborar con el desarrollo del Departamento y de Medellín en aspectos tales como la supresión a la gobernación de la delegación para el control minero, el incumplimiento de aportes para obras públicas nacionales tan importantes como la carretera al mar Caribe y al ya casi listo para operar Puerto Antioquia, la nueva terminal marítima que representa la más reciente y gran contribución antioqueña al comercio internacional y al incremento del turismo receptivo; la tardanza en los aportes para el Metro de la 80 de Medellín; la falta del oportuno refuerzo militar y policial para combatir a la doble plaga del terrorismo rural y el crimen urbano hermanados por el narcotráfico y otras manifestaciones negativas que de momento se nos escapan.
La conclusión de esta intolerable situación, que por desgracia se repite en muchos otros lugares de la Patria, es que si los dirigentes políticos de la llamada oposición son incapaces de orientar y de guiar a la población en el proceso de solución de un problema tan grave y peligroso como es el desencuentro permanente entre los gobernados y el gobernante, es que la sociedad civil tome en sus manos el asunto y de su seno surja un dirigente o un grupo mancomunado de dirigentes carismáticos que se encargue de liderar con valor, honestidad, efectividad y patriotismo todo el proceso, así sea un poco lento, de regresar a la normalidad institucional y que los ciudadanos amantes de la ley y el orden, los sigamos.
Esto lo decimos con fundamento en las expresiones nacionales de descontento que por casi tres años se han manifestado con indudable fortaleza, especialmente la última que se denominó Marcha del Silencio, que según se ha proclamado con insistencia tuvo impacto nacional e internacional. De lo contrario, solo queda aguantar, lamentarse y llorar, a propósito de lo cual es importante recordar un ejemplar episodio histórico relacionado con la salida en 1492 de la ciudad de Granada, en el reino de España, del último sultán de la dinastía nazarí, superado por las fuerzas de los reyes católicos Isabel y Fernando. Al salir del hermoso palacio de La Alhambra, el sultán llamado Boabdil y su familia, camino del destierro, el triste y vencido monarca suspiró fuertemente y dejó que de sus ojos se escaparan algunas lágrimas, al ver lo cual su madre, la sultana Aixa, le dijo con dura voz: “llora como mujer, desventurado, ya que no supiste defender tu reino como hombre”
En cuanto a la otra calamidad, el invierno, que ha hecho desastres en muchos lugares de nuestro país con perjuicio de centenares de familias colombianas, como recientemente ocurrió en unos barrios de Medellín limítrofes con otros del municipio de Bello, pedimos a nuestros compatriotas y coterráneos que por caridad cristiana y por fraternal solidaridad social, colaboren económicamente con los damnificados, entre ellos muchos niños, a fin de proporcionarles techo, vestido y alimento, logrando que ellos sientan que no están solos y que hay una sociedad civil y cristiana que los arropa, porque ellos son parte del cuerpo social.
Informes: en las alcaldías y dependencias municipales de Medellín y Bello.