lunes, octubre 27, 2025
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(OPINIÓN) Pensar con cabeza fría y corazón caliente. Por: Andrés Felipe Molina Orozco

Ni puro libro, ni puro mundo. La práctica con teoría es otra forma de amar lo que hacemos. He escuchado muchas veces, en clase, en consultoría o en conferencias, frases como:

  • Ese es muy teórico.
  • Eso en la práctica no pasa así.
  • Eso suena bonito en el papel, pero…

Y cada vez que las oigo, no me molesta el comentario. Me preocupa lo que revela, porque muchas veces detrás de esa frase no hay una crítica, sino una renuncia: la renuncia a pensar con estructura, con fundamento, con método.

Como si pensar con base fuera un exceso. Como si teorizar bien fuera incompatible con actuar bien. Como si alguien tuviera que elegir entre leer y hacer, entre saber y transformar, entre pensar y vivir.

No se trata de elegir entre teoría y práctica, se trata de lo contrario: de unirlas. Una buena teoría no es una jaula. Es un mapa. Y ningún mapa es la realidad. Pero algunos ayudan a no perderse.

Una buena teoría debería poder describir lo que pasa, explicar por qué pasa y anticipar lo que podría pasar. Eso no es desconectarse. Eso es pensar con criterio.

Yo no quiero aulas llenas de expertos en papers sin calle, ni salas de juntas llenas de sabiduría empírica sin estructura. Lo que yo busco, y a veces encuentro, es otra cosa: personas que puedan articular lo que han vivido con lo que han estudiado. Que puedan hablar desde la experiencia sin despreciar el método. Que puedan disentir sin tener que deslegitimar.

Pensar distinto no es atacar. Es un piropo

Estamos demasiado acostumbrados a interpretar el desacuerdo como una amenaza. Como si disentir fuera a romper algo. Pero no hay forma más generosa de conversar que mostrarle a alguien un punto ciego que no había visto.

Cuando alguien me dice, con argumentos y respeto, “yo no estoy de acuerdo”, no me están atacando. Me están regalando una posibilidad: la posibilidad de revisar mi hipótesis, de matizar mi enfoque, de afinar mi práctica.

Eso no es perder. Eso es sumarle una fila a mi base de datos mental. Y si tengo suerte, también al corazón.

¿Y entonces cómo se forma el criterio?

No se forma solo con años.

Ni solo con diplomas.

Ni solo con hacer mucho.

Ni solo con leer bien.

Se forma cuando alguien se toma en serio el mundo que vive y el mundo que piensa. Cuando no responde con lugar común, sino con categoría. Cuando puede decir “esto lo dice Mintzberg” y también “esto lo viví en el comité de ayer”. Cuando no necesita elevar la voz, sino conectar argumentos, sostener dudas, escuchar preguntas. Eso es criterio, eso es carácter, eso es pensamiento con respeto, no con miedo.

Lo que sueño (en voz alta)

  1. Sueño con aulas donde leer no sea solo preparar parciales, sino preparar criterios.
  2. Sueño con empresas donde disentir no sea ofensivo, sino útil.
  3. Sueño con líderes que no teman parecer inseguros cuando piensan en voz alta.
  4. Sueño con ambientes donde la teoría no sea vista como adorno, ni la experiencia como suficiente.
  5. Sueño con conversaciones donde la inteligencia no se mida por lo que alguien sabe, sino por lo que ayuda a pensar.

Y tú, ¿piensas para ganar… o para entender?

¿Te molesta quien te contradice… o lo escuchas para mejorar?

¿Buscas confirmar lo que ya sabes… o aprender algo que te incomode?

¿Te refugias en la práctica… o te arriesgas a explicar lo que haces con teoría bien elegida?

Porque pensar, cuando se hace con respeto, con estudio y con apertura, no divide. Conecta.

Y en este mundo saturado de frases fáciles y posiciones automáticas, pensar con cabeza fría y corazón caliente… ya es un acto de disidencia cultural.

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