domingo, octubre 19, 2025
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(OPINIÓN) Ojo Colombia, esta vez no podemos equivocarnos. Por: Laura Mejía

Colombia se acerca nuevamente a una encrucijada. En pocos meses elegiremos un nuevo Congreso y un nuevo Presidente de la República. Y aunque cada elección tiene su importancia, esta vez no podemos equivocarnos. El país atraviesa uno de los momentos más complejos de su historia reciente: tensiones institucionales, una profunda división social y un deterioro en las relaciones internacionales que amenaza nuestra estabilidad.

Lo que está ocurriendo con Estados Unidos es una señal de alarma. La ruptura de confianza con un aliado histórico refleja lo que sucede cuando la diplomacia se confunde con la improvisación. La política exterior no puede depender de impulsos del momento ni de reacciones emocionales. Colombia no puede seguir perdiendo respeto ni credibilidad en el escenario internacional por decisiones tomadas sin reflexión. Este es el ejemplo más claro de lo que no podemos volver a permitir.

El país atraviesa una crisis que no solo es económica o institucional, sino de rumbo, de identidad y de propósito. No se trata de un simple desencuentro entre gobiernos: es una fractura en la relación con nuestro principal aliado político y comercial, una situación que pone en riesgo la cooperación en seguridad, la lucha contra el narcotráfico y la estabilidad de sectores estratégicos.

Lo que hoy vive Colombia es el reflejo de un desgaste de la política, pero también de la ciudadanía. No podemos seguir señalando siempre a los expresidentes, a los exministros o a los cogobernantes como si el problema fuera solo de unos pocos. Ya basta de culpas selectivas. Basta también de pararse en un balcón a señalar desde una posición cómoda. Es momento de actuar. La transformación de un país no empieza en un Palacio ni en un Congreso: empieza en la conciencia de cada ciudadano.

La democracia no se sostiene sola. Requiere ciudadanos informados, críticos y comprometidos. Colombia no resiste más quejas sin acción, ni más discursos vacíos que terminan en frustración. Votar no es un trámite, es un acto de conciencia. Gobernar es un acto de responsabilidad, y elegir también lo es.

No podemos seguir dejando el destino del país en manos del azar o la abstención. Esta vez, Colombia no puede quedarse al margen. La abstención ha sido un enemigo silencioso de nuestra democracia, y en este nuevo ciclo electoral no puede volver a ganar.

Vale recordar que la segunda vuelta presidencial será apenas dos días después de que termine el Mundial de Fútbol de 2026. Muchos querrán viajar, descansar o celebrar. Pero Colombia no puede quedarse en pausa. Si va a viajar, regrese antes. Si va a celebrar, hágalo con conciencia. Porque el verdadero partido que se jugará esos días no será en un estadio, sino en las urnas. Y de ese resultado dependerá el futuro de toda una nación.

Colombia necesita esperanza, pero no una esperanza ingenua ni pasiva. Necesita una esperanza activa, comprometida y valiente. Una esperanza que cuestione, que se informe y que actúe. Que entienda que el poder del cambio no está en los discursos, sino en la decisión colectiva de un pueblo que no se rinde.

El rumbo del país no lo define un político, lo definimos todos. No podemos permitir que el cansancio, la desinformación o la abstención decidan por nosotros. Esta vez no podemos equivocarnos, porque Colombia necesita menos espectadores y más protagonistas. Porque la democracia se construye con acción, conciencia y esperanza. Y porque aún estamos a tiempo de enderezar el camino, si tenemos la valentía de hacerlo con la cabeza clara y el corazón puesto en Colombia.

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