lunes, noviembre 3, 2025
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(OPINIÓN) Liderar con el ejemplo. Por: Santiago José Castro Agudelo

Recientemente, mientras leía un compendio de discursos del escritor Pablo Montoya, esperando mi pedido en una plazoleta de comidas en el Centro Comercial San Nicolás, en Rionegro, Antioquia; se me acercó un señor muy amable y mirándome a los ojos me expresó: “me llamó la atención ver a una persona joven leyendo, eso ya no se ve y menos en un centro comercial”. Me preguntó qué estaba leyendo y tuve ocasión de compartir brevemente mis primeras impresiones sobre el texto y sobre el escritor. Agradecí de manera especial la referencia a la juventud, aunque me queda claro que Colombia envejece y la juventud entonces parece prolongarse.

Observé a mi alrededor y pude ver a familias sentadas almorzando, en silencio, no por ausencia de cosas para compartir, sino por estar todos pegados a sus teléfonos. Bebés en sus sillas con una tableta en frente viendo muñequitos animados y la mamá tratando de darle la sopa, procurando no perderse un segundo de lo que estaba viendo en alguna red social. Papá y mamá, en su mundo digital, sin ser conscientes del ejemplo que dan y del impacto que están generando en esta nueva generación ansiosa, al decir del psicólogo Jonathan Haidt.

“El mal ejemplo cunde” es un dicho popular que no puede seguir pasando desapercibido y que va mucho más allá de asuntos propios de la casa. El respeto por el otro implica asumirnos como integrantes de una sociedad que comparte unas formas, unos valores, un origen, si se quiere, que ofrece un punto de convergencia que nos reúne y que nos puede potenciar. Lamentablemente enfrentamos hoy las consecuencias de haber permitido los peores ataques contra todo aquello que asentaba una mínima cohesión y no estamos listos para reaccionar. De un momento a otro la sociedad aceptó el tener sobre el ser, el lucro desmedido sobre la ética, la trampa por encima del esfuerzo. El trabajo es visto como un castigo, el cuidado de las formas como algo anacrónico, el buen uso del lenguaje como un ejercicio de paleontología. Es lo que los más pequeños ven en el mundo de hoy y lo que, lamentablemente, puede estar asentando su futuro.

“Yo lo que quiero es tener plata” es la expresión lógica de un mundo en el que eso es lo que importa. “Usted mejor deje de leer tanto y póngase a producir”, escuché alguna vez a modo de consejo. “Mi hijo que sea feliz porque yo ya le dejé suficiente para que no sufra”, me dijo alguna vez un padre de familia al que le informaba que su hijo no podía seguir agrediendo a sus compañeros y tenía que hacer un esfuerzo por aprender lo mínimo que se pide en el colegio.

Las cosas están tan mal que hoy cuando llega un agente de policía a tratar de poner orden, corre el riesgo de ser recibido con piedras y palos, o tener que devolverse al cuartel caminando después de que le quemen la moto. Eso es lo que están viendo millones de niños y niñas en un mundo digital sin control y lo que muchas veces escuchan en un entorno en el que criticar y dejar de acatar se normalizó.

Para mí, lo más triste es que la clase política ha dejado de ser ejemplo de reflexión informada, de humildad, de cercanía con las necesidades de la gente, con evidentes excepciones. En ocasiones ya no se diferencia la estética de un alcalde a la de un jefe de la mafia y ese es el ejemplo que dan. ¿Nos preguntamos por qué vamos de mal en peor? Pensemos en el ejemplo que damos y en el que seguimos.

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