martes, febrero 25, 2025
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    (OPINIÓN) ¿Lealtad o adulación? Por: Laura Mejía Sanín

    Desde chiquita me han enseñado que el éxito y el liderazgo no se construyen en solitario, y la vida me lo ha reafirmado. Contar con una red de apoyo sólida es fundamental para avanzar con estabilidad y crecimiento. Sin embargo, es fácil confundir esta red con un «club de seguidores incondicionales»; una especie de «séquito» que, lejos de ayudar, puede terminar generando más ruido y daño que los mismos enemigos, ¿lo han visto de esta manera?

    Lo curioso es que, muchas veces, este grupo que podría llamarse «aplaudidores», se forma sin que uno lo pida o lo exija. Sin darse cuenta, empieza a formarse un supuesto club de fans que, más que compañeros de camino, terminan siendo «amores platónicos» disfrazados de lealtad. Estas personas, lejos de aportar equilibrio y crítica constructiva, se convierten en espejos distorsionados que reflejan solo lo que creen que uno quiere ver y escuchar. Y mientras lo ponen a uno en un pedestal, a espaldas buscan la forma de clavar el cuchillo. Es tremendo.

    El tema es que este séquito, en su afán de demostrar lealtad ciega, termina afectando más de lo que ayuda. Frente a externos, generan un ruido innecesario, haciéndolo quedar a uno mal, como si se tratara de un líder incuestionable que solo acepta aplausos y rechaza la «crítica». Esto no solo afecta la imagen pública, sino que también limita el crecimiento personal, porque vivir rodeado de aduladores es la manera más rápida de perder el norte. Me ha pasado.

    Hoy más que nunca, en el contexto que atraviesa nuestro país, la diferencia entre una red de apoyo genuina y una corte de 12 discípulos es clave. No podemos permitirnos líderes que buscan ser servidos en lugar de servir, que prefieren el eco complaciente de quienes dicen lo que quieren escuchar en lugar de rodearse de compañeros leales que estén dispuestos a proteger, enseñar y construir juntos.

    Siempre me duele ver cómo se genera ruido en torno a alguno de mis amigos, especialmente cuando sé que esas acusaciones no son ciertas. Conociendo su corazón, tengo claro que muchas veces estos rumores nacen de la envidia, de un mal manejo del equipo o simplemente de ese afán innecesario de entrometernos en la vida ajena, como si no tuviéramos suficientes asuntos propios en los que enfocarnos.

    El verdadero liderazgo no se trata de acumular seguidores, sino crear equipos sólidos que sumen, que cuestionen y que trabajen en conjunto. Necesitamos rodearnos de personas que nos impulsen con críticas constructivas, que nos desafíen a mejorar y que nos apoyen sin esperar beneficios personales. La transformación que nuestro país necesita no vendrá de aquellos que buscan aplausos fáciles, sino de quienes tienen la valentía de rodearse de personas que los hagan mejores.

    Es vital saber diferenciar entre quienes están para apoyar y quienes están para beneficiarse. A veces, es necesario detenerse, observar y hacer una limpieza en ese círculo cercano. Porque una red de apoyo que realmente construye es aquella que impulsa, no la que ensordece con aplausos falsos mientras afila el puñal a escondidas. El cambio (el verdadero cambio) empieza con quienes eligen ser parte de una comunidad que construye.

    Y después de reflexionar y hablar con amigos o expertos, he concluido eso: a veces el problema es que no sabemos relacionarnos. Preferimos que nos sonrían y nos digan todo el tiempo lo tesos o hermosos que somos, antes que asegurarnos de tener cerca a quienes llevan la lealtad y la real admiración como bandera.

    Esto para mí no ha sido fácil, pero como dicen por ahí «también hay calma en las desilusiones». Aprender a distinguir entre apoyo genuino y adulación ha sido un camino de crecimiento, uno que duele, pero que también libera y fortalece.

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