El gobierno nacional con total desparpajo acaba de imponer la muerte de la regla fiscal, lo que dicho de manera simple implica endeudarse sin tope y desconocer la importancia de que los ingresos estatales no alcanzan para atender los gastos ordinarios.
Cuando los Autonomistas dábamos la civilizada “pelea” para buscar el despegue de esa institución, por cierto, con 33 años de retraso “los Sabios” de la economía pública dijeron que nosotros íbamos a causar ese desastre.
Habría que bautizarlos como el equipo de los pinochos: me temo que ya sabían que el problema estaba creado y buscaban un chivo expiatorio. Pero la cobardía les puede. No lo reconocen y ahora son blandos e imprecisos al señalar el camino que debe seguirse, que está marcado por una tijera poderosa que corte burocracia frondosa en todas las ramas del poder, elimine funciones inútiles y acabe con contrataciones ineficientes.
Debe acompañarla la capacidad olfativa en materia de corrupción, que no solo es “meter la mano en el dinero público”, sino también prodigar el amiguismo y la compra de los factores de poder.
De pronto llegamos a un examen detallado de la fiscalidad estatal; ello me encantaría porque considero que es necesario, pero por lo pronto debemos decirle NO al burócrata “progres”, que en nuevo turno ocupa el Ministerio de Hacienda y que pretende repetir la fórmula macabra que ha servido a tantos tecnócratas, unos más y otros menos educados: no corregir entuertos sino aumentar impuestos.
