lunes, junio 23, 2025
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(OPINIÓN) La paz es la utopía equivocada. Por: Juan Ortiz Osorno

Un joven paisa se quita todo el pelo de su cabeza. Deja una línea de pelo en la parte de atrás. Muestra su cabeza rapada a la cámara. Se ve como un loco intimidante y amenaza de muerte a Petro. Habla de la manera más vulgar y como si tuviera un padecimiento mental, y dice haber estado en el Ejército. Le promete a Petro que lo va a buscar y lo va a matar y que no le da miedo mostrar su cara. Petro identifica esta amenaza en redes sociales. Toma la decisión de buscarlo. Envía a las autoridades a encontrarlo. Lo rastrean y lo encuentran. Lo llevan ante Petro y Petro se hace grabar, con él, mientras lo abraza. El joven llora y se deja abrazar de Petro. La familia del joven dice que él tiene problemas mentales. El joven. Petro luego nos cuenta, en un discurso, que él podía haberlo encarcelado, pero que lo perdonó. El joven, mucho más, sí tenemos en cuenta que lo estaba buscando para matarlo. Ahí tuvo su oportunidad y decidió perdonarlo y se dejó abrazar. Petro lo perdona, y la gente, mucha para ser en Medellín, y contra todo pronóstico, lo aplaude. Petro nos contó una historia de amor, pero en verdad es una historia que da pánico.

Es de miedo que un Presidente te vea en redes sociales, no le guste tu comentario y te haga sacar de tu casa, por las autoridades. Para llevarte ante él y no arrestado, sino a que lo abraces, mientras te graba. Sobre todo, si tú odias al Presidente y te has grabado, amenazándolo. Petro cuenta que el joven no habló mucho en su encuentro, pero que sí lloró y lo abrazó. Cualquiera lloraría… de pánico. Era como una escena de El Padrino II. Petro, abrazando al tipo, mientras todo le decía al joven: Sé dónde vives, conozco a tus padres, a tu familia y tu casa. Y tengo todo este aparato militar, a mi alrededor, para encontrarte y aniquilarte. Pero ¡abrázame! Y sonríe. Ni Francis Ford Coppola hubiera dirigido mejor esta secuencia. Se dice a los actores que nunca deben actuar lo que está escrito, sino lo que no está dicho en el guion. Y que ahí, encuentran el drama, la comedia, el terror. Díselo al chico, que luego de odiar a Petro y grabarse, tuvo que dejarse abrazar de él, en cámara y con testigos. Imagina la burla al chico, al volver al barrio. Lo que le hizo a Petro fue puro matoneo de colegio. Lo invalidó, lo amenazó, le aplastó su ya pobre discurso y lo hizo arrepentirse, en público, mientras lo grababa. Además, creyendo enviar un mensaje positivo, Petro hizo todo lo contrario.

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Si el joven que amenazó a Petro representaba una amenaza real, debió ser judicializado. Si no lo era y en realidad tiene problemas mentales, debió ser atendido. Sí es menor, a través del ICBF, por todas las instituciones del Estado, con tratamiento sicológico y siquiátrico. O si es mayor, llevándolo simplemente al Sisbén o a la E.P.S. Y en ninguna de las dos circunstancias debió ser grabado mientras era atendido, por el Presidente, que no es ni fiscal ni sicólogo. Pero sí muy buen publicista. El supuesto perdón del Presidente a una supuesta amenaza, no es admirable, sino condenable. Y es la razón por la que Colombia permanece en una espiral de violencia que la golpea cada cuarenta años. Los colombianos, para saltar las olas de violencia, siempre hacemos pactos de paz, en los que perdonamos y damos la amnistía a delitos atroces, que debieron ser pagados por aquellos que el Estado fue incompetente para acusar, procesar, arrestar y judicializar. Y así todos los actos atroces se perpetúan. Ante la incompetencia nos surge siempre la nada noble idea de acoger a un montón de delincuentes, por hordas, dizque por el bien de la sociedad.  Pero ese Estado, que se muestra tan bueno y benefactor, con los violentos, no lo es así, con los no violentos, pues termina siempre imperando la injusticia para la mayoría de los ciudadanos, mientras los que debieron ser procesados, gozan de garantías de participación y expresión. Y nunca pagan cárcel.

En la visita de Petro a Medellín se quiso instaurar la idea de que la paz ciudadana solo es posible con más diálogos de paz, con todos aquellos que delinquen. Ahora resulta que las estructuras criminales que han azotado los barrios, en realidad siempre han tenido una función social en las comunidades. Pasamos de diálogos de paz con alzados en armas, con supuestos ideales políticos que se mantuvieron en el tiempo gracias al narcotráfico, a plantear diálogos de paz con estructuras que delinquen incluso desde las cárceles y que operan como verdaderos “call center” criminales. No es la negociación con todo tipo de delincuentes, lo que le otorga la paz a una sociedad. De hecho, la paz, como utopía social, es un equívoco. Utopía es una isla imaginada donde todo era perfecto. Se dice utopía también a un sistema de ideales que parecen inalcanzables y se persiguen. Lo que una sociedad debe perseguir, a toda costa, no es la paz, sino la justicia. Y para ello, no se debe debilitar a las instituciones, arrodillándolas ante las organizaciones criminales, para forzar desmovilizaciones, que nunca producen paz ni justicia. La desmovilización de las FARC y de otras guerrillas y de los paramilitares, lo único que hizo fue trasladar la guerra de lo rural a las ciudades. Los ejércitos de cuatro mil hombres a los que les llevaban comida hasta allá, se volvieron centenares de bandas criminales, buscando comida y más, acá: En el cajero, en la tienda, en el centro comercial. Ahora, otra vez, quieren desmovilizarse y obtener, otra vez, más beneficios.

El crimen de Miguel Uribe y el regreso de ese tipo de violencia, es resultado de la misma política errada de Estado, que hemos implementado, una y otra vez, con diálogos y acuerdos de paz. Al premiar con empleo, dineros, visibilidad y beneficios a esos que decidieron tomar las armas para robar, matar, secuestrar, extorsionar y amenazar. Esas ideas, así como las de pagar a los delincuentes para que no cometan delitos, además de ser expresión de una sociedad secuestrada, pagando vacunas, manda, otra vez, el mensaje que solo siendo bandido te ven y triunfas. Y eso no es verdad. No enteramente. En esta sociedad también siendo prostituta te ven y triunfas.

El crimen atroz, en contra de Miguel, muestra claramente que la gran máquina de la muerte, está recostada, en las y los jóvenes, que no tienen oportunidades diferentes a ser sicario o prostituta. Sea real o virtual. El joven que le disparó a Miguel, demostró maestría, sangre fría, precisión, decisión, capacidad para seguir órdenes y gritó, claramente, sus razones, nada políticas: ¡Por la plata, perro! Ahí dijo todo sin decir nada. La chica que lo apoyó, le hizo la asesoría de vestuario, la que cargaba el arma, en realidad tenía un trabajo legal, con largas jornadas como modelo webcam o prostituta virtual para muchos. Para la mayoría, en redes, ahora, una mujer empoderada. Ella, apenas con 19 años y él, con 15. Si sacamos a estos dos jóvenes, de la ecuación ¿Cómo habría tenido que ser el atentado? Muy distinto. Y mucho más caro. Pero sobre todo hubiera dejado más rastros del autor intelectual. Por otra parte, en una sociedad podrida, está demostrado que se puede contratar para matar, en una cadena, que irá diluyendo al primer contratante. Hasta lograr la impunidad, no importa si lo ordenó alguien aquí o en China. Ni si sabemos que el arma era de U.S. Aunque la fiscalía acuse indirectamente al gobierno o si sabemos que fue ordenado por un narco. El chico que disparó no tenía ni arma, ni balas, ni tenía para el pasaje. Pero es un sicario profesional. Cuando tú puedes contratar a un sicario profesional para matar a un precandidato presidencial, sin pagarle al sicario, pagándole con demora, solo los pasajes y hacerlo matar solo con la promesa de una plata. Cuando usas, a la chica sexy, para mover y entregarle el arma y asesorarle su look, al sicario, para el atentado, quiere decir que esta sociedad está podrida. Que como sociedad hemos fracasado. Otra vez. Puedes disparar a un candidato presidencial, con un menor desempleado, sin pagarle. Y enredarlo, con otra, casi menor de edad, que se alquila por horas, muchas, dentro de una casa que todos vemos como normal y legal y hasta admirable. Casas reales para redes virtuales que son el obvio lugar para atraer, encontrar y reclutar incautos e incautas, presurosas y presurosos, de actuar como adultos, porque por más mal que cometan, saldrán no solo perdonados sino premiados. Se los dicen las noticias, las series hechas en casa, las redes, los podcasts y ahora, hasta los discursos presidenciales.

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