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martes, febrero 4, 2025
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    (OPINIÓN) La dignidad La dignidad según Petro. Saúl Hernández

    Entre 2023 y 2024, la administración Biden nos mandó 24.000 deportados bien amarraditos como contempla el protocolo y Petro no dijo nada.

    Parece insólito pero muchos colombianos aprueban que el presidente Petro encare a su homólogo de los Estados Unidos y le exija brindarles un tratamiento “digno” a los deportados que consiste en no encadenarlos. Con eso, Petro conquista puntos en las encuestas, porque no hay nada mejor que escoger bien a un enemigo para ganar aceptación, y no hay nada más válido que mostrarse como un defensor de la soberanía y la nacionalidad ante una potencia extranjera para obtener el apoyo hasta de recios opositores.

    Esto porque muchos no entienden que encadenar personas, en este caso, no es un asunto de indignidad o humillación, ni mucho menos una violación de los derechos humanos, sino un asunto de seguridad para todos los ocupantes de una aeronave y para las millones de personas que se encuentran en su rango de alcance.

    Basta considerar que las más de 100 personas que habitualmente hacen parte de estos vuelos de deportación están a bordo de un avión en contra de su voluntad, como producto de un arresto por estar en condición de ilegalidad en un país como los Estados Unidos. No serán terroristas y asesinos, como dice Donald Trump, pero muchos de ellos no son monjitas de la caridad. Por ejemplo, entre los deportados venezolanos hay decenas de miembros del temible Tren de Aragua; luego, entre los colombianos ¿Qué no habrá?

    De esta manera, es más que absurdo creer que un avión de estos pueda despegar sin extremar medidas cautelares mientras los viajeros hacen fiesta. Uno o varios malhechores pueden secuestrar la aeronave para que los lleven a un destino diferente a su país de origen o para usarla como un arma letal al estilo del ataque a las Torres Gemelas en el año 2001. De hecho, desde esos aciagos sucesos, las medidas de seguridad se endurecieron de tal manera para todos los viajeros, incluyendo los propios gringos, que nadie puede señalar a las autoridades de esa superpotencia de ejercer un trato discriminatorio. Puede que sea un tanto indigno, pero indigno para todos.

    En los vuelos dentro de los EE. UU., es común que a los viajeros los hagan descalzar, quitarse los cinturones, las tirantas, los relojes y otros accesorios, y ponerlos todos en una bandeja para pasar por un detector de metales sosteniéndose los pantalones con las manos. Muchas mujeres se han quejado de ser prácticamente desnudadas y de que las máquinas de rayos X transparentan de tal forma las prendas que su intimidad queda expuesta. No es cuestión de humillación, los funcionarios encargados cumplen protocolos de seguridad; nadie quiere otro 9-11 ni nada que se le parezca.

    Por otra parte, a Petro no hay que creerle mucho su supuesta preocupación por la dignidad de los personas. Entre 2023 y 2024, la administración Biden nos mandó 24.000 deportados bien amarraditos como contempla el protocolo y Petro no dijo nada. Menos digno, por cierto, es el trato que su guerrilla, el M-19, le daba a los secuestrados, a quienes los terroristas del ‘M’ se les solían defecar encima según múltiples testimonios, cosa que a Petro ni le importaba entonces ni le importa ahora.

    Por el contrario, como si fuéramos un país rico, Petro dice que Colombia se va a hacer cargo del traslado de sus propios ciudadanos. Ya se dilapidaron 2.200 millones en la repatriación de 300 personas que el gobierno gringo iba a traer por su cuenta. Son cerca de 700 millones por cada centenar de expulsados. Si el gobierno Trump deporta 10.000 personas, el costo del traslado rondaría los 70.000 millones de pesos. Mucho dinero para una administración que está dejando obras paradas por falta de billete, aunque sí tiene para hacer conciertos como el del tal ‘Residente’ y para darle contratos al bufón de Palacio que le muerde las nalguitas a la primera dama.

    En entrevista para Univisión, el nefasto Petro dice que Colombia habría soportado las sanciones económicas que nos iba a imponer el imperio. Una declaración que justifica lo que él quiere hacer con Colombia, un moridero al estilo Cuba con el pretexto de un fementido bloqueo económico que en realidad no existe.

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