Vivimos en un mundo que crece a un ritmo frenético en donde la carencia de liderazgo se está convirtiendo en una crisis silenciosa pero catastrófica. La misma, está siendo ignorada por la gran mayoría de los ciudadanos quienes en ocasiones confunden el concepto del «líder» con el de “poder” y generan así una idea errónea, nociva y sin norte.
Los líderes ausentes no solo fallan en cumplir sus responsabilidades, sino que también perpetúan un profundo y preocupante ciclo de desilusión. Colombia está en aprietos en cuestión de liderazgo, lo que puede verse reflejado en una crisis de confianza en las instituciones, en el estancamiento del progreso social y en el desencanto entre los ciudadanos.
Esta realidad no solo es una deficiencia política, es una carencia que afecta el 100% de los ámbitos de nuestra vida colectiva y que hoy el país pide a gritos. Es imperativo reconocer la importancia de nuevos líderes, fuertes y visionarios.
Este vacío se hace evidente desde todas las aristas; en los casos de corrupción, en la ineficiencia en la resolución de problemas, en la polarización y en la incapacidad del Gobierno para implementar reformas efectivas. Pero eso no es todo, pues socialmente también lleva a impregnar una cultura de apatía que dificulta aún más los desafíos y que cuestiona con cinismo sobre si verdaderamente la sociedad y las organizaciones que la integran sí está dispuestas a apostarle a un cambio. Es un hecho, la falta de dirección clara en las esferas mencionadas en las líneas anteriores ha puesto a prueba nuestra resiliencia.
Es fundamental aceptar y conocer que la percepción de que solo los políticos tienen la capacidad de influir en el cambio es una visión equivocada, la cual ignora por completo el papel crucial que deben jugar los líderes tanto en el sector privado y en el público. En las empresas es primordial que se genere empleo, que se desarrollen agentes de cambio capaces de inspirar a los empleados y que promuevan prácticas innovadoras. Por otro lado, los líderes del sector educativo deben ser conscientes de la misión tan importante que tienen al ser quienes impactan en la formación de las futuras generaciones; convirtiéndolos en seres humanos capaces de enfrentar el mundo; que sean ciudadanos responsables y que sobre todo, sean pensadores críticos y justos.
Requerimos con urgencia líderes capaces de desarrollar e implementar políticas sostenibles, las cuales puedan resolver los problemas que hoy enfrenta Colombia con una taza de desempleo elevada y una desigualdad social considerable. Líderes que tengan una clara visión estratégica a largo plazo que lleve al país a explotar su potencial para prosperar. Necesitamos de manera inmediata líderes que promuevan el diálogo constructivo y la transparencia, que superen las divisiones y que impulsen a los ciudadanos a construir un futuro mucho más equitativo. Estamos casi que obligados a apostarle a líderes que sepan con exactitud cómo fusionar efectividad con visión, y que estén en capacidad de ver la luz en medio de la oscuridad para así transformar los retos en oportunidades de construcción.
Ahora, los líderes no solo deben ser competentes y estratégicos, sino también empáticos y sensibles, pues no solo es importante resolver problemas, sino que también es fundamental que la inspiración una a la sociedad. Estos líderes tienen una capacidad innata para ser mediadores en los conflictos y llegar a resultados equilibrados; la empatía les permite reconocer las desigualdades y llevarlos así a la creación de políticas inclusivas. En un país acéfalo y carente de coherencia y lealtad, la capacidad de entender y valorar las emociones de los demás crea un ambiente más estable y abierto al diálogo. Son primordiales los líderes que estén dispuestos a escuchar y que promuevan la misma; que involucren a la sociedad en la toma de decisiones; que sean responsables emocionalmente y que no solo administren problemas sino que inspiren a soluciones.
Esta crisis me ha llevado a un análisis profundo y al mismo tiempo me ha susurrado al oído la necesidad inmediata de hacer un llamado a la acción para recuperar los verdaderos liderazgos que el país necesita para avanzar. Esos líderes deben tener sin duda una visión inclusiva que considere las necesidades de todos los sectores de la sociedad. Líderes que tengan la suficiente determinación de construir puentes y no muros o fachadas; que sepan mediar, negociar y resolver.
Estoy convencida que el rumbo hacia un mejor futuro para Colombia depende en gran parte del tipo de líderes que estemos decididos a apoyar; de nuestra capacidad para reconocer la crisis actual y actuar en consecuencia a la misma.
Es el momento de buscar un cambio genuino y trabajar juntos para construir un liderazgo que verdaderamente lleven a Colombia a un futuro prometedor.